Minos

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Los celos eran de verdad aterradores, crudos y desagradables, siempre lo habían sido así para Minos, pero ver a Radamanthys, sumergido en una tina con agua fría, abrazándose a sí mismo, desesperado por las caricias de un alfa que ni siquiera conocía, fue demasiado para el. 

No quería estar en la misma posición, no deseaba ser poseído por alguien más mientras que su consciencia se le escapaba, no estaba dispuesto a soportarlo y sabía, comprendía, mejor que nadie que no podrían escapar del celo. 

No podría forzar a su cuerpo a no sucumbir como lo había hecho Radamanthys, así que, solo le quedaba una opción, solo le quedaba la muerte digna, bajo sus propias reglas, su propia decisión, antes de que él diera con su paradero. 

El soldado pelirrojo que estaba presente entre los cazadores, el soldado que no era cualquier soldado, sino uno de los dioses de la cacería, al que considero su amigo, pero lo ataco de la forma más cruel y como castigo, por permitir que lo violaran, le consiguieron una esposa en tan solo unos días, así, si estaba embarazado, podrían creer que era de ella, no del soldado que burló su confianza. 

Un soldado que era un dios, un dios que no había visto hasta esos días, un dios, cuyo deseo era palpable, era demasiado sofocante y sabía, que cuando esa cacería empezará, cuando encontraran la forma de ingresar a ese sitio, ese dios lo violaria de nuevo, tal vez hasta matarlo si tenía suerte. 

La muerte, esa era la única forma de escapar, pero no era un suicida, no se atrevía a dañar su propio cuerpo, no se atrevía a matarse con sus propias manos, así que, debía acudir por ayuda, con un alfa. 

Y aunque conocía un alfa que era leal a él, que no había sucumbido a la locura, tambien sabia que ese alfa en particular, no aceptaría su orden, no lo mataría, pero eso no significaba que se hubiera quedado sin opciones, después de todo, había una mucho más segura todavía. 

Mucho más pacífica supuso, caminando en el interior del jardín de rosas, deteniéndose de vez en cuando para admirar, seguro de sus actos, de que eso era lo mejor, así que ingresó en el templo de piscis, comprendiendo bien, que el santo dorado no lo rechazaría y que, si compartían su lecho, sin duda alguna, perdería su vida, pero sería libre, al menos, durante esa guerra. 

*****

El mar, en lo único que podía pensar era en el mar, en el océano, en las oscuras y profundas aguas del océano, en su visión, en esa cosa que lo salvaba en su sueño, que se le presentaba impotente, matando a sus atacantes. 

-Me quemo… 

Susurro cuando sintió la mano fría de su dios en su frente, se estaba quemando y ni siquiera comprendía la razón, él no era un omega como los otros, él nunca tuvo un celo, jamás había sufrido uno. 

-Tienes que soportarlo… 

Myu veía esa imagen con miedo, tragando un poco de saliva, sin saber que hacer, obedecer al dios Hades que les dijo que no debían buscar a ese alfa, hasta que Radamanthys fuera consciente de sí mismo, o desobedecer, buscarle, aunque no sabía quién era, quién podría ser ese alfa. 

-¿Como saberlo? 

Lune le observó en silencio, ladeando un poco la cabeza, sin comprender las palabras de Myu, que se abrazaba a sí mismo, pensando, meditando lo que estaba sucediendo, sin comprenderlo siquiera, porque Radamanthys nunca había sufrido un celo en el pasado, pensaban que era esteril o algo parecido, porque su cuerpo era como el de cualquier otro, nada estaba fuera de lugar. 

-¿De qué hablas? 

Lune le preguntó, era el único presente, para los demás, el ver a Radamanthys retorciéndose en una tina con agua fría era más de lo que podían soportar y creia que seria por mucho peor para los menores. 

Cacería.Where stories live. Discover now