VII • Una rubia

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Scorpius apenas había dormido esa noche, James había insistido en aprender a usar el mapa, dijo que su padre le había dicho unas palabras misteriosas y que había olvidado una parte de ellas, así que estuvo tratando de recordar durante media hora.

Lorcan intentaba ayudarle, estaba bastante animado y moría de ganas por ver cómo era el mapa por dentro, pero fue Lysander quien terminó adivinando la frase, según recordaba, en conjunto con la parte de la frase que ya había mencionado James, su madre había escrito la misma en su diario, pero no lo recordaba a la perfección, al igual que James.

"Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas".

«Y tardaron mucho para recordar eso, eh», pensaba Scorpius mientras se acomodaba la corbata, aún moría de sueño. De igual manera todos se habían sorprendido muchísimo cuando el mapa apareció en el viejo pergamino, incluyéndolo.

Sin embargo, no se daría en lujo de faltar a clases a pesar de sentirse desvelado, no podía distraerse. Podía imaginarse el regaño de su mamá si bajaba de calificaciones, y con su nuevo hermano menos no quería darle más cosas por las que preocuparse.

Tendría que esforzarse, al menos por ese día, ya podría descansar bien después. Además, esa tarde tenía entrenamiento de quidditch.

«Bueno, si me voy a cansar al cien por ciento, que sea de una sola vez», se dijo.

—Vamos, Peony nos está esperando abajo —lo apuro Theo.

—Si, ya voy —se apresuró el rubio. En ese momento no podía solo agradecer haber hecho sus tareas con ellos dos la noche anterior.

Llegaron a su clase con el profesor Snape, las pociones eran su fuerte, así como de su padre.

***

Cuando estaba en Hogwarts amaba la clase del profesor Snape, era una en la que podía lucirme frente a todos, en especial frente a tu madre, ella era pésima con las pociones —le había contado su padre.

—¿Ella en realidad era tan mala? —le había preguntado él. No se imaginaba a su mamá siendo realmente mala en algo, por lo que sabía y podía ver en ella, era bastante inteligente.

—Digamos que no se le daban bien —terminó por responder Draco—. Pero te advertiré sobre algo...

Su padre se había sonrojado. A Scorpius le precio gracioso. Era normal verlo así cuando estaba a solas con su mamá y creía que nadie los miraba, pero era nuevo verlo sonrojarse solamente por hablar de ella.

—¿Qué cosa? —le preguntó interesado.

—No te metas en problemas con el profesor Snape, ahora que estás en quidditch tiene con que amenazarte —le aseguró—, y créeme que a él le dará mucho gusto verte sufrir.

«¿Amenazarme? ¿Acaso lo había amenazado a él?».

—¿Te pasó algo así? —se atrevió a preguntarle.

Draco se sonrojó todavía más, incluso había empezado a sudar.

—Bueno..., verás —esa historia en particular, nunca se la habían contado a él y a Rose porque era un poco vergonzosa para ambos—, eso sucedió cuando tú mamá recién entraba al equipo de quidditch...

—¿Mamá estuvo en el equipo de quidditch? —preguntó impresionado—. Pero ella nunca nos lo contó, y tampoco hay fotos de ella con el uniforme... —no se lo creía. Su madre formando parte del equipo de quidditch..., de Gryffindor.

—No me había dado cuenta —dijo él—, pero si hay una —Draco sacó su billetera, ahí tenía una foto de él junto a Hermione con el uniforme de quidditch, ambos abrazándose y sonriendo felizmente mientras se miraban a los ojos, la foto se movía notándose la felicidad de ambos por estar en los brazos del otro.

—Vaya... —Scorpius quedó anonadado, su mamá se miraba muy feliz, y le iban muy bien los colores de Gryffindor, de alguna manera el café de su cabello contrastaba con los colores de su casa, al igual que el rubio de su padre con los de Slytherin—, pero cuéntame, ¿qué pasó con el profesor Snape?

—Bueno, solo te dire que nos metimos en problemas y nos castigó dejándonos sin un entrenamiento muy importante —le contó con sus mejillas rosadas—, así que, intenta no meterte en problemas con él cuando tengas algo que perder.

***

«Meterme en problemas con él», eso era imposible, él era un alumno ejemplar, jamás haría algo que lo metiera en problemas.

—¡Malfoy! —exclamó Snape, camino en su dirección con el rostro lleno furia—. Sepa que cuando le hablo a mis alumnos espero una respuesta inmediata.

—Sí, profesor... —respondió enseguida asustado, era la primera vez que le hablaba de esa manera.

—Le hable tres veces Malfoy, esta castigado —dijo con enfado.

—Pero...

—¿Perdón? —le lanzó una mirada asesina.

«Si le digo que tengo entrenamiento él cantará victoria», pensó. «¿Cuánto tiempo estuve distraído pensando en mi padre?».

Negó con la cabeza, no se atrevía a responder.

•••

Al final de la clase Theo y Peony se despidieron de Scorpius, ya que no podría acompañarlos y tampoco acudiría al entrenamiento de quidditch.

Les pidió de favor que le avisaran al capitán del equipo. Ellos le dijeron que lo harían, y que lo verían después de su castigo, para cenar juntos.

—Ustedes dos —dijo el profesor Snape—, vengan aquí.

«¿Dos?, ¿de qué está hablando?», se dijo Scorpius. Creía que era el único castigado allí.

Se acercó al profesor Snape obedientemente, y volteó hacia atrás en cuanto escuchó pasos.

Era la chica rubia de su equipo de quidditch.

El capitán iba a matarlos. Que uno faltara ya era bastante malo, ¡pero dos! Definitivamente iban a recibir un castigo por parte del capitán también después de eso. Era una de las reglas del equipo no meterse en problemas al menos cuando habían entrenamientos.

Scorpius solo podía esperar que comprendieran ya que se trataba del profesor Snape.

—Quiero que limpien las mesas y ordenen los materiales que utilizamos para las pociones, después limpiarán los calderos y los guardarán en esa bodega —apuntó en dirección a la puerta del rincón, ellos lo siguieron con los ojos—. Sin magia.

Eso era injusto. En realidad no había hecho nada malo.

De hecho, si, si lo había hecho. Se perdió en su mente y dejó de prestarle la debida atención al profesor, y cuando le hablo no le respondió sino hasta la tercera vez.

—Pueden empezar, su castigo terminará cuando hayan terminado, ustedes saben si se apuran o no —les dijo con una sonrisa de burla en el rostro y fue a sentarse en su silla detrás del escritorio.

Ese día no podía irle peor al rubio. No sólo estaba castigado y había perdido el entrenamiento de quidditch, ahora también estaba con ella.

Limpiar ese salón iba a ser bastante incómodo con ella estando allí. Todavía después de tanto tiempo no había prestado atención a cual era su nombre ni sus apellidos, por lo que aún era una desconocida para él.

«Rayos», se dijo. «Está será una tarde bastante larga».

Amor Correspondido (Dramione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora