Capítulo 14

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15 de febrero, New York, 1959.

El día nublado tenía a Lauren en un estado de letargo absoluto. Camila estaba sentada con una revista entre sus piernas, uno de sus codos apoyado en el sillón y la cabeza en su mano, concentrada en su lectura. Lauren aprovechó ese momento para observarla con mayor detenimiento. El cabello lo llevaba amarrado, lo que le dejaba apreciar su rostro, el cual se había transformado en su anhelo todas las noches desde el primer momento en que la conoció. A veces se preguntaba qué habría pasado si su tía no se hubiera encontrado a Camila en esa fiesta. Recordaba el entusiasmo de ella al contarle que había hallado a la persona indicada para cuidarla y su propia renuencia habitual ante la idea de que de nuevo le trajeran a una enfermera. Camila era la contratación número veinte en lo que llevaba viviendo con su tía, pero era por completo distinta a las demás. Se había quedado con ella. Le había prometido que la ayudaría a superar todo. Eso la volvía especial.

Su belleza no era lo que la traía así de mal. No podía negar que Camila era bellísima, con ese toque exótico que le daba la sangre latina que corría por sus venas. Algo en su alma, muy en lo profundo, era en donde residía su verdadera belleza. Eso mismo que le estaba entregando la confianza necesaria para no apartarla de su lado y por el contrario, necesitarla como nunca había necesitado a alguien antes. Lo que estaba sintiendo por Camila era superior a sus fuerzas, algo que la controlaba y contra lo que no podía oponerse. En parte porque no quería y otra porque no podía.

- Lauren... - La aludida cerró los ojos para salir de sus pensamientos y se encontró con los oscuros ojos de Camila observándola sin ese sarcasmo y entusiasmo habitual. Lauren se preocupó, pero lo disimuló de inmediato bajo una mirada impasible.

- ¿Qué quieres?

- ¿Podrías cantarme algo?

Eso la dejó helada. Esperaba cualquier cosa, menos que le pidiera que le cantara. Lauren jamás lo hacía. Desde que había ocurrido todo eso, la música había quedado apartada de su vida. Al menos la música que pudiera emitir ella desde su voz o del piano que no tocaba hace años.

- ¿Por qué tendría que hacerlo? - replicó mientras se cruzaba de brazos.

- Porque estoy aburrida. - dijo Camila mientras suspiraba, lo que la hacía ver adorable a los ojos de Lauren. - No sé cómo puedes leer esto sin quedarte dormida. Anda, no seas pesada y cántame algo.

- No conozco ninguna canción. - dijo la chica mientras giraba la cabeza hacia otro lado. Camila comenzó a reír y eso hizo que sin querer en el rostro de Lauren se formara una sonrisa. Era la risa más adorable del mundo.

- ¿Cómo que no conoces ninguna canción? Te la pasas colocando esos vinilos infernales todos los días. Más de alguna canción te debes haber aprendido.

Lauren soltó una carcajada y eso dejó a Camila sorprendida. Era la primera vez que la escuchaba reír con naturalidad, sin que estuviera esforzándose en hacerlo o para burlarse de ella. Con más confianza se comenzaron a reír entre sí hasta el punto de que a ambas les doliera el abdomen.

- ¿Vas a cantar si o no? - dijo Camila mientras recuperaba la respiración.

- ¿No te cansas de fastidiar? - preguntó Lauren poniendo los ojos en blanco para luego reprimir otra risa al ver la expresión de Camila. - Claro que no lo haces. Tía Eva te contrató para hacerme la vida imposible.

- No sé quién le hace la vida imposible a quién. - habló Camila medio seria y media muerta de la risa.

- A ti te pagan por hacerlo. Yo lo hago gratis.

- Con lo odiosa que eres, lo que hago es servicio social. La señora Green debería pagarme más.

- Pues si no estás conforme te puedes ir. - Soltó Lauren con los brazos aún más apretados contra su pecho y la cabeza inamovible observando hacia otro lado menos el lugar donde estaba Camila. - La puerta es bien ancha.

Smoke Gets In Your EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora