Capítulo 36 · Confianza ·

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Aquella noche se quedó hasta tarde con los gemelos en la sala común, ayudándoles a redactar una cuarta carta dirigida a Ludo Bagman, el hombre que había estafado a los chicos con su apuesta en el Mundial de Quidditch. Ludo, claramente, estaba ignorándoles, pero los gemelos no se daban por vencidos. Necesitaban desesperadamente el dinero para seguir adelante con su pequeña empresa de artículos de broma, que ya empezaba a ser muy famosa en el colegio. Si querían expandir sus ventas más allá de las paredes del castillo, necesitarían financiación.

Aunque tenía ganas de irse a dormir, aprovechaba cualquier segundo de soledad que tenía junto a George. No había nadie más en la sala común a parte de ellos tres, así que podía permitirse ser un poco más cariñosa sin tener que esconderse o mirar a su alrededor todo el rato. Por mucho que Fred bromeara sobre el tema, lo cierto era que no ponía ningún reparo en pasar tiempo con la pareja si eso les permitía estar felices.

Sin embargo, tuvieron que separarse rápidamente cuando el retrato de la Dama Gorda se abrió repentinamente para dejar entrar a alguien a la sala común.

—No hace falta que te separes, es evidente que estáis juntos, no sé a quién pretendéis engañar —masculló Isabella con desinterés.

Emma percibió lo evidente en el rostro de la chica: había llorado.

Isabella era de estas personas pálidas de piel sensible que se enrojecía con facilidad, además de que sus ojos claros estaban ligeramente enturbiados por las lágrimas. Estaba mucho más demacrada de lo usual, y probablemente aquel castigo del profesor Snape debía de haber sido duro, ya que era la una de la mañana y tenía la túnica del uniforme llena de polvo y restos de poción.

—Nosotros no... —comenzó George.

—Ahórratelo, Weasley. Sinceramente, me da igual. Sois tal para cual —espetó ella mientras caminaba en dirección a la puerta que llevaba a los dormitorios de las chicas.

—Oye, Isabella, ¿estás bien? —cuestionó Emma con cuidado. Sabía que la chica la iba a ignorar, pero no aguantaba más sin saber qué le ocurría.

—Estoy perfectamente, ¿no lo ves? —respondió con sarcasmo, señalándose la túnica sucia—. Todo me va perfecto, Emma. Los estudios, mi vida social... Todo va de puta madre. No sé qué te ha hecho pensar lo contrario.

Cerró de un portazo y escucharon las pisadas contra las escaleras. Fred hizo una mueca y levantó las cejas, sorprendido.

—Vaya, es la viva imagen de la alegría.

—¿Por qué le has preguntado? Creía que os llevabais mal —musitó George, sin levantar la vista de su pergamino.

—Bueno, es mi prima... —comenzó Emma, mirando hacia la puerta por donde se había ido—. No tiene muchos amigos, además. Sé que no es buena gente, pero me da un poco de pena.

—Ella no se preocuparía si te viera mal a ti, Emma —aseguró Fred, comenzando a recoger los trozos de pergamino—. Sé que lo haces por su bien, pero quizás... no quiera tu ayuda.

—Bueno, seguramente no, pero últimamente tiene muy mala cara. Creo que le pasa algo grave y no tiene nadie a quien contárselo.

—Es normal si aparta a las personas que la quieren escuchar y muestran un poco de interés por ella—insistió Fred. Claramente, le había sentado mal que Isabella lo tratara así en el Baile de Navidad.

Emma sentía que Fred tenía parte de razón, pero odiaba saber que alguien lo estaba pasando mal y no tenía nadie que le ayudara, aunque fuera Isabella. Ella no sabría cómo habría seguido adelante hacía un par de años cuando estaba mal si no hubiera sido por sus amigos.

I Didn't See You  · George Weasley ·.Where stories live. Discover now