Cambio drástico de temperatura

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— ¿Qué piensas sobre todo lo que vimos? —preguntó contemplativo Jin Ling a Lan JingYi, pero se sorprendió al verlo totalmente perdido en sus propios pensamientos.

 Quizás absorber toda la información de golpe fue demasiado para su pequeño cerebro, rió internamente. Sin embargo, luego de oírlo, JingYi simplemente lo miró con ligero aturdimiento y un dejo de... ¿enfado? ¿molestia? ¿desconfianza?

 Parecía ensimismado, pero también como si no pudiera conseguir comprender alguna cosa, y mordisqueaba sus labios tratando de contener su curiosidad por algo. Sin embargo, muy contrario a lo que daba vueltas en su cabeza, y respondiendo a la pregunta hecha por Jin Ling, dijo lo que le vino a la mente antes, mientras aún estaba dentro de la ilusión.

— Pienso que el tipo es un desequilibrado en búsqueda de venganza, que quizás está buscando las piezas perdidas y que las bestias seguramente han sido cegadas para obtener algo de control sobre ellas.

 Jin Ling lo observó fijamente. No le sorprendió su recuento, porque era en lo mismo que él había estado pensando, aunque sí lo hizo esta última conjetura. Como Lan JingYi, él también sentía que esa podría fácilmente ser la razón. Un cultivador ordinario no podría mantener el control sobre aquella cantidad de bestias por la fragilidad del propio cuerpo humano. Si bien el aura podía ser poderosa, si la bestia considerara que eras comida tierna, no habría mucho que se pudiera hacer. Simplemente convertirte en carne muerta. Una presa fácil. Sin embargo, si estaban cegadas y escondía su verdadera esencia, aquellas bestias no tendrían forma de saber que quien los dirigía tenía una pinta tan sabrosa.

 Mientras el chico de dorado pensaba en ello, JingYi vacilaba fuertemente con sus pensamientos revueltos. Una inquieta ansiedad cosquilleaba en su cerebro.

— ¿Qué fue lo que ella te dijo? —dejó escapar y un furioso carmesí coloreó en un instante su piel. Era tan absurdamente contrastante con las ropas blancas que Jin Ling se sintió violentamente atacado. Luego comprendió su pregunta y su propias palpitaciones volaron de una forma aún más aterradora, casi salvaje.

 No lo iba a repetir. Ni en un millón de años.

 Lo que la niña espíritu susurró era un secreto que mantendría oculto en lo más profundo de su interior y no vería la luz nunca.

 Inmediatamente inventó algo.

— Dijo que en la parte trasera de la mansión existe un estanque de agua termal, que tiene una gruesa cantidad de energía espiritual y que las hierbas medicinales cultivadas a su alrededor incluso le proveen propiedades curativas.

 Mentira. A la muchacha no le habría importado menos aquello. Jin Ling había oído acerca de aquel estanque por las personas del pueblo que codiciaban el lugar, entre otras cosas, por aquella peculiaridad en la casa del boticario.

 Lan JingYi estrechó sus ojos como si no creyera una palabra de lo que decía.

— ¿Eso fue lo que dijo? —preguntó perspicaz—. Si eso fue todo, ¿por qué te sonrojaste?

— ¡Yo no me sonrojé! —replicó furioso —. Si no me crees ve a ver.

 JingYi lo observó particularmente fijo. Su reacción era todavía más sospechosa. Sin embargo, volvió a asaltarlo las dudas que lo retuvieron en un primer momento, ¿por qué demonios estaba indagando sobre algo como aquello en realidad? Se sintió bastante tonto e hizo a un lado sus sospechas.

 Le dio una larga mirada al chico y se miró a sí mismo y pudo comprender porqué la joven habría sugerido la idea del estanque termal. Ambos estaban cubiertos de sangre y suciedad. Además se veían física y mentalmente agotados y Jin Ling, aunque parecía recuperado en un setenta por ciento, todavía mantenía al mínimo la presión sobre su pierna lesionada.

Nuestro secretoWhere stories live. Discover now