Ojos rojos

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— Debes estar bromeando —masculló JingYi torpemente, pero JinLing no respondió.

 No pensaba responder. No iba a hacerlo de ninguna maldita forma.

 En su lugar, e ignorándolo, se puso en movimiento. Condensó energía Yang en la punta de sus dedos. Hizo lo mismo con la otra mano, con energía opuesta, y apoyó ambas manos sobre la Red Dorada que bloqueaba el paso frente a ellos, algo separadas entre sí las extremidades.

 Lan JingYi lo observaba estupefacto y sorprendido, sin atreverse a abrir la boca. Más bien, boquiabierto de la conmoción pero incapaz de emitir sonido alguno.

 JinLing hizo que fluyeran los dos tipos de energía antagónicas, dentro de los finos hilos como telaraña de la barrera, inundando de manera gradual aquellos etéreos canales. Con extrema suavidad, y con la misma cuidadosa lentitud ambas manos se movieron simultáneamente hacia el centro.

 Se podía percibir un sonido penetrante de crepitar en el aire, como si aquella zona en la que el chico trabajaba estuviera electrizada. A causa del esfuerzo y la diligente concentración su ceño se frunció profundamente, pero continuó sin titubear. No mucho tiempo después, las manos le temblaron. Precisamente en el momento en que sus dedos iban a hacer contacto en el centro, pero éstos nunca llegaron a tocarse. Con un atronador centelleo y un destello titilante, cálido e intenso, que iluminó de dorado las rocosas paredes, la barrera fue eliminada.

 Sólo así como así.

 En un instante y con una facilidad tan absurda que resultaba patéticamente cómica.

 Hubo un momento de confusión y un largo silencio que reverberó en las paredes de aquel pseudo-calabozo.

 Lan JingYi estaba mortalmente desconcertado y aturdido. Incrédulo levantó su diestra en el aire y efectivamente la barrera se había ido. Ni un solo rastro de su triste existencia quedaba en el lugar.

— ¿Có... cómo demonios lo hiciste? --soltó estupefacto, sin dar crédito a lo que veía.

— Tío Jiang Cheng... —explicó en un susurro bajo JinLing— solía encerrarme en una, todo el tiempo en el Muelle del Loto, cuando era pequeño. Eventualmente aprendí a eliminarla para escapar—acabó con una sonrisa brillante de orgullo—. Él nunca se enteró.

 JingYi lo vio con una nueva luz.

 Inesperadamente JinLing tenía ese tipo de talento.

— Me alegra que no seas tan inútil después de todo —reconoció con la voz ligeramente impregnada de desdén, pero sus palabras tenían un matiz de una violenta y ansiosa inquietud. Todavía recordaba lo que había ofrecido si el chico podía deshacerla.

 ¡¿Quién hubiera dicho que realmente poseía tal habilidad?!

 Lan JingYi sacudió sus frustrados pensamientos y lo apremió con un simple 'vamos' antes de que el chico tuviera oportunidad de decir nada más. Intentó pretender que no dijo nada estúpido anteriormente, y sin dar espacio a una réplica o cualquier retraso, lideró el camino. Estaba impaciente por salir de allí de una jodida vez por todas.

 Aunque el corazón palpitaba con ensordecedora violencia en el pecho, no dejó que sus emociones inestables lo distrajeran.

 En el exterior mantuvo la compostura pero por dentro estaba lleno de una inestable incertidumbre.

 Estando en territorio enemigo no bajaron la guardia en ningún momento, y recorrieron el lugar con precaución. Sus cautelosos pasos eran en extremo sigilosos e inaudibles mientras deambulaban de forma casi imperceptible y con prisa los laberínticos túneles subterráneos. Aquellos sinuosos pasillos, vacíos a simple vista, los llevaron a agudizar todo su ingenio. JingYi comprendió que no podía confiar plenamente en su audición.

Nuestro secretoWhere stories live. Discover now