Desesperanza.

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Momentos antes de que Valentine ingresara a la ciudadela de Ares, Prometeo se acercó a Hefesto con una expresión enojada, con un claro mensaje que decía que lo atacarian, supuso Ares, dando un paso, preparándose para desviar cualquier golpe al omega herrero, sin embargo, como si fuera una broma, el titán que protegía a los humanos sonrió, estrechando la mano de Hefesto, con una sonrisa clara, riendo de la felicidad. 

-¿Esa es la forma de saludar a un viejo amigo? 

Hefesto negó eso, dándole unas palmadas al brazo de Prometeo, que no dejaba de sonreír como un idiota, al menos, ante los ojos de Ares, quien permitió que sus gemelos se marcharan, debian conocer a sus soldados, y vaya, que los conocieran, pensó, recordando las novatadas que siempre les hacían, una que no tolero Eros, pero ellos se veían fuertes, serian dignos. 

-No sabia que esperabas una taza de té y unas galletas. 

Eso lo dijo con burla, y algo de sarcasmo, haciendo que la sonrisa de Prometeo se volviera aún más ancha, especialmente al ver al propio Adonis, que se había convertido en uno de los estudiantes de Hefesto, el muchacho era más listo que hermoso, antes de tener esa marca en el rostro, solo tenia mala suerte. 

-Preferiría un barril de hidromiel y un jabalí asado, pero, siempre has sido un pésimo cocinero. 

Adonis comenzó a reírse, porque era cierto, la única razón por la cual Hefesto no había muerto de hambre era porque sus creaciones se dedicaban a alimentarlo, porque era completamente inútil cocinando, así como no soportaba demasiado bien el alcohol. 

-A menos que desees una cita con la muerte, no te aconsejo que comas su comida, nunca. 

Era su ciudadela y se sentía como un intruso, una sensación bastante molesta, que fue interrumpida con la llegada, por decirlo de alguna forma, de un visitante cubierto de sangre, que se estrelló entre ellos, a sus pies, un visitante que era idéntico al bastardo de su hijo, pero mucho más pequeño. 

-Eros… 

No era él, pero si era su envase, que apenas se podía mover, pero aun respiraba, solo por pura fuerza de voluntad, aunque Ares pensaba que lo mejor era matarlo de una vez, tenía apariencia de lobo, o de cazador. 

-No, es su envase. 

Ares pensó en matarlo en ese instante, elevando su espada, para encajarla en su cuerpo, a la altura de su corazón, sin embargo, su propia espada lo detuvo, aplicando un poco de fuerza, haciendo que cambiara de opinión. 

-Llevenlo a una celda, que curen sus heridas, veamos que tiene que decirnos… 

Un soldado de cabello rubio, con unas cadenas en sus brazos fue quien lo escuchó, asintiendo, llamando a unos guardias, para llevarlo a un lugar seguro, deteniéndose cuando Ares colocó una mano en su hombro. 

-Dile al gemelo del cabello recogido… 

No recordaba cómo se llamaba, empezaba con H, pero, se le escapaba ese nombre lemuriano, siempre eran demasiado complicados y al ser un pueblo fiel a la diosa Athena, no eran del todo de su agrado. 

-Hakurei… 

Se encogió de hombros, no sabía cómo se llamaba, pero tampoco le importaba demasiado, así que solo asintió, dejando que esos soldados hicieran su trabajo, ignorando que uno de los espectros, que había estado recorriendo ese templo con sus mariposas, escuchaba esa orden, reconociendo al bastardo en el suelo. 

-Como sea, el que no es el compañero de Hades… a ese le mande hacer una tarea, no quiero que lo interrumpan. 

Albiore asintió, observando la mariposa morada, seguro que era uno de los seres del inframundo, de los espectros que iban a proteger con sus vidas, sonriendo, pensando que nunca hubiera creído que ellos, enemigos jurados de los espectros, pelearían por ellos. 

Cacería.Where stories live. Discover now