Capítulo 13

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13 de febrero, New York, 1959.

Prácticamente habían pasado dos semanas y media desde la conversación con Lauren y las cosas estaban marchando muy bien para Camila. Si bien la chica seguía haciendo sus actividades habituales, al menos cuando llegaba a su habitación con la bandeja del desayuno le respondía los buenos días. Eso, en comparación a su actuar de siempre era un avance significativo que la mantenía en un estado de dicha constante.

En el piso de la 80 Broad St., Normani y Dinah también se habían dado cuenta de ello. Los días que a ella le tocaba hacer el aseo de la casa, Ella Fitzgerald sonaba a todo volumen. Se amarraba un pañuelo a la cabeza, se colocaba el delantal y empezaba a cantar mientras pasaba la escoba:

"When I was a kid about half past three
My ma said «Daughter come here to me»
Said things may come, things may go
But this is one thing you ought to know
Oh 't ain't what you do it's the way that you do it
'T ain't what you do it's the way that you do it
'T ain't what you do it's the way that you do it
That's what gets results..."

Camila pasaba y pasaba la escoba, sin darse cuenta de la presencia de Normani, quien venía con su uniforme del hospital y una cara de cansancio que cambió por completo al ver a su amiga tan distendida. Camila había estado los meses pasados muy taciturna y sabía que eso se debía a Daniel y su empleo en el hospital. Normani no entendía por qué su amiga seguía con él si estaba más que claro que no sentía lo mismo que ese chico. Dinah le había comentado el otro día que Camila había recibido una carta desde Vietnam y, en vez de suponer una alegría para ella, su cara era todo lo contrario.

You can try hard
Don't mean a thing
Take it easy, greasy
Then your jive will swing
Oh 't ain't what you do it's the place that you do it
'T ain't what you do it's the time that you do it
'T ain't what you do it's the way that you do it

Camila dio una media vuelta con la escoba y se detuvo cuando se encontró con Normani, quien estaba aguantándose las ganas de reír. Se sonrojó un poco y bajó la cabeza para continuar con su tarea. Su amiga se acercó y se tiró al sofá, golpeando el espacio que había a su lado para que Camila se sentara. Ella lo hizo, con la escoba todavía en su mano.

— Veo que hacer el aseo te es más divertido que a mí. — dijo Normani sin dejar de sonreír. — Podría cederte mis turnos y así podrías estar más contenta.

— No me molestes. — dijo Camila avergonzada. — Pensé que llegarías más tarde.

— Pues te equivocaste, linda. Llegué justo para ver el espectáculo. — Camila la golpeó en las costillas y dejó caer su cabeza en el hombro de Normani. Ella por su parte apoyó su cabeza en la de Camila y se quedaron calladas un buen rato, hasta que la chica volvió a abrir la boca. — ¿Vas a contarme a qué se debe esa felicidad?

Camila levantó su cabeza sorprendida ante esa pregunta y observó a Normani, quien esta vez tenía en su rostro una expresión de solemnidad que le dejaba más que claro que no podría escapar de allí sin responder satisfactoriamente al cuestionario de su mejor amiga. Enderezó su espalda y le contestó haciéndose la tonta:

— ¿Contarte qué?

— No te hagas la que no entendiste, Camila Cabello. A Dinah y a mí no nos engañas. Desde hace unas semanas que andas así, sonriendo por todo y por nada.

— Siempre me he reído por todo, Mani. — dijo Camila con la vista fija en su tocadiscos.

— Cami, sabes que no. Entiendo que quizás no le hayas querido decir a Dinah, pero al menos dímelo a mí. — Normani tomó una de las manos de su amiga y la apretó con fuerza. — ¿Conociste a alguien?

Camila casi se atragantó con su propia saliva. Esa era una pregunta de alto calibre y sabía que, si lograba salir de esa sin contestarle, Normani no descansaría hasta que lo hiciera. Pero,  ¿qué podía decirle?: “¿Sabes qué? Creo que estoy empezando a sentir cosas por la sobrina de mi jefa, a quien se supone que debo cuidar y ayudarla a salir adelante con su enfermedad. No confundirla con sentimientos que no irán a parar a ningún lado.

Claramente no lo haría. Al menos no de forma directa. Quizá sólo estaba confundida y estaba haciendo una tormenta en un vaso con agua. O tenía ese extraño síndrome del que hablaba el personal del hospital, el de Florence Nightingale, donde las enfermeras se enamoraban de los pacientes. Se había deslumbrado tanto por la fragilidad y belleza de Lauren, que había sacado a la luz un deseo reprimido de protección hacia la muchacha. Quién sabe.

Pero tenía más que claro que si no lo hablaba con nadie que no fuera sí misma, seguiría igual o peor de confundida de lo que ya estaba. A lo mejor al contárselo a Normani (no toda la verdad, pero sí parte de ella), podría hacerse un panorama mejor.

— Quizás.

Eso bastó para que Normani comenzara a hiperventilar y actuar como niña pequeña. Camila se rio a carcajadas junto a ella y espero a que se calmara para seguir con su relato. Ya había dado el primer paso.

— Pero es algo complicado.

— Tú tienes una fascinación por los amores tormentosos. — dijo Normani poniendo los ojos en blanco. — ¿Qué tan complicado es?

— Pues, esta persona tiene sus problemas y es... — Camila no encontraba palabras para explicarle la situación a Normani. — Está prohibido.

— ¿Está casado? — dijo Normani con una naturalidad que a veces a Camila la sobrepasaba. Deseaba tener una personalidad tan desinhibida como la de ella. — No serías la primera ni la última en ser la amante de alguien.

— No. Es que me tiene un poco confundida. — Recordó la vez que encontró la carta de Daniel en la habitación de Lauren. — Hay días en los que da la impresión de que me odiara y otros en los que me hace creer que siente algo por mí. Y creo que algunas de mis actitudes también pueden dar para que se confunda al igual que yo. No quiero que ni esa persona o yo salgamos dañadas porque sí.

Normani escuchaba atenta todo y eso hacía que Camila se dijera a sí misma que había hecho bien en confiar en ella. Aun así, no se atrevía a decirle que toda esa confusión la producía una mujer. Nunca habían conversado sobre ese tema. Tampoco era algo que se viera en las calles todos los días. Camila sabía que existían centros nocturnos en donde se reunían con mayor libertad, pero otro poco prefería mantenerse oculto. Formaban familias, viviendo con una persona por la que no sentían nada más que un cariño de amigos, a los cuales desposaron por consejo de sus padres o como una pantalla para evitar que los demás hablen de ellos. Incluso si alguna mujer u hombre llevaba una vida sexual más abierta no podía vivir nunca en paz. Existían personas que consideraban que, cuando la mujer era más o menos bella, estaba desperdiciándose y otros que decían que los hombres que tenían una orientación por completo distinta no eran más que pervertidos. Era difícil vivir en una sociedad donde hasta el más mínimo detalle de tu vida era juzgado y sentenciado por individuos completamente ajenos a tu realidad.

— Escucha, Cami: — dijo Normani observándola directamente a los ojos. — Si hay algo que he aprendido trabajando en cuidados intensivos y en urgencias es que tú sólo vives una vez. He visto a tanta gente quejarse en sus camas a punto de morirse por no poder haber viajado más, no haberse preocupado más de sus familias o no haberle dicho a cierta persona que la amaban o que los perdonara. Si tú crees que esa persona gusta de ti, aprovecha. Eres una mujer hermosa y cualquiera estaría babeando por ti. Tómalo como una aventura y si llegan a ser algo más, las circunstancias lo decidirán.

Camila asintió y agradeció en silencio el consejo de su amiga. Siempre había sido reservada con sus asuntos, pero nunca había estado tan confundida como ahora. Nunca en toda su vida había tenido tantas dudas como ahora. Esperaba que todo fuera pasajero y un problema de la edad. Aunque su interior le decía que eso no sería así.

Y le daba miedo. Mucho miedo.

Smoke Gets In Your EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora