–¡Hey déjenme pasar! Malditas gritonas –chilla Christy cuando Abby le pega casualmente con uno de sus pompones y entre risas ella se tapa la boca con toda una expresión de teatro.

–Lo siento.

–Me he mojado la blusa nueva –espeta Christy.

–Ay Dios, ya te la lavaré luego –dice Abby y como siempre regala una sonrisa. Sin perder un segundo más sigue animando de pie sobre la grada. Su personalidad me sorprende a pesar de que hago lo mismo junto a ella.

Seguimos gritando cosas como: los amamos, son los mejores, vamos chicos, ustedes pueden, y cosas como esas hasta que nuestro equipo encesta y Abby y yo explotamos en un grito agudo que se oye por todo el gimnasio. Tomadas de las manos saltamos rebosantes de entusiasmos. El partido cada vez se vuelve más interesante y de pronto me encuentro absorta en cada movimiento que Jake hace.

Grito con fuerza y amor cuando Jake salta estratégicamente para encestar donde corresponde. Veo sus bíceps tensarse y su abdomen esculpido cuando estira los brazos. La pelota gira alrededor de la sesta, entonces cae donde corresponde y en seguida todos aplauden. Jake se vuelve hacia el público con la mejor de sus sonrisas.

–¡Por tus ánimos, mi amor! –su voz no se escucha demasiado por el bullicio de la gente, pero lo comprendo todo e incluso llego a recibir dramáticamente su beso que ha mandado por los aires.

El partido sigue, nosotros vamos ganando pero por una diferencia mínima, de modo que basta con que el otro equipo enceste una vez más y nosotros nos quedemos atrás.

Al fin el primer tiempo se termina.

Mi garganta duele de tanto gritar, bajo los pompones, tomo un sorbo de mi soda y caigo rendida en el asiento.

¿Cómo mierda es que Abby sigue saltando llena de energía? Me sorprende.

Cansada miro la cancha que se ha quedado vacía, son quince minutos de descanso y Nick trata de animar un poco con aquel vestido de tigre blanco, debo admitir que se ve ridículo.

Lo miro fijamente mientras río, entonces creo que él parece notarme, sus ojos de tigre se enfocan en mí, sigue con el discurso que ha planeado pero dice:

–…Bueno y les presento a la famosa presidenta de Ellete Art School, ¿Quisiera venir a dar uno de sus maravillosos discursos, señorita Stacy?

Oh, dios mío mataré a Nicholas en cuanto lo tenga delante mí sin ese estúpido traje de tigre blanco. Lo lamentará.

Los estudiantes de EAS me aplauden como siempre, gritan mi nombre y yo por supuesto no tengo más opción que ir allí delante.

Asiento recelosa.

–Suerte, Ary –gritan Christy y Abby a medida que me alejo de las gradas y bajo para dar la vuelta hasta la otra entrada del gimnasio.

En el pasillo hay una grandiosa máquina de sodas, y como me duele la garganta pienso en sacar una lata de forma rápida.

Saco el billete que llevo en los bolsillos y marco el código, la máquina se mueve, suena pero no me entrega mi botella.

Odio, juro que odio cuando sucede eso.

–Vamos –le pido a la máquina–. Te he pagado, quiero mi bebida.

Nada, la desgraciada se ha quedado inmóvil.

Le doy un empujón leve, luego otro, y otro, y al final una patada. Maldita bebida.

–Hey, cuidado –dos brazos me rodean a la altura del cuello mientras sostienen la maquina con dedos firmes y la zarandean. En seguida la máquina parece reaccionar, suena un poco y bota mi botella.

Solo túWhere stories live. Discover now