Epílogo

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- Mamá -irrumpió Sofía en la sala de profesores donde se encontraba su madre.

- Dame cinco minutos cariño -le pidió Mimi que estaba en mitad de una conversación con una de sus compañeras de trabajo- Pues nada Carmen, ya le echaremos un vistazo mañana al nuevo temario, espero que no nos descoloque mucho el curso -siguió la rubia con su conversación- Yo me voy ya que ya ves que me esperan -continuó recogiendo su bolso y dirigiéndose hacía la puerta de la sala, dónde estaba su hija- ¿Nos vamos? -le dijo a Sofía.

- Por favor -se quejó la chica que estaba agotada después de una jornada intensa de clases.

- ¿Qué tal tu día? -se interesó la madre.

- Bien, aunque cuarto está siendo más duro de lo que pensaba -admitió la chica que ya se estaba viendo algo agobiada por los estudios.

- Pero vas bien por eso, ¿no? -quiso asegurarse Mimi, aunque ya sabía que estaba aprobando todo.

- Sí, pero estudiando mucho -se quejó la chica.

- Pues lo que te toca. ¿Todo lo demás está bien? -le preguntó dejando de andar y parándose en la puerta principal del colegio, donde siempre esperaba a su otra hija.

- Sí, pero te quería preguntar una cosa ¿puedo quedar este fin de semana? -le pidió Sofía haciéndole ojitos.

- ¿Dónde? -le preguntó la rubia dudando.

- Iremos al cine, pero aún no sé que vamos a ver -respondió.

- Bueno, yo creo que si podrás ir, pero te quiero ver estudiando por las tardes, ¿eh? -le advirtió Mimi- Ay por dios, cuanto tarda esta niña -se quejó- Si es que vamos a llegar tarde al colegio.

Mimi tenía los horarios perfectamente cuadrados, o eso es lo que creía. Cuando terminaba su jornada laboral, recogía a sus hijas mayores que estaban en su mismo centro, y luego iban rápidamente al colegio a buscar a las pequeñas. Tenían el tiempo justo, y para que mentir, muchas veces llegaban tarde porque alguna de las tres se despistaba hablando con cualquiera.

- ¿Tu qué? ¿De cháchara? -le preguntó Mimi a su hija cuando la vio llegar apresurada siendo consciente de que iba tarde.

- Ay, perdón mamá, es qué estaba hablando con mis amigos -se justificó Emma cuando las tres ya empezaron a andar calle abajo dirección al colegio.

- He estado hablando con tu tutora hoy -le comentó la madre a su hija.

- ¿Por? ¿Qué ha pasado? -le preguntó confundida.

- Nada, solo hablamos de vez en cuando, ¿no ves que somos amigas? -respondió la rubia.

- No sé mamá, no veo eso de que seáis tan amigas -dijo Emma poco convencida de esa idea. La verdad es que se sentía un poco controlada por su madre, y aunque se portaba bien y no había motivo por el que preocupase, no se terminaba de sentir del todo cómoda con aquello.

- Dice que vas muy bien en clase y con los exámenes, ¿no? -siguió Mimi con la charla- Pero que te tienen que llamar un poco la atención porque a veces hablas más de la cuenta, veo que has salido a tu hermana -añadió.

- Si hablo porque hablo, si no hablo porque no hablo. ¡Ay jolín! -se quejó la niña.

- Emma, en clase no se habla nunca -le recordó su madre- ¡Sofía deja el móvil y mira por dónde vas, que te vas a pegar una hostia! -advirtió a la mayor.

- Ay mamá es que estoy hablando con Paula -trató de excusarse.

- Si es que estáis todo el día pegadas allí -se quejó la madre que odiaba a más no poder todas aquellas tecnologías.

Nueve y medio | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora