Cabo Sunion.

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Radamanthys se apartó todo lo que pudo de los demás, de cada cosmos que sentía, de cada soldado, ingresando a una de las áreas en donde claramente se veían los bordes de la red creada por hefesto, que parecía alguna clase de domo. 

El podia ver algunas siluetas, como iban a comulandose sus enemigos alrededor de esa barrera, que por un momento quiso tocar, pero no lo hizo, cuando las olas del agua que debería estar en calma lo distrajeron. 

Esa área se trataba de la prisión de Cabo Sunion, sitio en donde encerraban a los traidores esperando que se arrepintieran de sus pecados antes de morir, un acto injusto, porque de todas formas moririas ahogado y nunca había visto la necesidad de alargar el sufrimiento de uno de los condenados. 

Era mucho más humano matarlos sin miramientos, que dejarlos vivir para morir lentamente, al menos, eso era lo que él pensaba y eso era lo que deseaba evitar a toda costa si perdían esa guerra, no quería sobrevivir, no quería vivir en un mundo donde él sería utilizado como un simple objeto, no quería pasar el resto de sus días encadenado a una pared para que cualquiera pudiera dañarlo. 

Su cuello iba sanando, pero aun sentía esa mordida en su piel, en su psique, sentía un vínculo podrido y enfermo, una cadena atándolo a ese alfa que lo mordió, que estaba seguro no fue Valentine, sino que otra cosa, esa visión desagradable que veía en sus pesadillas. 

El dios del amor, no, no el dios del amor, el dios de la lujuria, con una apariencia tan desagradable como el sentimiento de saber que tenía su mordida marchitando su piel y por un momento, al cerrar los ojos, sintió que lo llamaba, que deseaba que fuera a su encuentro. 

Y al abrir los ojos pensó verlo, una silueta difusa al otro lado, ojos rojos, demasiado alto, demasiado encorvado, haciéndole retroceder un solo paso, con un jadeo, para chocar contra otro cuerpo a sus espaldas, que sostuvo sus brazos con delicadeza para que no cayera al suelo. 

Volteando sorprendido para verle, a ese soldado tan desagradable, ese que se hacía llamar a sí mismo Adonis, pero no era ni remotamente parecido al que describian en los mitos, no era tan hermoso, ni mucho menos era el epítome de la belleza masculina mortal, solo era un soldado más, o al menos eso pensó. 

Sin embargo, de tan solo respirar su esencia, sintió una punzada en su corazón y en su libido, como si fuera un golpe físico, sorprendiendolo, porque aún estaba en celo, aun deseaba las caricias de un alfa que no existía, cuyo rostro era borroso, pero sabía que era hermoso como ninguno, cuyo cosmos eclipsaba al suyo y cuyo aroma era como sumergirte en el mar mismo. 

-Eres tu… aun me sigues… 

Su actitud era completamente diferente a como lo recordaba, no era el mismo soldado que vio llegar en compañía de esos dioses, ni aquel que lo insultó diciendo que no era un omega agradable, que deseaba a un omega mucho más dócil, casi como si fuera otro ser, uno más seguro de sí mismo, uno mucho más socarrón, alguien que sabía lo que deseaba, como obtenerlo y de alguna forma, pensaba, que él era algo de aquello que deseaba.

-No, no soy el, al menos no soy quien tu piensas, Radamanthys. 

Era como en ese sueño, era la voz de ese alfa, el aroma a océano, el cosmos, pero estaba seguro de que no existía, que ese alfa no era más que un producto de su imaginacion, asi que no sabia que hacer, no entendía qué estaba pasando, mucho menos, porque esas manos en su cuerpo le hacían sentir como lo hacía en ese momento, como si una corriente eléctrica lo hubiera atravesado.

-Esto no es más que una pesadilla. 

Intentó soltarse, pero el alfa seguía sosteniéndolo de los brazos, sin demasiada fuerza, pero mucha más de la que el uso para intentar liberarse, aunque solo era un movimiento cansado, como un intento por ser libre, más que una lucha real, especialmente, cuando ese aroma, ese cosmos y esa piel hacían que su malestar aumentara. 

Cacería.Where stories live. Discover now