Rammingsteelshipping [IV]

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"Por favor, no me odies. No podía soportar la idea de no verte todos los días..."

[...]

Deja su taza de café encima de la mesa donde está trabajando, teniendo el suficiente cuidado como para evitar poner su bebida demasiado cerca de las hojas, intentando evitar algún tipo de catástrofe que podría hacerle arrepentirse de por vida por tomar aquel delicioso líquido.

Lucario se encuentra en una esquina de la sala, con los brazos cruzados y cabeceando, como si el ruido del exterior, debido a la tormenta que azotaba la isla, fuera algo sin importancia. Y está de acuerdo, no hay muchos truenos sonando, a pesar de que el cielo suele iluminarse de vez en cuando, el viento es normal respecto a todas las tormentas que ya habían presenciado y la lluvia en sí misma, después de cierto tiempo, dejaba de ser posible de escuchar, probablemente ya estaban demasiado acostumbrados a eso como para siquiera preocuparse.

Y es entonces, cuando su mente se desliga de absolutamente todo y no hay nada más que un extraño silencio, su mirada vaga por toda la habitación, buscando el ruido que le falta para sentirse cómodo.

Se frota los ojos cuando se da cuenta de lo que está haciendo, una vez más, murmurando unas cuantas maldiciones para sí mismo mientras intenta concentrarse en su trabajo, algo imposible, ya que automáticamente su mente se desvía ante la falta de contacto con otra persona, extrañando el cabello rubio, los ojos ámbar y la constante voz que pregunta por todo para solo decir, segundos después, que ya no tiene interés por nada.

Extraña a Barry, y mucho. El hiperactivo muchacho había estado viviendo con ellos durante casi seis meses, una larga temporada en la cual no recordaba haberle dicho que podía instalarse en su casa, y aun así ahí había estado, haciéndose espacio en la habitación de invitados que anteriormente fue su bodega, hablando siempre que estuvieran juntos, sonriéndole, y recordando que con la tormenta de fuera, el probablemente estaría a su lado envuelto en una cobija, preguntándole con sincera curiosidad por todo lo que tiene anotado en aquellos papeles que tanto observa.

Pero Barry no estaba ahí en ese momento, habían discutido hace unas semanas y el rubio, ofendido por algo que aún no era capaz de comprender, se había marchado a quien sabe dónde, totalmente molesto. Como si eso no fuera suficiente, no tenía una manera exacta de poder contactarlo, la única manera sería el salir a buscarlo por toda la región, pero ni siquiera sabía que lugares frecuentaba el, todos esos meses, todo ese tiempo, era el quien respondía preguntas, nunca se le había ocurrido indagar, aunque fuera un poco más, en los gustos o intereses del rubio, y solo hasta ahora, se daba cuenta de lo bueno que hubiera sido haber hecho algo así.

Despertó de sus pensamientos cuando sintió la pata de Lucario sobre su hombro, tan distraído estaba que había estado ignorando absolutamente todo, hasta que su Pokémon tuvo que despertar de su corto sueño para llamar su atención y hacerle notar que, además de la lluvia que seguía cayendo, había unos constantes e intensos golpes viniendo desde la puerta. Preocupado de que fuera el capitán del barco, para notificarle que era peligroso quedarse en la casa o la isla, se apresuró a abrir la puerta, solo para encontrarse que era Barry quien golpeaba como desesperado la puerta, mojado totalmente por la fuerte lluvia que seguía cayendo y con su pobre Empoleon respirando a duras penas sobre la húmeda piedra de la isla, obviamente agotado por el arduo camino que habían tenido que recorrer para llegar ahí.

—¿Barry?... Pero, ¿Qué paso? ¡¿Por qué vienes aquí con semejante tormenta?!

Hace un esfuerzo por mantener el equilibrio cuando siente las manos de Barry aferrándose a su camisa, quedándose sin palabras al momento en que es capaz de observar sus ojos, su rostro tenía una clara expresión de angustia, y estaba tan mojado que le imposible distinguir si todo era agua que seguía cayendo, de mar o simplemente estaba llorando.

—Yo... Yo... ¡Por favor no me odies! No podía soportar la idea de no verte todos los días...

Sigue sin palabras cuando ve el rostro más joven desaparecer de su vista para ocultarse contra su pecho, reaccionando únicamente para intentar consolarlo en el momento en que vio su cuerpo comenzar a convulsionarse, lo único que necesitaba para tener totalmente en claro que estaba llorando.

¿Qué había pasado para que llegara a la isla de aquella manera? Con el viaje que había tenido que realizar para lograrlo, debería de haber sido algo demasiado grave si es que su seguridad no le había importado en algún momento.

—Calma Barry, ven, entra a la casa...

Por el momento, y probablemente por los días a venir, no tocaría el tema, lo único importante era calmarlo y asegurarse de que estuviera bien, así como cuidarlo si es que al día siguiente despertaba enfermo. 


Momentos ContigoWhere stories live. Discover now