Sonó el timbre del colegio y rápidamente los jóvenes comenzaron a salir de las salas de clases.
Específicamente era miércoles, y el último día de clases. Todo el alumnado estaba contento de al fin no tener que ir a clases por dos meses, de que iban a tener las maravillosas vacaciones que se merecían después de un esforzado, difícil y cansador año y hablaban entusiasmados entre ellos sobre sus planes, de algunos viajes que iban a hacer y obviamente, de las juntas que debían hacer entre ellos sí o sí.
Iban todos felices, con una sonrisa aliviada y ojos brillantes, algunos aun con unas notables ojeras pero otros luciendo un poco mejor. El año había sido difícil, pero pudieron superarlo.
Excepto... un chico: pelinegro, ojos azules oscuros, de tez bastante blanca, haciendo destaque algunas pecas que estaban en su nariz y en sus pómulos, haciéndolo lucir adorable, una nariz pequeña y unos labios delgados y rosados.
Él iba caminando con la mirada hacia el suelo, algo triste, desganado. Arrastraba sus pies por el suelo y su mano se aferraba a la correa o tirante de su mochila que estaba sobre su hombro.
Era raro ver al chico de 16 años de esa manera, pero nadie hacía el intento de acercarse a él y preguntarle, o aunque sea entregarle una pequeña sonrisa dándole un poco de apoyo, pues, la adrenalina del último día y la felicidad y el alivio, hacía que los estudiantes no tomaran atención a ninguna otra cosa. Además, el pelinegro era algo esquivo con las personas que no conocía, y no le hacía tan fácil hacer amigos.
Pero alguien si notó que estaba triste, así que a paso lento se acercó al joven y comenzó a caminar a su lado, al mismo paso, mirándolo con sus ojos verdes azulados, sonriendo levemente y esperando a que el chico notara que él estaba ahí.
—Estoy bien —Dijo desganado el muchacho, sabiendo que el castaño estaba a su lado desde el primer momento—, Simplemente estoy cansado.
El castaño rio, unas arruguitas formándose en sus ojos y luego pasó un brazo por los hombros del menor, acercándolo a él.
—Nicholas, te conozco desde que somos unos niños, sé que realmente estás mal y no es solo cansancio, ¿qué sucedió? —Preguntó, mirando al niño de sus ojos, pero que el niño no era capaz de verlo a él a los ojos.
—Yo... yo —Murmuró, incapaz de decirlo y Adam simplemente sonrió.
Eran esos momentos en donde Adam le encontraba la razón a su papá cuando él decía que Nick realmente era idéntico a Zayn: tan reservado, tan callado, no queriendo decirle a nadie sobre sus problemas y sobre lo que sentía en general. Pero Adam también le encontraba la razón a su otro papá (sí, Adam tiene dos papás, ambos castaños, uno rizado, uno más alto que el otro y a él le divertía cuando su papá que era el mayor tenía que besar a su otro papá de puntitas que era el menor), cuando decía que Nick también se parecía a su otro papá (sí, Nick también tenía dos papás... bueno, es 2018, las cosas cambian, ¿saben?); tan tímido, tan fácil de hacer sonrojar, tan ruidoso, tan brillante, tan cálido... tan... tan... tan él, tan Nick. Oh dios.
Adam suspiró pesadamente, sintiendo como su corazón latía y como en su mente llegaban millones pensamientos de "tómale la mano", "joder, bésalo", "haz algo al respecto"; pero no, su cerebro hizo callar a su lado emocional porque él, muy dentro de él, sabía que era lo que le pasaba a su mejor amigo. Porque sí. Eso era. Mejor amigo.
Oh, qué dolor.
—¿Le dijiste a Melanie? —Preguntó Adam, en un leve susurro.
—Sí —Dijo el pelinegro, con la mirada en el suelo y jugando con sus pulseras, algo que suele hacer cuando está nervioso.
YOU ARE READING
Ice cream
Fanfiction"El helado siempre ha sido el mejor consuelo". Zayn con su mala experiencia en el amor y con un mejor amigo que siempre ha estado en las buenas y en las malas, tienen una tradición: el que tiene un problema, independiente de qué tipo, comerá helado...