Capítulo 28.

13.8K 786 38
                                    

28. Aunque mi vida corra peligro.

El chico continuaba sonriente, mirándome como si entre nosotros dos no hubiese pasado nada, como si todo lo malo de aquel día hubiese desaparecido, como si no existiese.

Mi ceño fruncido y mi confusión a flor de piel. Mis ganas de llorar se manifestaban casi mostrándose, junto al miedo.

—Sólo quería saber cómo estabas. Pensé que salías para eso. – Añadió el chico.

Mi mueca fue de asco. Era obvio que no podía tener otro tipo de sentimiento hacia él.

—Estoy bien, gracias. – Contesté.

El chico sonrió mostrando algo sus dientes. Un pelotazo en mi estómago.

—¿Qué tal tus estudios?

Ladeé mi cabeza y mi gesto apuesto que fue de sorpresa.

—¿A qué juegas, Ryan? – Exclamé, casi gritando.

Sabía que la paciencia no era algo con lo que contaba en una situación como esta. El miedo junto al rencor no podían ser ocultados.

—¿Por qué? – Replicó, sorprendido.

—No creo que deba darte más explicaciones. Creo que tú debes de saber qué pasó.

El chico frunció su ceño y se acercó un poco más a mí.

—Vamos, Abbie. Aún no seguirás recordando lo que pasó, ¿No?

Bajó su mano y cogió la mía que estaba paralela a mi cadera. Me asusté, el pánico corrió por mis venas e hizo que, instantáneamente quitase mi mano de la suya.

Ryan no se dio por vencido y se inclinó un poco hacía mi oído. Apartó un poco el pelo.

—Oh, vamos, nena. Sabes que siempre me has gustado. Demasiado. – Susurró.

Mis acciones estaban totalmente congeladas, como yo. Parecía que en los últimos días había desaparecido ese iceberg que gracias al mismo chico que estaba susurrándome cosas al oído, me creé en mi vida.

—¿Quieres que vayamos a algún lado? – Preguntó.

—N-no. – Balbuceé.

Mis ojos se cristalizaban. Quería que se alejase, pero me limitaba. No podía moverme, pues el miedo lo seguía teniendo.

Sus labios se apoyaron en mi mejilla y me estremecí, pero no positivamente.

—¿Qué diablos haces? – Exclamé, empujándole en el pecho.

Ryan rio, y puedo asegurar que fue con algo de maldad.

—Vamos, Abbie. Sé que tú también me tienes ganas. Te haré olvidar lo de la última vez.

El chico de nuevo se acercó a mí y rodeó mi cintura con su brazo.

Acto seguido, mi mano se alzó para ofrecerle un bofetón en su mejilla derecha.

—¡Han pasado años y no lo he olvidado! – Exclamé, retirándome de él.

El chico aún seguía con la cabeza en la dirección donde la bofetada le dejó. Su palma de la mano derecha iba para calmar el picor que debía de sentir.

Fue el justo momento en el que yo rompí a llorar.

—¡¿Pero qué coño haces?! – Replicó el chico.

—Eres un hijo de puta, Ryan.

—Quizás. – El chico me miró y sentí una amenaza, intimidante. – Pero siempre me salgo con la mía.

WHISPERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora