Miedo y Sombras.

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Las cabezas cercenadas cuando chocaron contra el suelo escurrieron algunas gotas de sangre casi coagulada, aún no cuajada del todo, así que estuvieron vivos unas horas antes, merodeando esa ciudadela, buscando alguna forma de atacarlos, esos tres, a quienes conocía. 

Uno de ellos era Nyobe del profundo, otro Fyodor de la mandrágora y el último se llamaba Iván del troll cuya cabeza sostuvo con demasiado desagrado, esos tres traidores no eran para nada poderosos, pero si esperaban obtener algo al acercarse a ese sitio, supuso, uno de ellos servía a Radamanthys, el segundo a Minos y el último a Aiacos. 

Era sin duda el regalo más extraño que había recibido en toda su vida, siempre eran flores, o joyas, algunos querían comprarlo con posesiones, o regalos costosos y el jugaba un tiempo con ellos, pero siempre los botaba una vez que lo aburrían, sin haberles dado una prueba de su amor ni una sola vez, si tenían suerte, dejaba que tocaran su mano, sino, ni siquiera eso. 

Porque se habían atrevido a tratarlo como un omega barato, había olvidado que él también era un soldado, que le gustaba pelear, que podía defenderse, aunque era muy hermoso, en cambio, este guerrero grande y estúpido, no estúpido, más bien salvaje, buscaba darle un regalo práctico, que le mostrara sus intenciones, así como su fuerza en batalla, por lo cual, sonrió con algo de sadismo. 

Sosteniendo la cabeza, que comenzó a aplastar con sus dedos, invocando un poco de su cosmos, para traerlo de regreso a la vida, al menos unos segundos, deseaba que sufriera mucho más y al verle despertar, sus ojos frenéticos, tratando de mover su cuerpo relamió sus labios, comprendiendo bien que en ese momento estaba sufriendo un dolor comparada únicamente con el veneno de una de las medusas de mar. 

-¿Te duele? 

Ivan trataba de liberarse, abriendo su boca y moviendo sus ojos de una forma estúpida, porque podía ver que el berserker había destrozado su cabeza de un solo golpe, encontrando hermoso su regalo y mucho mas hermoso aun el dolor de ese lobo. 

-¡Espero que si!

Susurro aplastandola con su cosmos, tratando de imaginarse cómo se escucharon sus gritos, dandole el mismo trato a las otras dos, a quienes aplasto con la suela de su zapato, limpiando los restos del lobo que quedaron en su mano contra la ropa del Berserker, que veía eso en silencio, emocionado, apreciando su cosmos, sus técnicas. 

-La próximas vez, dejame uno a mi para que pueda matarlo… de acuerdo. 

Kokalo asintió, sosteniendo la mano de Byaku, con fuerza, aunque supuso que eso era lo más parecido que tenía a la delicadeza, pero no lo encontraba amenazante, sino, divertido, porque inmediatamente, dejó caer un collar de conchas en su mano, un collar que no era para nada costoso a comparación de lo que había visto en toda su vida, pero era lindo, el color de ese collar le recordaba al de los ojos muertos de sus enemigos. 

-Y también traigo tu arete, dicen que es de mala educación hacerlo sin llevarte un regalo. 

Byaku volvió a ponerse su arete, preguntandose si alguien le ayudo a descifrar su mensaje oculto, y quien fue esa persona que lo hizo, pero levantando su cabello le pidió al berseker que le pusiera el collar que le habían regalado. 

-Pensé que te tardarias mas tiempo en descifrar mi mensaje… Kokalo. 

Kokalo quiso decirle que sus aliados le explicaron lo que eso significaba, pero no pudo hacerlo cuando Byaku se apartó, aún faltaba un paso para aceptarlo como una posible pareja, un contendiente por su mano y eso era que le demostrara su poder, que tan fuerte era en realidad con esos hermosos músculos de ese cuerpo alto. 

Cacería.Where stories live. Discover now