La niña de la cinta

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 "AHHHHHH..."

 Lan JingYi soltó un alarido estridente y nada masculino, mientras que con un salto involuntario se escondió tras Jin Ling.

— ¿Q-qué fue eso? —indagó con un agudo y finísimo hilo de voz, encogido tras el chico y aferrado fuertemente a su manga. Por mucho que Jin Ling tiró de ella, no hubo ni la más mínima respuesta. JingYi no iba a soltarlo por ningún medio.

 Indefenso, soltó un suspiro exasperado y sin bajar guardia, ni a su espada, buscó la fuente de esa voz cristalina y aniñada que espantó de esa jodida forma al idiota.

— Muéstrate —ordenó con firmeza y su voz reverberó severa en la habitación vacía.

 JingYi apretó más fuerte la tela entre sus dedos.

 En la entrada del salón se materializó una niña de no más de dieciséis o diecisiete años, con su figura alta y delgada y su largo vestido blanco vaporoso, bordado en oro con delicadas flores de durazno, parecía ondear con la brisa veraniega, pero extrañamente en ese momento no había una sola ráfaga de viento que pudiera levantar siquiera el polvo asentado en el suelo. En la quietud, ni la más pequeña brisa movía ligeramente las ruinosas cortinas de seda. Aún así, cientos de pequeños pétalos desde los árboles fuera, se colaron en el interior por la ventana entreabierta, y flotaron a su alrededor como un halo inmortal. Como pequeñas mariposas excitadas que volaron felices a su encuentro.

 Aquella imagen, que perduró apenas unos instantes ante sus ojos, quedó muy lejos de ser aterradora. Parecía surreal, como sacada de un bonito sueño. Sin embargo, Lan JingYi soltó un jadeo ahogado y se aferró con más fuerza, ahora al brazo de Jin Ling, apretando más duro.

 Este, impotente, no podía sino rodar sus ojos por la infantil reacción del chico.

 El espíritu de la niña los miró con calma, con los claros ojos abiertos, algo vacilantes. Su hermoso rostro traslúcido, pálido y suave conservaba perpetuamente su pausada transformación de niña a mujer. Su expresión era tranquila, amable y ligeramente culpable a la vez. Cabía explicar que, en su ingenuidad, no esperó conseguir una respuesta semejante del joven de ropas blancas, de ese cultivador tan prominente que la sorprendió gratamente una y otra vez en la caverna.

 Desde un principio no tenía la intención de asustarlos. Solo quería agradecerles, porque, de no haber sido por ellos, quizás jamás habría podido regresar a aquella que fue una vez su casa.

 Su ser entero contenía hacia ambos una gratitud muy grande y al mismo tiempo, un profundo sentimiento de pesar.

 Su corazón se sentía pesado al pensar que les había hecho daño, aún sin proponérselo, y eso era debido a que ella era parte primordial en aquella flexible herramienta espiritual en manos de la persona que los mantuvo en cautiverio. Esa cinta para el cabello que devoraba su energía espiritual mientras los tenía firmemente esposados.

 No siempre fue así, pero su esencia dentro de la cinta había sido ferozmente corrompida. Erosionada por la oscuridad de su amo, fue impregnada de su maligna aura y forzada a cometer todo tipo cosas indignantes, muchas de las cuales se arrepentía.

 Afortunadamente fue liberada.

 Aunque todavía no entendía muy bien como sucedió.

 Sólo sintió que la estrecha conexión que había entre los dos jóvenes dejó una impresión muy fuerte en la pequeña huella de humanidad que quedaba grabada en la cinta que los retenía. Fue como si fuera golpeada por un haz de luz en aquella perpetua oscuridad. Fue como si después de mucho tiempo despertara. Sin embargo, recobrar su lucidez fue complicado. Aquel fue un proceso difícil y agotador. Su consciencia parecía volver de manera sutil, pero intermitente. Se reforzaba en los momentos en los que el vínculo se estremecía por las fuertes emociones entre ellos, cuando sus corazones saltaban de forma inconsciente por el otro.

 Ella podía percibir cada pequeño cambio, mientras permanecían atados juntos, cada mínima fluctuación de ánimo y de emociones. Había mucho más entre los dos de lo que cualquiera de ellos se atreviera a admitir, pero eso era algo que definitivamente no iba a comentarles. No los iba a exponer. Aunque, pensándolo bien, quizás debería entregarles algunas sutiles pistas, porque ninguno parecía ser consciente de la profundidad de sus emociones.

 Finalmente desistió de entrometerse en los asuntos mundanos y observó, con visible tristeza y sincero anhelo en su mirada, a lo que alguna vez fue su antiguo hogar. Cada centímetro de la residencia estaba profundamente registrada en su memoria y algo en su interior se estremeció al encontrarla exactamente idéntica a sus recuerdos. Sólo el imponente vacío y el deterioro lo sintió demasiado chocante. El tiempo había transcurrido ciegamente e implacable.

 Si hubiera podido llorar, estaba segura de que sus ojos se habrían desbordado de lágrimas amargas. Nunca había mostrado su lado vulnerable, pero su alma devastada había pasado por mucho.

 Ahora mismo sentía un dolor tan grande y abrumador que podían compararse sin dudas a la magnitud de sus viejos errores.

— Lo siento... —dijo con delicadeza— no quise asustarlos...

 Ajá, pensó Jin Ling, ¿y el espeluznante aullido sólo fue una muy sutil y suave alerta?

 Ignoró las palabras de la 'noble y respetuosa' fantasma y comenzó a considerar como tratar con los asuntos pendientes que ésta pudiera tener. En su mente aquel era un inconveniente menor, y quería manejarlo con rapidez. Todavía quería descansar un poco antes de retomar su viaje. Sentía la necesidad alejarse lo más posible de aquel sitio. Su cabello se le erizaba al pensar que permanecían aún en una zona cercana a la caverna. Agobiado no podía quitarse la sensación en la piel de que en cualquier momento podría aparecer el tipo extraño, apoyado en el marco de la puerta de entrada o paseándose de forma arrogante entre los árboles de melocotón.

 Se estremeció con sólo pensarlo.

 Como una mala premonición, la niebla se expandió súbitamente entrando a raudales hacia el interior de la habitación en la que estaban. La temperatura descendió bruscamente, enfriando la atmósfera, a la vez que la oscuridad de forma lenta comenzaba a reinar, pero por más que tuvieran sus sentidos en una alerta máxima, no había una intención asesina real en en el ambiente. No había rencor. No había el hedor de la sangre derramada. No había emociones pesadas. No había nada.

 Jin Ling extrañado, frunció el ceño con desconcierto y creciente desconfianza... ¿cómo es que no podía ver siquiera la más leve impresión de rencor en la muchacha?

 ¿Será que no era ella la causante del cambio radical dentro de aquel lugar?

 No fue una suposición hecha al azar. Jin Ling vio su expresión. Vio como sus ojos se movían en pasmada confusión, un segundo antes de abrirse con absoluta sorpresa y terror. Algo le dijo que no estaba bromeando. Rápidamente llegó a la conclusión de que si algo asustaba de esa manera a un fantasma... ¿qué tan jodidos estaban?

— ¡Atrás! —gritó

 Jin Ling no perdió un segundo y se giró con rapidez, trayendo consigo a JingYi para protegerlo tras su espalda. Lo que vio allí lo dejó estupefacto.


 Ahora sí, estaban condenados. Bien condenados.

Nuestro secretoWhere stories live. Discover now