Un JinLing pensativo es un JinLing en problemas

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 JinLing no pudo encontrar una respuesta a todas las preguntas que merodeaban sin descanso en su cabeza, pero en el centro de su pecho se mantuvo casi expectante un inevitable, inquieto y oscuro presentimiento.

 Sorprendentemente las reacciones de la cuerda hacían pensar que estaba viva, que poseía una consciencia individual.

 Un accesorio con consciencia propia... ¿que tan increíble era eso?

 Aunque aquello no era común, en realidad era un acontecimiento bastante extraordinario para ser más específico, no era improbable. Sin embargo, según las antiguos registros, el sacrificio para poseer un artículo semejante era demasiado grande y extremadamente cruel. No muchos elegirían voluntariamente ese camino por más que, en general, los objetos obtenidos se convertieran en excepcionales armas. Sin embargo, estos eran objetos sensibles, con mal temperamento, inusualmente ansiosas de sangre y predispuestas para la venganza.

 Venganza.

 Esa era la palabra correcta. El detalle clave.

 Si el tipo tenía realmente un artículo de ese calibre y con una fabricación y un refinamiento tan retorcido, la posibilidad de su elaboración para la venganza era considerablemente alta. Pero, ¿venganza contra quién? ¿Hacia quién mantenía una enemistad tan absurda como para renunciar a algo invaluablemente precioso para él, a cambio de una simple arma?

 Suspiró frustrado porque no comprendía hacia dónde iban dirigidas sus rencorosas intenciones.

 Ya no estaba seguro, como había creído en un primer instante, que su actual situación tuviera algo que ver con la lucha interna de poderes dentro de la Secta LanLing-Jin y su posición como Líder del Clan. En realidad, temía que aquello fuera todavía más grave y complicado. Y que abarcara mucho más.

 Pero, allí encerrado, lo único que podía hacer era predecir a ciegas el grado de peligrosidad de aquel extraño personaje.

Tomó una bocanada de aire, soltó un largo suspiro y ordenó sus pensamientos con cuidado.

 A simple vista, el enemigo mantenía en su poder dos desconocidas y agresivas bestias bajo su control, y esperaba fervientemente que fueran solo dos porque si había más de aquellas criaturas vagando fuera, no sabría como explicar lo escalofriante y espeluznante que eso sería. De sólo pensarlo sudaba de forma horrible.

 Sacudió su cabeza tratando de alejar las imágenes mientras seguía con su mental recuento de datos. El extraño poseía, también, un dominio particularmente avanzado en la cultivación demoníaca y una herramienta de fabricación dudosa. Por lo poco que había podido entrever, podría decir que esa persona no era fría y calculadora, pero era inteligente, temeraria y capaz, cualidades igual de aterradoras.

 JinLing tras pensar un instante cayó en la cuenta de que incluso la daga en sus manos era demasiado sospechosa, casi podía jurar que era del mismo tipo de dispositivo y que incluso podía haber sido forjado bajo circunstancias semejantes. Pero... ¿realmente era tan sencillo obtenerlos que con tan inusitada facilidad podría conseguir dos? ¿qué tan inhumano podía llegar a ser aquel personaje?

 Le dolió la cabeza.

 Eso estaba muy por debajo de sus conocimientos. Y, para empeorar la situación, se encontraba atrapado en aquella fría caverna con alguien que podría saber incluso menos que él. Lloró de forma interna al pensar en su apestosa suerte.

 Sin embargo, lo que JinLing no sabía era que Lan JingYi estaba en realidad más familiarizado que él mismo en este tipo de materia. Olvidaba que en el Pabellón de la Biblioteca en Gusu se concentraba una fuente inusitadamente descomunal de información, y aún más importante, el pequeño Lan, a quien desdeñaba, había considerado que todo lo referente a los accesorios espirituales merecían su interés, por lo que sabía mucho más de lo que debería.

 Pero, ahora mismo dormía profundamente. Era incapaz de defenderse de las acusaciones infundadas de JinLing o de aportar su cuota de sabiduría basada en su sensata investigación, y JinLing, sin tener con quien discutir aquellos detalles, veía indefenso como todas sus cuidadosas elucubraciones solo acababan como meras conjeturas y nada más. Su ánimo fluctuante ante el probable descubrimiento del origen del misterioso accesorio y el mal presentimiento que todavía lo agobiaba, lo dejó finalmente decaído y exhausto.

 Sintió sincera envidia de las suaves, lentas y rítmicas respiraciones del chico que dormía a su lado, y de su facilidad de entrar en un sueño reparador. Aunque no dejó de pensar, asombrado, que los hábitos fuertemente arraigados del Clan Gusu eran jodidamente aterradores.

 ¿Acaso no les habían enseñado a estar en alerta máxima en situaciones de peligro?

 La cabeza de Lan JingYi tambaleó suavemente. Con un gemido lastimero, y aún dormido, buscó una posición más cómoda. La cercanía y la calidez de otro cuerpo hicieron que inconsciente e instintivamente llevara su cabeza a descansar sobre el hombro de un conmocionado JinLing, que no tuvo tiempo de pensar siquiera en escapar. Esa súbita y pequeña acción bastó para llenarle el corazón de temor.

 Como reflejo y de forma involuntaria sintió la imperiosa necesidad de alejarse a prisa, pero de forma completamente contradictoria, se quedó inmóvil. No hubo ningún tipo de rechazo real en él. JinLing se mantuvo absurdamente tieso, incapaz de moverse un solo centímetro mientras sentía a su corazón golpearle con insensata y feroz violencia en el pecho.

 Me sorprendió, convino con estupor y el corazón desordenado, envuelto totalmente en un incontrolable frenesí. Su movimiento inesperado me sobresaltó. Me desconcertó e hizo que saltara con inquietud, razonó consigo mismo sin notar en lo más mínimo que la cuerda volvía a aflojarse un buen tramo.

 Completamente perdido observó el perfil del chico pensando en la mejor manera de removerlo de su lado sin despertarlo, pero se quedó absorto contemplando esas diminutas arrugas de incomodidad en su entrecejo que desaparecieron de manera lenta pero definitiva al encontrar un inesperado confort.

 JinLing en otro momento lo habría empujado con brusquedad, y sin asomo de escrúpulo, hacia el otro lado sin importarle en lo absoluto si le hacía daño. Pero se dio cuenta que no podía hacerlo.

 ¿A qué se debía su cambio de actitud? no supo explicarlo.

 Intentó ignorar el hecho de que la cabeza del chico encajaba perfectamente en el hueco de su hombro y negar a la vez, y con más fuerza todavía, la singular sensación de su piel erizada por el cálido aliento que le hacía cosquillas en la garganta.

Nuestro secretoWhere stories live. Discover now