El brillo de una estrella

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 El extraño murciélago de dos cabezas se precipitó velozmente hacia ellos, en un ataque sorpresivo. De sus bocas abiertas, sendos chillidos perforaron el silencio haciendo eco en las paredes, apenas un instante antes de ser silenciados violentamente de una vez y para siempre. Con un movimiento rápido y fluido, seguido de un destello cristalino, la espada en manos de Lan JingYi cercenó ambas cabezas de un sólo y limpio golpe.

 Jin Ling quedó atónito por un instante.

 Ni siquiera había notado el momento en el que la espada fue desenvainada antes de que volviera a su funda como si nada hubiera ocurrido.

 Qué temible respuesta, se dijo impresionado. Pero inmediatamente su admiración se vio enturbiada por las palabras del chico.

— Mierda, casi me hago en los pantalones —exclamó JingYi y sus piernas cedieron haciéndolo agacharse un momento para recuperarse del susto. Su corazón latía furiosamente inestable contra sus costillas.

 En su conmoción ni siquiera notó que había soltado una grosería.

 Ese repentino ataque lo tomó totalmente desprevenido. Sólo gracias a que sus reacciones eran más que decentes y actuó sin demora, pudo salvar su cuello o ahora mismo estaría peleando con un bicho que se cernía sobre él para morderlo, y encima con dos problemáticas bocas.

 Jin Ling pateó una de las feas cabezas y los ojos desorbitados del murciélago ahora sin vida, permanecían en sus cuencas perturbadoramente abiertos, mirándolo sin ver. Todavía mantenían una mirada de absoluta confusión y terror como si no hubieran esperado jamás una reacción tan espeluznante. Aunque lo que le sorprendió en realidad, fue que no había un tinte nebuloso en esos ojos, como en todas las criaturas que habían conocido allí. ¿Será porque eran ya parcialmente ciegos?, se preguntó un instante antes de que su mundo se detuviera un breve momento al reparar en que sus chillidos podían no ser sólo un grito de guerra antes del ataque, sino para comunicarse y alertar a su especie o aún peor al tipo de la daga.

— No es momento de descansar —balbuceó sobresaltado y de inmediato se puso en movimiento dirigiéndose sin retrasos a deshacer la barrera.

 Lan JingYi se repuso bruscamente ante sus palabras, y no fue menos rápido que el chico. Cerró sus ojos y su conexión abarcó un área mayor. Con algunos de sus ojos vigilantes supervisó el lugar mientras que con los restantes diagramó, paso a paso, el recorrido más directo y seguro hacia la salida. Grabó en su mente cada desvío y cada giro, así como el tiempo estimado para recorrerlo mientras controlaba la llegada del grupo de murciélagos alertados que volaban con prisa a su encuentro.

 Le tomó apenas unos instantes hacerlo y en ese breve periodo Jin Ling destrozó también la Red Dorada, su tiempo nivelado casi a la perfección.

— No te despegues de mí —dijo JingYi irguiéndose veloz a la vez que sujetaba con fuerza la muñeca del chico y comenzaba a correr sin descanso por el laberíntico pasaje.

 Sus cálculos fueron perfectos. Precisos. Sin demoras y sin obstáculos recorrieron el lugar como veloces sombras. Aunque sus piernas se resintieron enormemente, sobre todo Jin Ling que todavía no se recuperaba de su lesión, tenían un solo objetivo. Huir. Pronto vieron como el lugar se volvía cada vez más claro y sintieron el aire limpio muy cerca, despejando sus mentes, destensando sus nerviosos y tambaleantes corazones. La salida ya no estaba lejos. Su escape podría hacerse realidad.

 La tez ligeramente pálida de Jin Ling mostró una diminuta mejora, pero no se relajó. No bajaría la guardia hasta que no estuvieran muy lejos.

 Dieron un último giro y la luz del sol de la mañana les golpeó felizmente el rostro. Parpadearon sintiendo como el repentino resplandor dañaba sus ojos, pero ¡estaban fuera!. Sin embargo, no tenían tiempo para sentir alegría o alivio. Aunque Lan JingYi se ralentizó.

— Dame un segundo —dijo JingYi, cerrando momentáneamente los ojos mientras se detenía un instante y volvía a vincularse con sus ojos vigilantes.

— ¿Qué estás haciendo? —chilló Jin Ling de forma casi histérica. No entendía que podía ser tan importante como para retrasar de ese modo su escape.

 Lan JingYi simplemente sonrió con calma.

 Jin Ling era incapaz de ver lo que el chico estaba haciendo, pero si pudiera verlo se habría sorprendido de una manera más que violenta. JingYi dirigió a los ojos en un ataque contra los murciélagos bicéfalos, aunque no fue en realidad un ataque propiamente dicho. Los singulares ojos de pétalos volaron con una agilidad y velocidad vertiginosa, espoleados por la energía del joven Lan, y cuando estuvieron a una distancia ínfima de sus objetivos... simplemente explotaron.

 Las sangrientas pupilas de los diez pétalos brillaron malignamente y estallaron convirtiéndose en polvo finísimo que envolvió en una nube al grupo de bestias aladas. La efectividad fue notable, el veneno concentrado de los pétalos se dispersó en el aire y rápidamente ingresaron en su sistema, sus mortales toxinas trabajando a una velocidad aterradora. Sus cuerpos convulsionaron en el aire, sangre brotó de todos sus orificios y así, uno a uno, cayeron pesadamente sin vida.

 Una verdadera y sutil masacre.

 Aquella parecía una maniobra simple, pero consumió mucha energía espiritual. Su cuerpo se balanceó antes de ser atrapado por Jin Ling.

— Listo... sin perseguidores. —dijo con debilidad y una sonrisa suave de la que colgó un fino hilo de sangre, volvió a marearse pero con una profunda inhalación se recuperó lo suficiente para tomar la espada listo para subirse y despegar.—Vamos, no perdamos tiempo —exhortó con ansiedad al ver que Jin Ling parecía algo aturdido y perplejo.

 Pero, ¿cómo no iba a estarlo? Sus expectativas fueron superadas con creces una vez más. De algún extraño modo la presencia de Lan JingYi se volvió más sobresaliente, más destacada. Como si brillara.

 Como una estrella lejana... 

¿Estrella?... ¿brillo?

 Sí. Jin Ling se dio cuenta que apenas se podía ver el brillo de la espada rescatada por el chico en la distancia, porque el bastardo de Lan JingYi de un solo salto se subió a ella y con una velocidad asombrosa partió sin siquiera mirar una sola vez atrás.

 ¿Qué tipo de Lan era este?... sin dudas era uno dañado.

 No tardó mucho tiempo en alcanzarlo e iba a reprenderlo con dureza pero de reojo vio su tez cenicienta, las manos apretadas en un fuerte puño y la sangre que brotaba sin descanso por su nariz. Parecía internamente herido pero aún así estaba determinado a seguir, a alejarse del lugar.

 Además del complejo encantamiento de Los ojos rojos, el golpe asesino al primer Murciélago Bicéfalo y el posterior ataque al grupo, y todavía peor, el acelerado viaje en espada, había drenado gran parte de su energía y ya no podía continuar. La visión de Lan JingYi repentinamente se volvió negra y se sintió caer profundo.

 El mundo de Jin Ling se detuvo un aterrador momento mientras veía el cuerpo inerte del chico precipitarse raudamente hacia el suelo.

Nuestro secretoWhere stories live. Discover now