Verdad.

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Aiacos regresó a donde se encontraban sus compañeros, seguido de Sisyphus, que no deseaba apartarse del lado del espectro, no estaba dispuesto a darle la espalda, pero había prometido, guardar silencio, no interponerse a menos que él se lo ordenara. 

Y la imagen que observó fue muy diferente a la que había visto cuando quiso matarse, o cuando quiso alejarse, en ese momento, sus aliados parecían derrotados, los pocos que permanecían juntos. 

-¿Qué ocurrió? 

Hades estaba sentado en la cabecera de la mesa, cubriendo su rostro, tratando de pensar, de encontrar una forma de proteger a sus dos aliados, de recuperar la lealtad de Radamanthys, que se había perdido por sus errores. 

-Se llevaron a Minos y Radamanthys… 

Fue la respuesta de Byaku, que estaba acompañado por un soldado grande, pesado, silencioso, al que Aiacos reconoció como un alfa, quien recordaba la muerte de su pequeña, un golpe a su moral, como ese otro golpe que habían recibido al perder a dos de los jueces de las almas. 

-Quieren rompernos, quieren que dejemos de luchar, al fin y al cabo no hay escapatoria. 

Aiacos había sido siempre el que castigaba a sus soldados con más zaña, cuando estos cruzaban la línea, cuando dudaban de sus órdenes o se atrevian a cuestionarlo y suponía que el terror que les hacia sentir, era suficiente para que esas sabandijas quisieran vengarse. 

Pensando que era mucho mejor tener su respeto a base del miedo, que del amor o la admiración, convencido de que algunos seguian preguntandose porque un omega era quien les mandaba, porque era más fuerte que ellos. 

Y su alfa, Violate, su dama, era la única manera en la cual podían atacarlo, romperlo para que no pudiera moverse, ni luchar, pero no estaba dispuesto a dejarse destruir, como en un principio iba a permitirlo. 

El soldado a sus espaldas tenía toda la razon, su dama no querría verle asi, no deseaba que le hicieran daño y no habría permitido, que ni él mismo se hiciera daño, por lo cual, con una expresión sería, apesadumbrada, comprendió, porque razon se llevaron a Minos y Radamanthys. 

Eran los más fuertes, eran sus líderes y eran apreciados por Hades, los soldados pensarian que si ellos no tuvieron una oportunidad que les esperaba en ese infierno y su señor, él pensaba ser culpable de todo lo que estaba pasando, de eso estaba seguro. 

-O eso es lo que piensan, que dejaremos de luchar, como sucedió hace siglos en la Atlántida. 

Hades le observó sin decir nada, sorprendido al verle recuperado de su dolor, al menos, dispuesto a pelear con ellos, notando la forma en que Aiacos observaba el horizonte, haciendo algunos cálculos, pronto caerían las barreras. 

-Esa ocasión atacaron a la media noche, faltan pocas horas para eso y tal vez, mi señor Hades, sea el momento en el que debamos liberar a nuestros soldados favoritos. 

Pharaoh recordaba lo que había sucedido en aquella guerra, de eso estaban seguros los dos, por eso actuaba como un condenado a muerte, tratando de disfrutar de las últimas horas de libertad, como sucedió durante la caída de los dioses del desierto. 

-No creo que resistan esos recuerdos, Pharaoh piensa que nunca le hicieron daño, que yo pude salvarlo antes de que dieran con él, pero lo que encontré fue tan doloroso… y Cheshire, ese niño, perderá la razón… 

Aiacos también pensaba que eso podía pasar, tal vez no podrían soportar las memorias de haber sufrido una cacería en carne propia, pero al mismo tiempo, era mucho mejor tener unos dementes con demasiado cosmos, que quitarles la oportunidad de defenderse por sí mismo. 

Cacería.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora