Algo se avivó dentro de su pecho, un enojo inmenso que le hizo tener pensamientos bastante horripilantes. La frustración de su fracaso acribillaba su cabeza de un pulsante dolor, de ansiedad y rabia.

"Qué fastidio" pensó el demonio. "¿Qué tenía en mente?"

—Yo creí... —La muchacha sacudió la cabeza en negativa—. Yo creí... Hay algo mal —dijo ella, tocando el sitio sobre su corazón—. Dime, Adam, ¿esto es real?

—Puede que sí... —rezongó, aburrido. Soltando un suspiro, agregó—: puede que no —Su tono sonó pesado.

—¿Has tenido esa sensación de haber olvidado algo, pero no sabes qué es? —preguntó ella—. Es justo como me siento.

—Puedo despejarte la mente —sugirió.

Otra vez, soltó un profundo suspiro, delatando su aburrimiento.

—¿Cómo?

El demonio empezaba a pensar en una única cosa, comenzaba a considerar una idea tan egoísta y vil. Si él no podía sentir los mismos sentimientos que el muchacho, a lo mejor podía robarle los buenos recuerdos a la chica. Al menos, eran sus planes, lo que había pasado por su mente.

—Podrías empezar a darme tu dolor...—El demonio se inclinó sobre ella y colocó cada mano sobre los hombros de la chica.

El escozor en su garganta aumentó ante esa propuesta. Estaba ansioso, acto que desencadenó una infinidad de emociones desde la profundidad de su interior. Ya podía saborear esos recuerdos deliciosos que podrían igualarse a esa alma moribunda, recuerdos que le causarían satisfacción y apaciguar el vacío que crecía por dentro.

Pero la puerta de la habitación se abrió de repente y todas las miradas se posaron sobre el recién llegado.

—¿Qué rayos sucede aquí? —debatió el hombre, disgustado y estupefacto ante la visión que tenía delante.

—Alex —musitó la joven, confundida. Dirigió su vista hacia el recién llegado y luego a quien parecía ser Adam, que se inclinaba sobre ella con expresión anhelante—, qué bueno que viniste, mira, parece que Adam está bien —dijo con una sonrisa alegre.

El demonio elevó la comisura de sus labios en una minuciosa sonrisa. Alex permaneció en completo silencio, no parecía comprender lo que sucedía, aunque sí había comenzado a analizar con detenimiento su entorno para llegar a una explicación lógica. El demonio sintió los deseos de soltar una carcajada, veía una bendición en ese preciso instante. Dos víctimas en un mismo sitio.

—Adam está muerto, Alice —dijo Alex entonces, situándose a la par de la muchacha, y en ningún momento despegó la vista del demonio—. Él no es Adam, solo estás confundida.

"Adam muerto"

Ella rio. Adam no podría estar muerto, ¿cómo iba a estarlo si permanecía de pie a su lado de la camilla?

—Alex... —El demonio observó al hombre con detenimiento e interés, ¿podría ser posible que él estuviera viendo a través de su disfraz? ¿Podría ser que lo estuviera viendo tal cual era? Movido por su repentino interés, intentó escarbar por medio de sus expresiones y emociones sus anhelos más profundos.

—No me hables con tanta familiaridad. Dime quién eres —espetó con desconfianza.

Detrás de esa expresión impasible, molesta y frívola se encontraba un hombre interesante, orgulloso y terco. O eso le gustaba pensar el demonio.

Tras esos pensamientos ocasionados por el recién llegado, una cuestión se alzó en la mente del demonio.

"¿Cómo será jugar con él? Seguro podría divertirme un buen rato destruyéndolo lentamente." Pensó.

Cuando los demonios lloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora