Capítulo 19

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Parecía que la calma había vuelto de una vez por todas a la casa de las Guerra Doblas. Aunque todos eran conscientes de que esta no duraría mucho tiempo, todos deseaban que por lo menos durase durante los días de esas Navidades tan atípicas y que de seguro ninguno de ellos olvidaría.

Ana y Mimi se habían dado una tregua antes de empezar las vacaciones, por el bien de todos debían echar el freno y dejar de ser tan destructivas con ellas y con todo lo que se les cruzaba. 

Al principio parecía difícil, pero habían conseguido hablar, sin gritos ni peleas, y acordar que, aunque solo fuese durante las vacaciones, iban a tomar un alto el fuego y evitar cualquier tipo de disputa.

Era lo más lógico, esa era la época donde todo el mundo se suponía que debía estar más feliz y sus hijos, sobretodo las más pequeñas, lo vivían con mucha ilusión. 

Así que emulando la Tregua de Navidad que hubo durante la Primera Guerra Mundial en las navidades de 1914, entre las tropas del imperio alemán y británcio, se dieron un descanso. Salvando las distancias, pero parecía que en aquella casa si había una guerra, o por lo menos se disputaban batallas a diario.

A Ana le encantaba la Navidad y más desde que era madre, toda la ilusión de preparar los regalos y ver a sus hijos abrirlos uno a uno era algo que no le iba a quitar absolutamente nadie. 

Por el contrario, Mimi siempre había sido un poco grinch, y aunque desde que fue madre tuvo que adaptarse y celebrar aquello a lo grande, esa época del año siempre le transmitía una nostalgia desagradable.

Desde el día que montaron el árbol todos juntos e iniciaron la tregua, parecía que todo había vuelto a su cauce, quizás es que todos estaban contagiados por la alegría de la navidad, pero ya no hubo más disputas debajo de ese techo. 

O eso parecía, porque quién realmente estaba bastallando era Mimi, contra si misma, que, al contrario de Ana, que estaba encantada de fingir que todo iba sobre ruedas con la rubia, la granadina lo estaba pasando realmente mal con todo aquel teatro.

- Lola antes de tocar nada lavate las manos, por favor -le advirtió Ana a la pequeña que la vigilaba desde la otra punta de la cocina.

Ana estaba pendiente del caldo de Navidad, no conocía la receta ni lo había hecho nunca, pero siempre había una primerea vez, también para alguien tan torpe en los fogones como ella. La rubia, estaba haciendo unas galletitas junto a las niñas más pequeñas, y las mellizas estaban ayudando con la salsa para el cochinillo.

- Mira -dijo Mimi llamando la atención de las niñas- Cogéis el molde así y apretais bien fuerte -continuó haciendo la acción que describía- y, ya tenemos una galleta -dijo desmoldandola y apartándola en una bandeja.

- Ahora yo -pidió Lola impaciente.

- Tomad -dijo Mimi apartandose- Con cuidado y no desaprovecheis la masa, tienen que salir muchas galletas -les explicó.

- Mimi, esto está hirviendo ya -le advirtió Ana que confundida vigilaba el caldo sin saber muy bien que debía hacer cuando eso ocurriera.

Aunque la morena se había empeñado en que lo podía hacer ella sola, todo eso le sonaba a chino y le era absolutamente superior a ella. Era obvio que tarde o temprano iba a necesitar la ayuda de la rubia, que se apañaba mucho mejor en la cocina que ella.

- Baja un poco el fuego -le indicó Mimi sin meterse de por medio.

La granadina también sabía, al igual que Ana, que aquello era demasiado para ella, pero antes de intervenir, prefería que le pidiese ayuda. Sabía que la canaria no era tonta, y que tampoco se rendía fácil, así que ella misma podría salvar aquello, ni que fuese por un par de minutos más.

Nueve y medio | ‪WARMIWhere stories live. Discover now