Trágame tierra

898 126 27
                                    


 El sonido de salpicaduras sonó amplificado dentro de la espesa niebla que flotaba en la superficie de aquella piscina caliente, cuando ambos chicos sobresaltados retrocedieron violentamente hacia atrás, sorprendidos y asustados a muerte.

 El grito enfurecido del líder de secta Jiang los espantó. Resonó como el chasquido de un trueno por cada rincón de la mansión e hizo eco en sus cabezas, sacudiendo sus mentes momentáneamente confusas y devolviéndolos de súbito a la realidad.

 ¿Qué demonios estuve a punto de hacer?, se gritó internamente Lan JingYi. Estaba absoluta y profundamente conmocionado.

 ¿Qué carajos fue eso?, se preguntó sofocado, y al mismo tiempo Jin Ling, mientras que un temblor repentino le recorrió el corazón, haciendo temblar hasta la fibra más tierna y sensible.

 Sin embargo, ninguno de los dos tuvo tiempo de pensar en ello realmente. Intimidados por la sola idea de haber encendido la furia del joven de violeta consideraron que darle cara era aún más apremiante, y sin siquiera querer pensar en nada más, ambos se arrastraron rápidamente fuera del estanque y se vistieron en un instante.

 O eso fue lo que pretendieron.

 Lan JingYi tenía los dedos agarrotados, condenadamente entumecidos y temblorosos. El corazón le latía desenfrenado en el pecho y un zumbido insistente horadaba sus oídos impidiéndole pensar en cualquier cosa. Sumado a todo eso, las túnicas de Lanling eran demasiado elaboradas, muy diferentes a las sencillas y cómodas prendas del clan Lan, por lo que se enredó con las pomposas túnicas externas y frustrado solo podía despotricar internamente acerca de como éstas quedaban vueltas un desorden arrugado en su cuerpo.

 Soltó un resoplido frío e indignado, que sonó en realidad a un quejido lastimero y Jin Ling lo oyó en la distancia.

 El chico levantó la vista y lo vio forcejear torpemente y sin paciencia con las doradas y lujosas telas. ¿Acaso tenía idea de lo costosas que eran?, suspiró desconcertado. Suprimió fuertemente la tentación de darse una palmada en la frente y solo sacudió la cabeza, incapaz de procesarlo. Nunca había visto, o concebido ver alguna vez en su vida, a un Lan tan despistado e inútil.

 Se acercó completamente perdido en los pensamientos acerca de la inesperada desinteligencia del Lan y le acomodó las prendas con hábil y practicada prolijidad, para reaccionar un segundo más tarde y escapar como si hubiera hecho algo espantosamente terrible. No por aquel pequeño e involuntario acto de cortesía en sí, sino porque a su estúpido cerebro le pareció divertido repasar, en ese preciso instante, el momento exacto en el que el chico estuvo tendido sobre él, y cómo había sentido en su propio cuerpo la totalidad de su piel nívea, helada y desnuda.

 Quiso morir.

 Un infinidad de sensaciones contradictorias se agitaron en su interior.

 Tenía el rostro violentamente sonrojado, lo sabía. Sentía el calor concentrarse en su cuello, orejas y mejillas, como si tuviera la cabeza profundamente sumergida en las aguas termales. E incluso se sentía considerablemente sofocado y falto de aliento, dándole más realismo al agobiante sentimiento.

 Sin atreverse a mirar hacia atrás, tomó sus prendas dispersas y escapó rápidamente hacia la voz exasperada de su tío, que en ese momento le pareció similar a la extraviada voz de su consciencia.

 No tardó en hallarlo. Estaba plantado en el salón, investigando las marcas de lucha en el suelo polvoriento junto al líder de secta Lan, con el ceño tan profundamente fruncido que casi parecía que se volvería una mueca permanente en su rostro.

 No le resultó extraño encontrar al líder de secta Lan allí, ya que posiblemente ambos se encontraran juntos debido a la conferencia en QingHe. La repentina desaparición de un discípulo habría llegado al hombre también, era perfectamente normal que, al escuchar noticias de ellos a salvo, lo habría acompañado hasta allí, esperando ver a JingYi en buenas condiciones.

Nuestro secretoWhere stories live. Discover now