Un camino accidentado: De Laoling a CaiDie

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 Jin Ling se tambaleó como si hubiera sido golpeado.

 La boca se le secó y aunque la abrió torpemente varias veces de forma nerviosa, nada salió.

 De algún modo no podía encontrar sus palabras. Su cerebro estaba entumecido. Se encontraba perplejo y asustado. No. En realidad, se estaba completamente aterrorizado.

 No dudó siquiera un segundo acerca de la habilidad de Wei WuXian de poder diferenciar realmente aquel que parecía un absurdo para cualquier otro. Sin embargo... ¡era el Patriarca Yiling después de todo! El fundador del cultivo demoníaco. Un demonio que regresó de la muerte para revolucionar y sacudir el mundo del cultivo desde sus cimientos, como si fuera un impredecible e imparable desastre natural.

 ¿Cómo podría no creerle? No se atrevía a no hacerlo.

 Si se detenía a pensar, incluso ser un manga cortada ni siquiera era lo peor o lo más ridículo en su historial.

 Jin Ling permaneció en pánico lo que pareció una eternidad. Olvidó cómo respirar. El aire, que no sabía como se supone que debería llevar hasta sus pulmones, comenzó a faltar empezando a hacerle doler el pecho, como si estuviera resintiendo la falta de oxígeno en su interior, presionando y exprimiendo su corazón hasta convertirlo en una pasa seca.

— Bien, bien... todos adentro —exhortó Wei WuXian al grupo sin darle a Jin Ling tiempo a recuperarse o la mínima posibilidad de hablar—. Todavía hay mucho que asimilar.

 Con esa última frase lo miró directamente y Jin Ling por un momento no supo dónde esconderse. Aquella mirada era desvergonzada, punzante e inteligente, y parecía poder desentrañar todos sus secretos más vergonzosos. No pudo sostenerla, y debió desviar la vista acobardado.

 Dejó al grupo atrás, y fue el primero en entrar nuevamente en la mansión, pero se detuvo bruscamente en la entrada porque no pudo evitar oír la molesta voz de Ouyang Zizhen fuera, balbuceando acerca de cómo cuando ya sus discusiones con Lan JingYi se elevaban de tono, parecían no poder mantener las manos alejadas del otro.

 Quiso golpearlo. Fuerte y hasta hacer que ni siquiera su propio padre pudiera reconocerlo.

 No entendía, ¿porqué sus peleas sinceras y reales con JingYi se escuchaban tan jodidamente mal cuando salían de su boca? ¿Acaso siempre se habían visto así?

 Pensó en ello, pero no creyó que fuera de ese modo. Si uno de ellos decía algo, el otro tenía que decir su propia versión, y no le importaba si otros podían entenderlos. A veces, mientras gritaban, incluso comenzaban a pelear entre ellos, y si no podían resolver sus disputas, se iban a luchar explosivamente contra su descontento mutuo. Así de simple.

 Sin embargo, casi podía ver la sonrisa en el rostro de Wei WuXian lleno de pensamientos desviados luego de aquellas desafortunadas palabras del idiota de ZiZhen.

 Sintió la repentina necesidad de regresar sobre sus pasos y patearle el trasero al futuro líder de Secta Ouyang, pero el grupo había seguido su ejemplo y se encaminaron hacia adentro también, obedeciendo a los mayores. No tuvo oportunidad de hacerlo, y resignado eligió involuntariamente moverse hacia el interior, como si no hubiera oído nada.

 Además, no podía justificar tampoco su arrebato.

 Desistió inmediatamente de aquella furtiva idea. Suspiró y, con la exasperación dominando todos sus movimientos, se sentó malhumorado en la zona más lejana de los demás.

 Observando su repentina hosquedad, Lan SiZhui se apartó discretamente de ellos también y con cautela tomó un lugar a su lado. Lo observó por un momento con la mirada compleja, como si quisiera decir algo pero no se atreviera.

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