Capítulo 4

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A Mimi le gustaba ver a su hija bailar, pero le apenaba no poder hacerlo tan a menudo como quería. Aunque el ballet no fuera para nada su estilo, ella de pequeña también había dado clases y cuando la veía, se veía reflejada, en parte, a ella misma en su escuela de baile en Granada.

A través del cristal veía a su hija con las punteras estirando las piernas y perfeccionando la técnica, después de nueve años y mucho esfuerzo, Sofía o Sofi, como le llamaban cariñosamente en casa y sus amigas, ya era todo una experta del ballet. Le habían propuesto probar otros estilos, sobretodo su madre, pero ella lo tenía claro, el ballet era lo único que quería en su vida.

Si Mimi le tuviese que poner un color a cada uno de sus hijos, Sofía sin duda sería el color rosa. Era la típica niña repipi, de hecho ninguna de sus madres sabía aún como les había podido salir una hija así, y se echaban la culpa una la otra.

Sin duda Sofía, junto a su gemela, era la hija que más peleas provocaba, según ella todo el mundo la molestaba aunque la realidad es que era demasiado poco tolerante y sus gritos con voz de pito a todas horas lo demostraban.

Sofía era una princesa, una princesa con muy mala leche. Detestaba con todas sus fuerzas su gemela Naira, que era todo lo opuesto a ella, de hecho era un odio mutuo, pero en su cabeza tenía algo claro con ella solo me meto yo. Su relación era, cuanto menos curiosa, de pequeñas siempre peleaban, pero de repente se unían para hacer alguna trastada, una la cabecilla, la otra la ejecutadora y lo que estaba claro es que siempre terminaban metidas en líos.

- ¡Hola! -saludó la rubia a la jefa de la escuela de baile, una señora ya mayor, que se había ganado el cariño de todos los alumnos y padres de la academia.

- Buenas Mimi -le respondió amablemente- ¿Cómo tu por aquí?

- Vengo a pagar la inscripción de Sofía.

- Claro -dijo cogiendo los billetes que le tendía la madre- ¿Y está peque? ¿No se anima? -le preguntó poniendo a Mimi en un compromiso.

La madre, se había llevado a la más pequeña de la casa para no dejarles tantas responsabilidades a sus mayores, pero no tenía ninguna intención de añadir otra extraescolar a su agenda.

- De momento no la hemos apuntado a nada -le explicó Mimi.

- ¿Cuántos años tiene ya?

- Tres -respondió la madre.

- Y medio -añadió la pequeña.

- ¿Va a la clase de 4 años entonces? -la rubia asintió- Pues ahora mismo tenemos una clase de peques, y coincide con el horario de Sofía- ¿Quieres probar? -le preguntó a la niña mientras la rubia deseaba con todas sus fuerzas que Inés dijera que no.

- ¿Mamá? -dijo la pequeña buscando su aprobación.

- Venga -dijo sucumbiendo a la pequeña y pensando que así tendría un rato para dedicarse a si misma.

- Puedes quedarte -le dijo la mujer- En realidad solo queda media hora de clase.

La rubia se dejó caer en el banco y ni pensó en lo que iba a suceder si la niña quería apuntarse a ballet, que era lo más probable. Desde su sitio, podía observar mejor la clase de su hija mayor. Con la cabeza iba siguiendo el ritmo de los saltitos que iba dando Sofía por toda la sala.

Aunque pronto se aburrió de aquello y empezó a examinar una a una las compañeras, y pronto se dió cuenta que su hija se había convertido en lo que ella más había temido en su infancia: la líder. Se llevó las manos a la cabeza. No podía entender que había hecho mal para que su hija llegase a eso. No le hacía falta escuchar para ver que su hija se estaba comportando como una autentica capulla dentro de esa sala.

Nueve y medio | ‪WARMIWhere stories live. Discover now