Capítulo 69

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7 de julio, New York, 1959

Lauren observaba a Ruth, quien ordenaba las cajas con nueva mercadería en silencio. En todo el tiempo que llevaban haciendo eso, no había abierto la boca en lo más mínimo y ni siquiera le había hecho una de sus acostumbradas insinuaciones que terminaban en besos subidos de tono, escondidas detrás de alguna torre con juguetes. No habían llegado más allá, porque Lauren no se sentía preparada aún. La única persona que la había tocado bajo su consentimiento había sido Camila y las cosas no habían salido bien. Lo bueno es que la mujer no hablaba de ese tema y ella prefería que fuese así. No sabía con qué ojos la miraría después de enterarse de esa mancha negra en su pasado, que por fin había pasado a convertirse en eso y no en el agujero negro que consumía sus ganas de vivir. Lo haría más adelante. Eso era lo que siempre se decía frente al espejo antes de salir a trabajar o encontrarse con ella en alguna fuente de soda o cafetería. Más adelante. Tiempo tenía de sobra.

Sin embargo el silencio, antes su amigo, le molestaba mucho en ese momento. Solo era roto por el sonido de la cuchilla rompiendo el papel y el de su lápiz escribiendo en la hoja de inventario. La ojiazul estaba en eso, cortando una cinta de embalaje cuando se pasó a llevar el dedo con el cúter. Una serie de gotas rojas comenzaron a caer de la herida recién practicada y Lauren se preocupó. Ruth hizo amago de llevarse el dedo a la boca, pero la menor la detuvo. Observó la herida, un tanto sonrosada en los bordes, y se fue a buscar el botiquín de emergencias, el cual se encontraba cerca de la entrada a la bodega. La otra mujer no se movió en ningún momento, siguiendo atenta sus movimientos. Lauren humedeció un trozo de algodón con un poco de alcohol y lo aplicó en la herida con pequeños golpes. Ruth se mordió el labio, conteniendo las ganas de gritar o hacer manifiesta su molestia, aunque más de algún quejido salió de su boca. Luego, la chica envolvió el dedo con un apósito y cuidó de que este no incomodara a la mujer, pero siguiera teniendo la movilidad necesaria para terminar el trabajo. Esta le sonrió y, tras observar a su alrededor, le dio un beso casto en los labios, como una especie de agradecimiento. La ojiverde se sintió tranquila con ello. El problema, entonces, no era ella.

- Ahora vas a contarme por qué estás tan distraída, ¿cierto? - sugirió Lauren en lo que guardaba los implementos utilizados.

- ¿Ese es el precio de este noble servicio? - replicó la mujer levantando el dedo herido. Lauren asintió divertida. - Y yo que pensé que lo habías hecho solo por ser yo quien lo necesitaba.

- Quizás, pero eso no quita que quiera saber qué te pasa. Se supone que por eso me pediste una oportunidad y yo te dije que sí. Si no me interesara por ti, no me importaría lo que te pasa y te habría dejado desangrándote.

Ruth la miró con una mirada llena de bondad y, para temor de Lauren, amor, por lo que se obligó a apartar unos segundos su vista de ella. La mujer tomó sus manos entre las suyas y rozó con la yema de sus dedos sus muñecas. La chica sintió un escalofrío recorriéndole la espalda, pero no dijo nada. La mujer luego acarició con su pulgar las mejillas de la chica y le preguntó, en un tono cansado:

- ¿Piensas que algún día podremos ser felices tú y yo? - Lauren no estaba preparada para responder eso. - A veces siento que estoy tan dañada, que me da miedo que tú sufras por culpa mía. Te quiero tanto, Lauren, que a veces no sé si lo que estoy haciendo es lo correcto o no. Tengo muchas dudas. Simplemente, no quiero que tu luz se vea contaminada por mi oscuridad. Me preocupas más de lo que me ha llegado a preocupar alguien en toda mi vida. A veces creo que soy muy egoísta.

- No sabes cuánto te entiendo, Ruth. Yo pienso lo mismo todos los días. A veces creo que fue eso mismo lo que terminó dañando lo que había entre Camila y yo. - Ruth se sentó en el piso e invitó a Lauren a hacerlo. Era la primera vez que se atrevía a ser abierta con ella. A decir en voz alta algo que llevaba tiempo reflexionando. - Incluso me cuestiono si alguna vez me amó. Creo que, en su papel de enfermera, ella me veía como alguien que la necesitaba y cuidaba. No niego que me haya tenido cariño, pero quizás se limitaba a eso. Yo no lo daba lo que ella necesitaba y cuando vio que pasaba por ahí... Bueno, cuando Ella pasaba por allí, no le fue difícil caer. Cualquiera lo haría. Basta con mirarla a ella y luego mirarme a mí. Soy muy poca cosa.

Smoke Gets In Your EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora