41. Un ángel

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Parecía ser un día cualquiera, una mañana normal.

Sin embargo, una extraña sensación flotaba en el aire, como si avisara que algo no andaba bien. Incluso el vaivén de los árboles del bosque lucía indeciso, como si no terminaran de escoger en qué dirección apuntar; las corrientes de viento chocaban entre sí, ocasionando una colisión no perceptible. Los pájaros que habitaban en el bosque tomaron vuelo y se marcharon del lugar, despavoridos.

Algo no se ajustaba a lo cotidiano. A simple vista, se podía percibir el cambio, nada coincidía con la medida del tiempo. Algo terriblemente malo ocurría. Herón lo sabía, lo presentía. El aire no soplaba en la dirección correcta y los animales comenzaban a abandonar el bosque, porque ellos también intuían que nada era seguro en ese momento.

Pero, eso no era todo. Una calma inmensa se había apoderado de él. Herón no escuchaba los lamentos humanos ni existía persona alguna que ocasionara su tormento, todo estaba en un completo silencio. Se asemejaba al eco provocado por un grito en un abismo, o cuando todo enmudecía de forma repentina solo para abrir paso al sonido de una campana dentro de la cabeza.

Aquella sensación era increíble para Herón. Él no recordaba la última vez que tuvo paz en toda su vida, era indescriptible y no deseaba abandonar ese instante. No quería hacerlo.

Y estaba solo.

Herón nunca se mostró tan feliz, parecía ser alguien diferente. Era la viva imagen de alguien gentil y bondadoso.

Estaba de pie en la gran sala de su casa, viendo el bosque por las enormes ventanas. Se desplomó en uno de los sillones y se dejó llevar con más libertad por la extraña sensación de bienestar, e ignoró la mínima parte de su ser que suplicaba por atención. Todo pensamiento de advertencia fue desechado de su mente de inmediato solo para gozar de ese instante.

Pero algo lo sorprendió: un sonido.

No cualquier sonido, era una melodía que invadía su sentido auditivo.

Cruzando la pared de vidrio, alguien tocaba música. El sonido era una mezcla total entre la nostalgia de la partida y la alegría de un reencuentro. Una melodía que a él le resultaba familiar. La forma de trasmitir sentimientos a través de ese instrumento en particular dislocaba su ser.

—¿Podría ser mi...? —Comenzó a decir, pero se detuvo al sentir la opresión en su pecho.

Sus piernas se doblaron por la rodilla. La melodía que sonaba era la causante, Herón lo sabía al reconocer la sensación de paz.

Entonces, algo llegó a su mente al percatarse del significado que podría tener toda esa calma percibida.

—Ellos están aquí —susurró—. Vienen por mí.


***

En medio del caos en su mente, floreció una especie de mancha blanca. Era un nudo inmenso, como hilo que se tejía y se abría paso en la nada. No era difícil distinguirlo, aquel objeto era blanco entre la inmensa oscuridad que habitaba en su cabeza.

Entonces, se movió. Al principio no se había percatado de la pequeña cascada de la que provenían aquellos hilos: inmensa, mágica y hermosa. No, no eran hilos, era una cabeza con cabellos blancos.

Herón observaba todo desde la distancia, sin ver nada en concreto. Solo la blancura de los cabellos y la espesura de un ambiente frío envuelto por la nieve. La familiaridad encontrada en ese aspecto fantasmal se desvanecía a medida que el individuo se giraba. Él tenía ese extraño presentimiento, un espejismo doloroso se asomaba en las hendijas de su mente, un susurro le pronunciaba cierto nombre que creía haber olvidado.

Entonces, él pudo ver.

Y se despertó.

Se despertó con la vaga sensación de inconformidad. Había visto ojos dorados y puros...

Ante esa idea, Herón solo pudo pensar en una cosa: un ángel. Pero no uno cualquiera.

—Pensé que no despertarías —habló Adam al pie de la cama, interrumpiendo sus pensamientos—. ¿Irás al trabajo o planeas pasar el resto del día en cama?

Herón chasqueó la lengua. Estaba molesto. Demasiado disgustado al pensar que, de entre todos los ángeles en el cielo, tuviera que ser ella la causante del estrago en su mente.

—Y lo que es más importante —agregó el chico—. ¿Iremos por un nuevo cuerpo? Quiero otro.


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Cuando los demonios lloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora