Capítulo 44 · Defensa ·

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A Emma siempre le había parecido de lo más curioso que Severus Snape tuviera vocación para la enseñanza. Estaba claro que no reunía las cualidades necesarias para el puesto: no tenía paciencia, no sabía tratar con otras personas, mucho menos con niños, y no parecía tener ningún interés por conseguir que los alumnos comprendieran la materia.

Tener clases semanales de Oclumancia con él terminó por hacer comprender a Emma que ni siquiera él mismo sabía qué hacía enseñando sus conocimientos a otras personas. Su método era agresivo, directo e insensible. Obligaba a Emma y a Harry a revivir una y otra vez escenas de sus recuerdos que preferían olvidar. Emma había perdido la cuenta de las veces que había visto el rostro sin vida de Cedric y de Amelia a lo largo de la semana. Por las noches, le costaba dormir por culpa de esos recuerdos.

Aquello solo hizo que acrecentar su enfado con Dumbledore. Si Snape accedía a ese tipo de recuerdos era, precisamente, porque sabía que los tenía que buscar, y eso significaba que el director se lo había contado de antemano. Emma no comprendía cómo Dumbledore tenía tanta confianza en una persona que todos sabían que había sido mortífago. Que lo continuara llamando Señor Tenebroso debería ser una alarma suficiente para que todos supieran que no era de fiar.

Los días se sucedían con una lentitud exasperante para ella. Pasaba tardes a solas en la biblioteca, buscando sin éxito algo sobre el símbolo que le había dejado Amelia. No había ninguna runa, ningún libro sobre simbología ni ningún escrito sobre la inmortalidad en el que apareciera representado. No había nada. Al final, confió en los gemelos para que la ayudaran en su búsqueda, aunque no les dejó hacer demasiadas preguntas sobre por qué buscaba aquel símbolo. Cuanto menos supieran, mejor.

George la trataba como si fuera a romperse en cualquier momento y, en cierto modo, así era. Emma no había recuperado su don, pero pasaba largas noches de insomnio pensando en aquello, y cuando conseguía dormir era muy difícil despertarla después, por lo que los demás se asustaban por si le había pasado lo mismo que en junio.

George estaba demostrando una paciencia de la que no le habría creído capaz jamás, y Emma recordó que Dumbledore había descrito lo que él sentía por ella como devoción. La culpabilidad la obligaba a intentar alejarle de ella en muchas ocasiones, recordándole que había muchas otras chicas con las que podía pasarlo bien y hacer otra cosa que pasarse las tardes estudiando, pero George se negaba a escuchar nada de aquello. Le repetía una y otra vez que él la quería en lo bueno y en lo malo y no necesitaba a nadie más a su lado.

Mientras tanto, la profesora Umbridge se hacía poco a poco con el colegio. Había instaurado reglas de lo más anticuadas y restrictivas, y Filch, el celador, parecía en su salsa obligando a los alumnos a cumplirlas. Uno de los trabajos que llevaba a cabo la profesora Umbridge era evaluar al resto de los profesores, paseándose por sus clases para comprobar cómo hacían su trabajo. Aquello no solo perturbaba a los alumnos, que se encontraban incómodos con la profesora Umbridge en el aula, sino que no permitía a los profesores trabajar con normalidad.

La profesora Trelawney parecía especialmente irritada con la presencia de Umbridge, así que Emma quedaba una tarde a la semana con ella para intentar calmar sus nervios y, de paso, hablar sobre Amelia.

—Dumbledore no permitirá que la despidan, profesora.

—Me temo que Dumbledore cada día tiene menos poder en este colegio, querida —respondió la profesora cogiendo su taza con las manos temblorosas—. Lo vi el otro día, echarán a Dumbledore del colegio y se pondrá esa señora horrible al mando.

Emma se mordió el labio. Quizás ella también podría ver ese tipo de cosas si se esforzara. La profesora, al igual que la señora Bellamy, estaba segura de que era ella misma la que estaba reprimiendo las visiones, pero lo cierto era que Emma no se estaba esforzando demasiado por intentar recuperarlas. Desde que aprendía Oclumancia, se dedicaba a intentar dejar la mente en blanco y no pensar en nada. Le parecía curioso que, con tanto esfuerzo mental, no se presentara ninguna visión.

I Didn't See You  · George Weasley ·.On viuen les histories. Descobreix ara