Capítulo 40

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Ana no había parado en todo el día, y aunque esa tarde llegó pronto a casa, de poco le sirvió, porque estuvo de los nervios hasta que llegó la hora de ir al restaurante.

La morena tenía sentimientos encontrados respecto el encuentro con la rubia. Sabía que las oportunidades de reconciliarse, por fin, con Mimi eran mayores respecto a la posibilidad de acabar rompiendo definitivamente, pero aún así lo miraba con mucho respeto.

Al fin y al cabo lo había decidido todo Mimi, y Ana no paraba de darle vueltas a lo que le había dicho diez días atrás, que necesitaba tiempo. No se podía parar de preguntar si aún no había tenido suficiente tiempo para pensar, pues ya habían pasado seis meses.

Algo que también trajo de cabeza a la morena fue escoger ropa para la ocasión. Si ya le costaba decidirse para arreglarse de normal, estando embarazada de prácticamente ocho meses se le hacía infinitamente peor.

Finalmente, se decantó por un vestido negro, largo y ancho, que encajaba perfectamente con su figura y la época del año. Esa prenda era algo así como un comodín en su armario, tenía más años que la mayoría de sus hijos y lo había usado miles de veces, pero aún así, siempre encontraba una nueva ocasión para vestirlo.

Por algún motivo, Mimi se la había jugado usando a una de sus hijas como coartada para que tuviesen que ir cada una por su lado al restaurante. Así que una vez estuvo lista bajó de su cuarto, se despidió de sus hijos que iban a dormir en casa esa noche y quedaban al cargo de Cloe, y se dirigió, en coche, hacía el restaurante.

La rubia esperaba en el restaurante, harta de paciencia, pues cómo no, Ana llegaba tarde. Ya había pedido una copa de vino, solo para ella, porque obviamente la morena no iba a beber, y con el aburrimiento de la espera ya casi se la había terminado.

- Aquí estás -dijo Mimi al ver a Ana acercarse a la mesa- Pensé que ya me habían dado plantón -continuó bromeando.

- Lo siento, ya sabes que me es imposible llegar a la hora -le recordó- Si hubiésemos venido juntas, esto no habría pasado -le echó en cara.

- He estado distraída, no te preocupes -dijo Mimi disculpándola.

- No deberías haber bebido -la regañó Ana- Tienes que conducir para volver a casa, además que me das envidia porque yo no puedo -añadió.

- Anda, mira la carta y pedimos -le dijo la rubia ignorando sus comentarios.

Ana no tardó mucho en decidirse, aunque hacía siglos que no iba de restaurante, y menos en uno tan elegante como aquel, tuvo claro que era lo que iba a comer. Algo no muy elaborado, pero que le apetecía mucho, espaguetis con almejas.

Enseguida les vinieron a tomar nota y Mimi, que ya tenía su comida elegida de hacía rato, pidió una ensalada de aguacate, tratando de no saltarse su dieta, aunque todos el mundo sabía que ninguna dieta incluía aguacate.

- Hacía, no sé -dijo Ana mientras trataba de hacer memoria- quince años que no cenaba así contigo -comentó.

- No negaré que ha sido complicado lograr esto -respondió Mimi que aún no se creía que eso estuviese pasando.

- Nos lo merecíamos un poco, ¿no? -le dijo la morena.

- Ana -arrancó la rubia poniéndose seria- Yo, me alegro que estemos tan bien, después de todo lo que ha pasado, es un alivio -confesó.

- No te voy a mentir Mimi, yo no me alegro -le dejó claro la morena- Y creo que es importante que te diga esto, eres la única persona de la que me he enamorado jamás, solo tu me has querido y yo... yo ya no me acuerdo a como era vivir sin ti -admitió Ana emocionada- Y mucho menos con todos los niños -añadió.

Nueve y medio | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora