Capítulo 28

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- ¿Qué pasa aquí? -irrumpió Mimi de buena mañana en la sala de profesores del colegio.

Ese día, tenía la suerte de entrar un poquito más tarde a trabajar, tampoco mucho, apenas media hora más tarde que el resto del profesorado, pero era algo que había agradecido inmensamente.

Cuando entró a la sala a dejar sus bártulos, se vió sorprendida por una gran cantidad de maestros, a esa hora se suponía que ya debían estar todos en sus respectivas aulas, así que aquello le hizo sospechar que algo no iba bien.

- ¿No lo sabes? -le preguntó sorprendida una de sus compañeras más cercanas.

- No -respondió Mimi algo extrañada, a ella no le había contado nadie nada- ¿Qué ha pasado? -preguntó de nuevo para nada sospechando la noticia que le iban a dar.

- Es Natalia -le respondió su compañera- ha fallecido.

- ¿Qué? -preguntó la rubia confundida y sin estar segura de haber escuchado lo que le habían dicho.

- Ayer a dos calles del colegio la atropellaron, en la rotonda -le explicó la mujer- Según han contado el conductor y los testigos a la policía andaba rápido y cruzó sin mirar, estaba en rojo y el coche no tuvo tiempo a frenar. Cuando llegó la ambulancia ya no pudieron hacer nada por ella -añadió.

- Si es que todos sabemos lo peligroso que es ese cruce -comentó otra de las profesoras que estaba escuchando lo sucedido de nuevo- no sé como ha podido pasar algo así -se lamentó.

Mimi estaba en shock, no asimilaba lo que estaba escuchando, era como un sueño, o más bien, como una pesadilla. De repente dejó de escuchar todo aquel batiburrillo de la sala que comentaba la sucedido, y en su cabeza solo retumbaban esas dos palabras que desearía con todas sus fuerzas no haber escuchado jamás, ha fallecido.

- ¿Mimi? ¿Estás bien? -le preguntó su compañera al ver que esta no reaccionaba ni decía nada.

- Voy al baño un momento, ¿vale? -respondió saliendo de aquel horrible trance y yendose de la sala aún con su bolso colgando del brazo.

No se lo podía creer, su mente no asimilaba lo sucedido y no reaccionaba ante aquello. Sentía un vacío grande dentro de ella, no había ninguna emoción, tampoco dolor, solo un hueco enorme.

La rubia, dentro del baño, decidió llamar a su amiga Laia, debía comunicarle la noticia y sentía que hablando con ella quizás podría quitar esa sensación tan rara dentro de ella y tal vez conseguía llorar, así que marcó su número y se mantuvo a la espera.

- Vamos, joder, vamos Laia, vamos -dijo impaciente mientras esperaba a que respondiese.

Pero no obtuvo respuesta, como era lógico, Laia estaba trabajando, y lo normal es que tuviese su móvil en silencio para que no la interrumpiesen. Así que tras tres llamadas, Mimi desistió, y empezó a rebuscar en su agenda de contactos, deslizó de arriba a abajo, pero no sabía a quién narices llamar en un momento así.

Quería llamar a Ana, era con la única persona, aparte de su amiga, con quién quería hablar, pero dudó en hacerlo. Sabía que no era adecuado hacerlo, pero llamó, llamó porque estaba rota de dolor y las lágrimas ya empezaban a recorrer su rostro y aunque le costase admitirlo, la necesitaba.

- ¿Mimi? ¿Pasa algo? -respondió Ana confusa.

Mimi nunca había sido de llamar, solo lo hacía en emergencias, así que una llamada suya no era una buena señal y menos a esas horas de la mañana. Lo primero que pensó Ana es que algo sucedía con algunos de los niños, así que ni siquiera se reparó en saludarla.

- ¿Puedes hablar? -balbuceó Mimi dejando en evidencia su deplorable estado.

- Sí, estoy en el despacho -le respondió Ana- No tengo clase hasta dentro de una hora. ¿Ha pasado algo? ¿Estás llorando Mimi? -le preguntó dándose cuenta de que algo gordo había ocurrido.

Nueve y medio | ‪WARMIWhere stories live. Discover now