Reencuentro

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Los días pasaron lentamente y con algunos pequeños sobresaltos para el joven líder de Secta.

Al no tener en quién confiar, Jin Ling tenía el deber y la responsabilidad de supervisar todos los preparativos personalmente.

Sin embargo, aprendió a disponer de ojos y oídos que realmente respetaban sus órdenes en Lanling-Jin, aunque éstos fueran un recurso más bien limitado.

De esa forma, llegó a desbaratar de forma furtiva y a escondidas las tramas más arriesgadas contra él y aprendió a beneficiarse de algunos planes que le eran convenientes.

Como, por ejemplo, le ocurrió recientemente.

Después de descubrir que sus más fervientes detractores habían conseguido manipular una horda de bestias espirituales de mayor peligrosidad que la acordada en un campo otorgado para la competencia de caza, lo que hizo Jin Ling fue delimitar el lugar a sabiendas de ello. Luego, sin levantar sospechas y cuando llegara el momento adecuado, lo nombraría como una zona de caza peligrosa. Lo convertiría en un lugar riesgoso y amenazante al que no todos podrían acceder.

De ese modo, se aseguraría de derrotarlos en su propio juego.

Pero, tan jodidamente ocupado se encontraba que, en un abrir y cerrar de ojos y más rápido de lo previsto, el día que había estado esperando llegó bajo la apariencia de una celebración ampulosa y despilfarradora, digna del antiguo esplendor de Lanling-Jin.

Los ancianos aún querían demostrar que la abundancia y riqueza de la secta no había sufrido daños considerables, a pesar de todo lo sucedido, y no podía resistirse u oponerse por completo a ellos. Aunque comenzaría a planear cambios progresivos para acabar gradualmente con la exagerada opulencia que disfrutó y siempre sintió adecuada, pero que ahora que entendía más acerca del mundo de la cultivación la consideraba bastante ridícula.

Tenía que ser realista. Los viejos tiempos no volverían y tenía que empezar a administrar lentamente, aún bajo sus propios límites, y también comenzar a estabilizar de a poco su posición. Necesitaba contrarrestar los malos viejos conceptos que ya no podían sostenerse, desde el lugar que le correspondía y a sabiendas de que muchos no estarían de acuerdo con aquello.

Además, ya no podía ni quería escudarse tras su tío. Quería valerse por su cuenta y debía estar comprometido con ello.

Jin Ling tenía marcas de mal sueño y su mal genio se había disparado sin control. Sin embargo, desprendía una fuerte sensación de resolución y sus ojos brillaban con un entusiasmo nunca antes visto en él.

Ataviado en sus mejores prendas fue un anfitrión destacado mientras los líderes de diferentes Sectas y Clanes diversos asistían de acuerdo a las invitaciones enviadas.

Su imagen simplemente retrató que era alguien que había sido testigo de la sociedad y la ceremonia desde una edad temprana. No se sentiría nervioso en absoluto en este tipo de situación.

Aunque, sí había un rastro de anticipación e impaciencia incapaz de ocultar o someter. Y todo porque, a pesar de que era exageradamente temprano aún, los representantes de la Secta Gusu-Lan todavía no se presentaban.

Había preparado mucho, pero si el bastardo de Lan JingYi no aparecía ¿tendría todo aquello algún sentido?

No quería pensar en la pequeña posibilidad de que eso pasara porque no lo soportaría. Mantuvo su mente ocupada en otras cosas sabiendo que, si se detenía a pensar, aquel pensamiento echaría raíces y lo haría colapsar.

Lan JingYi tenía que aparecer. No, estaba completamente convencido de que el chico lo haría. Él no lo decepcionaría.

Oyó un alboroto en la distancia y su corazón saltó. Si no era JingYi revolucionando todo a su paso, ¿quién más podría ser?

Nuestro secretoWhere stories live. Discover now