Capítulo 15 · Aura ·

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—¿Cómo son normalmente las visiones?

Cuando Sybill Trelawney le había contado a Alfred que su mujer, con quien había estado casado quince años antes de que falleciera, era una vidente, él había jurado y perjurado que no lo sabía. Sybill insistía en que era obvio si pasabas un buen tiempo con Amelia, que era sencillo darte cuenta de que no era como los demás. Siempre sabía todo sobre todos, y nunca había sido demasiado buena ocultándolo, pero ese peso era para ella en ocasiones una bendición y en otras una pesadilla.

—Fue una gran parte de la razón por la que se marchó de aquí sin mirar atrás.

Emma no podía creer lo que escuchaba. Su madre jamás había contado nada parecido. Sí es cierto que era difícil mentirle, y que cuando Emma lo hacía, su madre siempre alzaba una ceja con escepticismo, a pesar de que luego asegurara que la creía.

Tampoco había contado que se hubiera marchado de Inglaterra "sin mirar atrás". Simplemente, no hablaba demasiado de su vida allí ni de su familia. Casi todo lo que Emma recordaba cuando le hablaba de ello era su vida en el colegio y sus peripecias en el campo de Quidditch. Nunca había sido demasiado cercana con su familia y, de hecho, ninguno de ellos había acudido al funeral. Cada vez que Emma le había preguntado por sus abuelos o sus tíos, Amelia le había respondido algo como "pues gente poco interesante, pajarito, no hay nada interesante que contar acerca de ellos".

Parece ser que, tal vez, sí había cosas que contar.

Trelawney les mostró fotos y cartas de Amelia. Emma podía leer en la letra de su madre reflexiones acerca de ciertas visiones o sueños que había tenido, todavía maravillándose por compartir algo tan especial y extraordinario con ella. Había escuchado cientos de veces lo mucho que se parecían, pero nunca había pensando que el parecido llegara hasta tal punto.

Emma podía ver que la profesora verdaderamente conocía a su madre y hablaba de ella desde el cariño. No entendía cómo es que Amelia nunca le había hablado de Sybill, pero Alfred aseguraba que a él si le había comentado acerca de ella. Parecía que los dos sabían un secreto que Emma desconocía, como si se hubieran conocido en el pasado, de algún modo.

Si Alfred estaba dolido por que Amelia le hubiera estado guardando el secreto, no lo mostró. Él aseguraba que entendía que la videncia jamás había tenido buena reputación, ni siquiera en Estados Unidos, así que, por lo general, los videntes solían llevar lo suyo en secreto. Lo que ocurría si decían algo era que, normalmente, las personas tendían a tratarlos de locos, igual que le había pasado a la profesora Trelawney.

La mujer se había ofrecido a enseñarle a Emma cosas sobre el don, siempre y cuando su padre estuviera de acuerdo.

—Creo que tengo dos tipos de visiones... —comenzó Emma.

La profesora Trelawney la miraba de cerca, concretamente a treinta centímetros de distancia, con sus enormes gafas de culo de vaso. Emma se había acostumbrado a la cercanía de la profesora y a su manera de hablar, ligeramente dramática, aunque cuando hablabas con ella fuera del aula se rebajaba bastante. Había visto fotos de ella y su madre cuando eran jóvenes y la profesora parecía más ordinaria, no era en absoluto evidente su excentricidad. Debía de haber sido algo que había adquirido con los años.

—Algunas noches tengo sueños que luego se cumplen. Supe que iba a entrar en Gryffindor, a pesar de que no me di cuenta de lo que significaba hasta que ocurrió —explicó, quitándose sin darse cuenta las pielecitas de los dedos—. A veces son sueños conceptuales, pero otras veces son escenas más claras que terminan por hacerse realidad.

—¿Como qué? —preguntó su padre con curiosidad.

Emma pensó al instante en cuando había soñado con George —o Fred— sin camiseta en el campo de Quidditch. Aquello no podía contarlo, pero sus mejillas se tornaron de color rosa en un segundo.

I Didn't See You  · George Weasley ·.Where stories live. Discover now