Lágrima de flor de durazno

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 La chica hizo un rápido sello con las manos y la niebla alrededor de ellos onduló de forma extraña, como si siguiera sus ordenes.

— No se asusten —volvió a decir, al mismo tiempo que una sonrisa divertida pugnaba por escaparse de sus labios al ver al chico de blanco, con el rostro ceniciento y sin una pizca de color, abrazar al otro chico como si su vida dependiera de ello—. Les mostraré...

 Su susurro sonó lejano y distante en los oídos de ambos cultivadores y la niebla giró velozmente rodeándolos, envolviéndolos hasta que nada fue visible. Jin Ling tenía todos los sentidos en alerta, pero sólo podía sentir los brazos de JingYi fuertemente sujetos a su cintura como si temiera separarse un sólo centímetro. Aquella inquietante proximidad y el contacto tan íntimo lo sintió sumamente incómodo, pero descubrió que no había forma de hacer que el chico lo soltara.

 Se resignó. Reunió, a duras penas, toda su energía y concentración en lo que pasaba a su alrededor.

 Pronto la niebla comenzó a reducir su velocidad hasta que se detuvo por completo para luego desvanecerse lentamente. Sin embargo, sus ojos se abrieron sorprendidos. Ya no estaban en la vieja mansión.

 El bosque sobre el que se asentaron estaba a oscuras y aunque la luna estaba en lo alto aún, resultaba terriblemente sombría. Vagas siluetas parecían esconderse tras la neblina nocturna, pero no se atrevían a mostrarse. Seguramente eran pequeñas bestias asustadas por las fuerzas que habían invadido aquel bosque.

 Ambos chicos fueron capaces de escuchar una serie de pasos presurosos acercarse antes de que sus ojos pudieran dar con aquellas personas que aparentemente estaban siendo perseguidas.

 Se trataban de tres damas, que se ocultaron rápidamente tras un espeso arbusto. Habían ampliado la brecha enormemente con sus perseguidores, pero no estaban dispuestas a confiarse.

 Jin Ling y JingYi se sorprendieron cuando la luz de la luna iluminó el rostro de las tres jóvenes, y descubrieron que eran realmente hermosas. Aún en aquella opresiva oscuridad, cada detalle reveló un exquisito y delicado rostro juvenil y de una belleza inigualable. Sus grandes capas no podían ocultar sus femeninas figuras, al mismo tiempo, el temor en sus miradas era tan palpable que resultaba estremecedor. Aunque había una inquebrantable determinación en sus pupilas. Una firmeza que era difícil de encontrar en las personas.

 Compartieron una mirada de comprensión mutua, silenciosa y profunda. Una que estaba más allá de las palabras, y la joven del medio, que era varios centímetros más baja que las otras dos, aparentemente la líder, sacó de sus amplias mangas un objeto extraño. Era como un adorno para el cabello, como una horquilla hermosamente elaborada, pero las fluctuaciones de poder en aquel accesorio era de una superioridad casi celestial.

 Con sus pequeñas manos y un ligero crujido separó aquella pieza en tres partes.

 A la muchacha a su derecha que era la más resuelta y firme le entregó una joya. Un cristal que cabría perfectamente en la yema de uno de sus dedos y que tenía forma de una lágrima, en sus manos brilló intensamente con una fría luz azulada, antes de atenuarse y esconder del todo su fulgor.

 A la joven de su izquierda, hermosa como nadie y pura cual blanca flor de loto, que lloraba de forma silenciosa, le entregó una daga alargada como una gruesa y plana aguja y tan afilada que parecía poder cortar incluso el viento y el agua. Barrió una de sus lágrimas con una ternura inconmensurable y una sonrisa serena que compartía su desconsuelo, ella también sentía como su propio corazón se rompía junto con cada trozo del objeto. Aunque sacudió sus pensamientos. Ella misma apretó la última pieza en la palma de su mano. Una pequeña flor de durazno en el cual en su centro pulsaba un poder indescriptible. Un poder primigenio e inigualable, que ella debía proteger incluso con su vida.

Nuestro secretoWhere stories live. Discover now