Es una pesadilla, ¿verdad?

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 El agradable pensamiento del cadáver del chico arrojado a algún lugar lejos pasó fugaz como un suspiro, pero tenía en claro sus prioridades.

 Sin la restricción, fue capaz de acceder a su energía espiritual de inmediato, y con una destreza de velocidad incomparable, Lan JingYi realizó una serie de sellos que reprimieron la cuerda que estaba todavía aferrada a la muñeca izquierda de Jin Ling. Tras una ligera sacudida aquella cosa, que reptaba nerviosa buscando la diestra del chico que había escapado de su ajuste, se transformó en un inmóvil e indefenso listón para el cabello. Ahora sí, dominada por el encantamiento realizado por JingYi parecía una inofensiva y simple cinta de seda blanca con un curioso patrón de flores de melocotón.

 Ya sin el mínimo rastro de temor la sostuvo entre sus dedos.

 Su expresión se volvió amarga y sus pensamientos giraban confusos.

 No entendía.

 ¿Cómo demonios aquella cosa maliciosa terminó con esa apariencia? ¿Era esta su imagen real? ¿así lucía antes de sufrir el cambio?

 Sus ojos repasaron con detenimiento cada detalle con infinita curiosidad. La costosa y suave tela se escurría entre sus dedos como el agua,y los hilos dorados de su bordado eran claramente de un presuntuoso oro, pero lo que llamó su atención no fue ninguna de esas cosas, sino la notoria mancha de sangre seca en uno de sus extremos.

 ¿Sacrificio de sangre? ¿¡Realmente una vida inocente fue tomada para la creación de aquella herramienta espiritual!?

— ¿Cómo... cómo lo lograste? —preguntó, ajeno a sus pensamientos y totalmente consternado Jin Ling. El trozo de tela se veía tan simple, femenino e inanimado que era todavía más aterrador y al quedar flácida sobre su muñeca se lo había entregado a JingYi de manera exagerada y cómicamente rápida, con la punta de los dedos y una expresión difícil de descifrar, un punto medio entre el asco y el terror, absurdamente irrisoria. Aunque no pudo reír, su pregunta aún hacía eco en sus oídos.

— ¿Qué quieres decir?... yo, ¿yo hice algo?

 Jin Ling lo pensó un momento. ¿Lan JingYi realmente había hecho algo para que la cuerda se aflojara antes de poder reprimirla? No exactamente. No había hecho nada fuera de lo normal.

— Entonces, ¿porqué esta maldita cosa...?

 Lan JingYi se quedó en silencio un eterno y tenso instante.

— Es muy probable que no fuera la voluntad de la cinta el apresarnos—dijo al fin—. Quizás los espasmos fueran su forma de rebelarse...

 Jin Ling no comprendía del todo su línea de pensamiento.

— Hablas como si fuera una persona —acusó frunciendo el ceño.

— Fue una persona —aseguró convencido—. Voluntariamente o no, fue su sacrificio el que permitió convertir la cinta en un dispositivo espiritual.

 Jin Ling se congeló perplejo. Se le hizo un nudo en el corazón.

 No supo si fue porque JingYi lo dijo con absoluta y firme seguridad, o porqué en realidad, pero fue persuadido por sus palabras. Sonaba convenientemente sensato.

 Volvió su vista al rostro del chico.

 La mirada de Lan JingYi contenía una intensa concentración mientras examinaba lenta e interminablemente la cinta. No solo eso, la inquietud y preocupación era tan palpable en su expresión que le causó un sutil cosquilleo en el estómago. Sentía que éste era un JingYi que desconocía. No reconocía, en su serio y sombrío semblante, al idiota natural que preguntaba insensateces y sonreía a menudo.

 Le costó mucho tiempo apartar la mirada.


 Ajeno a su debate interno, Lan JingYi determinado decidió conservar la cinta.

 Levantó la vista a punto de informar su resolución y sus ojos atraparon la indescifrable mirada de Jin Ling en él. El chico lo observaba con persistente atención, como si intentara comprender algo extremadamente complicado y su cerebro no cooperara. Cuando ambas miradas chocaron, desvió rápidamente la vista dando la extraña sensación de haber sido sorprendido haciendo algo que no debía. JingYi vaticinó que estaba pensando en algo poco práctico y rodó los ojos con frustración.

 Se incorporó.

 Se dio cuenta que aún permanecían torpemente en aquel rincón oscuro y húmedo, sentados sobre la pila de paja, cuando en realidad tendrían que estar buscando la manera de escapar.

— ¿Tu pierna? —preguntó con brusquedad desde su altura.

— ¿Eh?

— ¿Puedes caminar?... Necesitamos salir de acá. Todavía tenemos que encontrar la salida —le recordó.

— Mmh... sí. Creo que sí.

 Se irguió y efectivamente podía caminar, pero el dolor seguía allí vociferando su resistencia al movimiento con cada paso. Sentía como si en su breve descanso le hubieran apaleado la pierna herida hasta el cansancio.

 Lan JingYi no ofreció su ayuda y Jin Ling no la pidió tampoco. La habría rechazado de todas formas.

 Lado a lado se dirigieron a la estrecha entrada de aquella cámara subterránea que estaba completamente despejada. No había puerta ni rejas que actuaran como bloqueo, pero sabían que no era tan sencillo. Las barreras verdaderas no podían verse a simple vista.

 Con cuidado la diestra de JingYi tanteó el espacio aparentemente libre de peligro frente a él. Sus dedos hicieron contacto con algo sólido en el aire y sintió a su brazo entumecerse de manera dolorosa a la vez que chispas violáceas volaron en todas direcciones.

 Prisión de hexagrama. Adivinó de inmediato.

 No era una técnica sencilla de realizar, pero podía romperse fácilmente si se conocía el método. Después de todo tenía seis puntos de quiebre que podía aprovechar.

 Al ver que el nivel de dificultad no era tan alto como creyó, casi podía asegurar que era porque aquel tipo confiaba en que sólo con la energía suprimida por la cuerda los mantendría obedientemente inmovilizados.

 Bufó internamente. Furiosas llamas centellearon en sus ojos. Aquella persona los estaba subestimando y odiaba ese sentimiento.

 Lan JingYi se hizo cargo de destruirla, con una agresividad atípica en él, y continuó con su minuciosa inspección. Casi podría jurar que aquella simple obstrucción no era su única manera de retenerlos. Su idea se vio reforzada cuando, apenas unos pasos al frente, una nueva barrera lo hizo detenerse.

 Su ceño se frunció porque la sintió desconocida al tacto. Era como una fina y resistente telaraña que bloqueaba sus intentos por cruzar.

— Sé que es —dijo rápidamente Jin Ling de pie a su lado. Sus ojos estaban iluminados por un brillo particular que JingYi no comprendió—. Es una Red Dorada.

 Abrió amplio sus ojos, visiblemente sorprendido. Era la primera vez que conseguía estar frente a una y no tenía experiencia alguna sobre su configuración.

 Por el contrario, Jin Ling parecía emocionado.

 Lan JingYi quiso golpearlo. ¿A qué venía todo su entusiasmo? Si esta era realmente una Red Dorada estaban bastante jodidos.

— Dime que sabes romperla y consideraré tus sentimientos —dijo sin pensar y en tono burlón, tratando de hacerle comprender en el verdadero enredo en que se encontraban.

 Jin Ling detuvo en seco sus movimientos.

 JingYi estaba inspeccionando atentamente los finos hilos dorados de la barrera cuando lo sintió tensarse a su lado.


Joder. Joder. Joder.

No podía ser cierto. De ninguna jodida manera.

Nuestro secretoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon