Capítulo 8 · Nada como una buena broma ·

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Al llegar a Hogwarts a principios de septiembre, todo el mundo observaba a Emma por ser la chica nueva. Aquella novedad quedó mermada un par de semanas después, cuando todos se habían acostumbrado a ver su rostro por los pasillos de la escuela y se habían dado cuenta de que era una chica de quince años más. Sin embargo, ahora las miradas volvían a estar volcadas sobre la joven, y esta vez se debía al mismo motivo por el que había terminado cansada de su otro colegio en primer lugar: la miraban con pena por ser la pobre huérfana cuya madre había muerto en un accidente.

Por favor, que la gente lo supere. Si lo superan ellos, lo superaré yo.

Solo porque tenía ganas de escabullirse de los demás, Emma se escapaba de sus amigos para ocultarse entre montañas de libros en la biblioteca. En aquel lugar en el que reinaba el silencio y las palabras que leían eran las únicas que formaban sonidos en su cabeza, Emma se sentía verdaderamente en paz. Intentaba no mirar el hueco en la sección de Historia de la Magia en el que estaban colocados los libros de su madre, por supuesto. Solo le faltaba ver su rostro cuando los abriera para ver la dedicatoria.

Sus amigos fingían no saber dónde estaba solo porque sabían que buscaba algo de privacidad. A veces, Emma se quedaba hasta tarde fingiendo que tenía algo que estudiar, cuando en realidad ya no le quedaban más deberes que adelantar, y Madame Pince, la bibliotecaria, la tenía que echar. Casi siempre se quedaba a solas con Isabella O'Connor, que parecía llevarse mucho mejor con los libros que con las personas, por cómo la miraba de reojo con desdén desde su asiento.

Sin embargo, una de aquellas tardes en las que se recluyó entre las páginas llenas de polvo, uno de los gemelos decidió ir en su búsqueda para tratar de traerla de vuelta al mundo exterior.

—¡Bú!

Emma tuvo que morderse la lengua para no gritar del susto. Fred se carcajeaba a su lado, esquivando sus golpes, antes de tomar asiento junto a ella.

—Tonto —susurró ella, dándole un último golpe inofensivo con un trozo de pergamino.

—¿Qué haces? ¿Ese trabajo no es para dentro de miles de años?

—Para el próximo jueves —respondió ella sin dejar de escribir. En realidad, era un trabajo voluntario sin fecha límite—. Pero me gusta ir adelantada.

—Si quieres puedes hacer ya el TIMO de Historia de la Magia, para que te dé tiempo a escribir toda la teoría de aquí a junio —propuso él con una sonrisa burlona.

Ella levantó la vista al techo y suspiró. Sabía que estaba exagerando con su afán por encerrarse a estudiar, pero era lo único que la despejaba últimamente.

—¿Y tú qué haces aquí? Pensaba que tu hermano y tú erais alérgicos a la biblioteca.

—Lo somos, noto cómo me pica todo el cuerpo —se quejó, fingiendo que se rascaba por los brazos—. Pero resulta que tengo que buscar un libro para consultar una cosa.

Emma levantó una ceja, incrédula. ¿Fred Weasley? ¿Consultando algo en un libro?

—Quiero hacerle una broma a George y todo lo que necesito debe estar en uno de estos libros.

—O sea que para estudiar no tocas un libro, pero sí para molestar a tu hermano, ¿no? —inquirió, con una sonrisa de lado. Fred asintió con ganas—. ¿De qué tipo de broma se trata?

—¿Me quieres ayudar?

Entre los dos buscaron durante toda la tarde cómo realizar una poción que hiciera que la voz de George cambiara y se volviera más aguda. Emma no se lo había pasado tan bien en una biblioteca jamás, y eso que leer era una de sus aficiones más estimadas.

I Didn't See You  · George Weasley ·.Where stories live. Discover now