3. Helado de chocolate para aliviar el dolor

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Liam despertó, algo adolorido.

El entrenamiento lo había dejado mal, y aunque al principio no sentía dolor alguno, después de tener diez horas de descanso mientras dormía, el dolor comenzó a expandirse por su cuerpo.

Se levantó como pudo, jadeante.

No recordaba cuando había sido la última vez que sintió dolor... ah sí, fue el primer entrenamiento que tuvo hace nueve años, y luego de ese no sintió más dolor hasta... éste.

Liam constantemente hizo muecas hasta que llegó al baño de su casa, podía oír próximamente la voz de su madre diciéndole "Te lo dije" simplemente porque no le hizo caso al no entrenar en esos dos meses aunque sea un poco. Liam pedía a todo dios en su mente que sus compañeros de equipo se sintieran igual o peor que él, porque no quería saber que en los dos meses él no hizo nada de lo que respecta al fútbol.

Con cuidado, se sacó la ropa que utilizaba como pijama (una camiseta y bóxer). Le dolían los muslos, demasiado y se preguntaba por qué. Sí solo corrieron y luego hicieron pases agrandando la distancia y aún así no entendía por qué tanto dolor en su cuerpo. Liam salió del baño con el cabello mojado y una toalla blanca envolviendo su cintura treinta minutos después, y eso a él lo frustraba. Se había demorado el doble de lo normal simplemente por el dolor que sentía. Debía tomar una pastilla rápido y justamente cuando pensó en eso, miró las escaleras que estaban a su derecha y gimió con dolor.

Tendría otro reto más: Bajar las escaleras con el maldito dolor que sentía en sus muslos y piernas. ¡Ah, pf, super fácil!

Liam caminó con cuidado hasta su habitación y se encerró en ella, apoyando su espalda en la puerta. Caminó hasta su ropero y abrió las puertas, sacando de inmediato ropa de ahí. El clima en Bradford aquél día era caluroso, así que sacó una camiseta y unos shorts de mezclilla aparte de bóxer y calcetines y se puso la ropa inmediatamente, poniéndose sus vans negras favoritas. Dejó la toalla secarse en su silla que estaba al frente de su escritorio y luego miró su cama, haciendo una notable mueca el mirarla toda desordenada.

No podía hacerla, le dolía la espalda y tenía como una especie de nudo que dolía como los mil demonios y sabía que hacer la cama iba ser peor que bajar las escaleras.

Siguió mirando su cama hasta que elevó sus hombros quitándole importancia.

"¿Para qué hacerla si después más tarde me iba a volver a acostar? ¡A la mierda!" Pensó y luego salió de su habitación.

Debía enfrentar el reto que se había puesto cuando salió del baño: bajar las malditas escaleras. Eran doce escalones pero desde la altura en la que estaba Liam los veía como de treinta y no quería hacerlo... pero todo por esa pastilla que aliviaría el dolor.

Apoyándose del barandal, comenzó a bajar las escaleras lentamente. Se demoró tanto el bajar escaleras que rezaba para que nadie lo hubiera visto porque le daba vergüenza y luego... comenzó a rezar para que su madre no estuviera en la cocina porque caminaba muy mal.

Sus plegarias no funcionaron, ahí estaba su madre lavando platos dándole la espalda y Liam maldijo a todo.

Karen oyó como la puerta de la cocina se abría y se giró, vio a su hijo y sonrió.

—Liam, cariño. ¿Cómo amaneciste? —Preguntó y Liam se alarmó un poco. Era hora de mentir.

—Bien mamá, em, necesito una pastilla para dolor de espalda.

"Y de muslos... y de  todo el cuerpo", terminó de decir en su mente y Karen cerró la llave, girando en su posición y viendo a su hijo sospechando.

Ice creamWhere stories live. Discover now