Capítulo 66.

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66. ¡Joder! 

Harry's POV. 

—¡Buen baile, parejas! ¿Quién quiere volver a disfrutar de la música más cañera de toda la noche? 

La gente se alborotó al escuchar la proposición del DJ. Era una gran fiesta, gracias a una gran anfitriona.

Miré de reojo a Abbie, que parecía no retirar su aún inocente mirada de mí. 

Di un pequeño trago a la copa y la miré completamente.

—¿Qué pasa? ¿Tengo monos en la cara? – Pregunté.

—Tienes algo que me ata a ti, Stewart. – Confesó ella. 

Posé mi mano abierta encima de la barra donde ambos nos encontrábamos, de pie. 

La chica la miró durante unos segundos, pero decidió aceptar poner su mano encima de la mía. Segundos después, entrelazamos nuestros dedos.

—Te dije que no podía perderte, y no puedo perderte, Abbie. – Confesé.

—Aún necesito más tiempo para asumir lo ocurrido, Harry. Psicológicamente me ha dañado mucho y, contra más pueda alejar las cosas a las que asocio todo lo que pasó, más me beneficiará.

—Yo puedo ayudarte a vencer el miedo, Abbie. Ahora somos libres. Ahora no dependo de nadie. No habrá persecuciones ni miedos. Podré pasear de tu mano por la calle. Decidiste que esto acababa en el momento que más motivos teníamos para continuarlo. 

—No quiero hacerme daño. – Añadió. 

—No puedo prometerte que no te harás daño, pero puedo asegurarte de que haré todo lo posible para no hacértelo yo. 

Una figura femenina apareció al lado nuestro. Rápidamente, Abbie soltó mi mano, y yo me percaté de que era alguien a quien ella realmente deseaba ver: Holly. 

—Voy a tomar el aire. – Informé.

Rápidamente, pasé al lado de la joven, abriéndome paso por la gente.

—¡Vaya, Harry! – Exclamó Sharon.

La sonreí, sorprendido.

—Hola.

—¿Qué haces aquí? No te esperaba.

—Cambio de planes. – Añadí.

—¡Genial!

—Te felicito, Shar. Todo esto es una organización espléndida.

—Gracias, Harry. Me alegra que te guste.

—¿Puedes decirme donde hay un pequeño sitio donde tomar el aire? 

—Claro. La puerta que está justo a la derecha del sofá comunica con un pequeño jardín. 

—Perfecto, gracias.

—Pásalo genial. 

La chica se dio media vuelta y comenzó a observar el resto del local.

—Oye, Shar. 

De nuevo la rubia me miró, sonriente.

—¿Sí? – Preguntó.

—Gracias por ayudarme en todo esto. Te debo una. 

—No hay nada que agradecer, Stewart. Con que hayas venido me conformo. 

Ambos nos sonreímos y la chica decidió tomar un camino opuesto al mío.

Avisté la puerta que Sharon me había indicado y anduve rápidamente hacia el exterior.

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