Alguien acecha

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Jin Ling se detuvo bruscamente y le frunció el ceño a la molesta persona que se colocó en su camino y, para empeorar las cosas, el chico que lo interceptó no era otro que su joven primo, Jin Chan. La mirada sospechosa en sus ojos lo irritó.

El muchacho temerariamente interceptó a Jin Ling, tal vez, solo para molestarlo. Sin embargo, no sabía el peligro que corría al interrumpirlo mientras su primo estaba haciendo una apresurada carrera hacia su recamara, junto a Lan JingYi. 

No fue consciente de la irritabilidad que sintió Jin Ling al ser impedido de llegar a su destino, con el chico topándose y bloqueando a propósito su camino, y su interna furia se elevó en oleadas intensas y destructoras. 

Tan furiosas que, desde el mismo Jin Ling, se extendió una presión que hizo temblar —no solo al molesto chico frente suyo— sino también al aire mismo, que repentinamente vibró y se enfrió de forma intempestiva, como si el más cruento invierno se hubiera asentado de improviso en aquel pasillo. 

Incluso los ojos de Jin Ling se volvieron dos saetas que irradiaban un poderoso y amenazante instinto asesino, crudo y feroz. Bastante intimidante.

Sin embargo, su dura mirada no logró intimidarlo. 

Fue como una piedra arrojada al mar, e incluso las olas fueron débiles. 

El obtuso y lento joven frente a él, se estremeció, es cierto, ante la súbita gelidez de la atmósfera; pero fue incapaz de ver que fue su presencia e interrupción la que fue tan mal recibida por su primo, el joven líder de secta, y siguió petrificado y con una expresión estúpida en el rostro.

El jodido chico no estaba asustado en absoluto, sino increíblemente aturdido y algo desconcertado.

Sus dos pequeños y sorprendidos ojos estaban fijos en las manos fuertemente unidas de Jin Ling con aquel Lan que había visto más de una vez junto a su primo, y no parecía tener intenciones de soltarlo. 

Además, el joven de blanco era ese extraño e insignificante discípulo de Gusu-Lan que era ahora la persona con la que los ancianos casi lo estaban obligando a entablar una amistad. 

No entendía qué era exactamente lo que veían en él, pero no podía rehusarse.

Sin embargo, Jin Chan debía tomar la iniciativa y trabajar una conexión que era más que necesaria, según los ancianos de la secta, que esperaban exactamente eso de él, ya que habían oído rumores recientes y fuertes que envolvían al joven de blanco como un discípulo importante que estaba iniciando su camino a una prominencia inminente debido al encuentro fortuito con un tesoro del clan Lan.

Lan JingYi, ajeno a los debates internos del chico, vio la trayectoria de la mirada de Jin Chan y se apresuró a soltarse de la férrea sujeción de la diestra de Jin Ling en la suya, para evitar crear malentendidos o habladurías innecesarias. 

Sin embargo, Jin Ling después de haber sido sacudido por JingYi, inmediatamente volvió a coger su mano y, sin prestarle la mínima atención a cómo pudiera tomarse su acción ante Jin Chan o quienquiera que los observara, fulminó a su primo con la mirada y retomó su camino.

El chico se quedó en su sitio repentinamente sin saber cómo reaccionar. No porque hubiera sentido miedo de la mirada furibunda de Jin Ling, sino porque la escena lo dejó dubitativo y con los pensamientos un poco revueltos.

La estrecha relación que tenía Jin Ling con aquel Lan parecía un poco… ambigua.

¿Cómo no había anticipado esa posibilidad?, pensó extasiado.

— ¿Cuál es su verdadera relación? —se preguntó a sí mismo en voz alta, mientras intentaba encontrar una respuesta—. ¿Acaso ser manga cortada era contagioso? 

Con un estremecimiento involuntario se sacudió los pensamientos y corrió a contarle al mundo su descubrimiento. ¡Aquella era una noticia realmente impactante!

Sin embargo, no consiguió transmitir sus pensamientos al final, porque un extraño lo detuvo, lo dejó inconsciente y se lo llevó.

Era la primera vez que Lan Jingyi visitaba la habitación de Jin Ling, pero no se encontraba lúcido en absoluto y no fue consciente de nada más, solo que el personal fue despedido rápida y ordenadamente. 

Las bellas sirvientas se fueron veloces, de forma obediente dejando a solas a ambos jóvenes, sin interesarles en lo más mínimo qué asunto irían a tratar. 

Después de que se fueron, una insostenible presión y un profundo silencio se extendieron llenando la recámara, volviendo la atmósfera un poco sofocante.

Jin Ling miró al chico a su lado con el corazón tenso.

Lo había escoltado hasta allí, llevado por un impulso imprudente. Por aquella necesidad internalizada de tenerlo cerca. Esa extraña sensación que él sentía como una urgencia de su propio cuerpo, de su mente, y su corazón. La necesidad de querer abrazarlo y sostenerlo cerca unos momentos.

Incluso apenas podía contener la inconmovible ansiedad de besarlo.

Sin embargo, cuando las puertas se cerraron detrás de la servidumbre, no pudo moverse un solo centímetro de su lugar para acercarse a él. Su corazón golpeaba con dureza contra sus costillas como si quisiera salirse de su control y sus pensamientos se desestabilizaron. En su cabeza había un caos absoluto y una turbia neblina no lo dejaba pensar con claridad.

A pesar de la alteración de su mente, completamente desequilibrada; una simple cosa se abatió sobre todo lo demás, invadiendo todos sus sentidos: Con Lan JingYi a su lado sentía que su caos interno tenía un orden. Encontraba al fin algo de calma.

 JingYi era su remanso.

La idea lo hizo suspirar con frustración e ironía porque, siendo tan indisciplinado y atropellado como el chico lo era, aquello sonaba absurdo y estúpido. Pero sus sentimientos eran reales y no podía suprimirlos.

Estaba nervioso, ansioso, preocupado y todos esos sentimientos surgieron debido a JingYi.

Aunque el Lan estaba distraído, distante. Jodidamente frío e indiferente.

Dió unos pocos pasos hacia él y el chico no reaccionó en absoluto. Su desatención y apatía era tan extraña y extrema que Jin Ling se sintió inseguro por un instante, también preocupado.

— ¿Qué ocurrió en el regreso a Gusu-Lan? —preguntó incapaz de ignorar ese sentimiento.

Lan Jingyi mantenía la mirada baja e inexpresiva, pero al oír su pregunta levantó la vista y sus ojos se conectaron por un breve momento.

Un destello suave pareció florecer en su mirada, pero se perdió rápidamente como si nunca hubiera sucedido.

— ¿Es verdad todo lo que dijo el idiota de Zizhen?

La mano de Jingyi se crispó sobre la funda de Lluvia de Hielo y Jin Ling no necesitó confirmaciones porque comprendió perfectamente.

Se aproximó más hasta estar frente al chico y, sin el mínimo de turbación o vacilación, cubrió la mano de Jingyi con la suya. La presionó ligeramente y con un movimiento firme movió la mano del Lan con la espada en ella hasta su pecho donde golpeó con un gesto delicado.

— Esta espada es tuya. Ella te eligió. No la rechaces…

Lan Jingyi lució sorprendido y desorientado por un instante, luego respondió con una voz tenue que no parecía suya.

— Es peligrosa.

— En tus manos, ¡no lo dudo!

Jingyi hizo una mueca y Jin Ling sonrió encontrando eso más natural en él.

— Lo digo seriamente…

— Yo también —dijo y se inclinó para dejar caer un pequeño beso sobre los labios de Jingyi, luego continuó:—. Pero, incluso el viejo QiRen tuvo problemas para dominar tu carácter, ¿qué te hace pensar que una espada lo hará?

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