Capítulo 49.

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49. Un nuevo plan. 

Removía el café mirando la televisión, sentada en la mesa de la cocina y totalmente consternada.

No había conseguido dormir, ni siquiera podía recuperar el sueño desde que todo lo que envolvía a Harry, también me estaba envolviendo a mí.

Todo esto me quedaba demasiado grande desde hacía bastante tiempo. Era como si todos mis sentidos estuviesen completamente quietos, con el freno de mano echado.

Suspiraba cada vez que daba un pequeño trago al café, que de cierta manera, calmaba el frío que sentía, tanto por dentro como por fuera.

Aún parecía que tenía guardados los gritos y sollozos de Chloe en la caseta. También sentía el tacto del arma tocar mi sien si cerraba los ojos.

Todo esto me estaba afectando demasiado psicológicamente, pero era obvio que todo y absolutamente todo, había sido por mi culpa.

Los pasos de mi amiga inundaron la cocina. La miré y vi que cargaba una carpeta, mientras que observé que su rostro se encontraba igual de frío que hacía unos días.

Giré mi labio al darme cuenta de que la situación no solo me estaba perjudicando a mí, sino a todos los de mí alrededor. Y lo peor, ahora no podía escapar.

—Buenos días. – Murmuré.

La chica me miró e hizo una media sonrisa que quitó algo de tensión.

—Buenos días. – Contestó.

Vivíamos juntas, pero parecíamos desconocidas. ¿Cómo algo tan aparentemente paralelo era capaz de separarme de la persona que más unida estaba?

—Al fin te encuentro. – Añadió Sharon.

—¿Acaso me buscabas?

—Llevo haciéndolo desde antes de ayer por la noche. Pero ayer no fuiste a clase y...

—Estuve con Harr...

—No, Ab. – Me interrumpió. – Tienes razón. No tengo por qué meterme en tu vida, ni pedirte explicaciones. Tú eres adulta para saber lo que haces y con quién lo haces. Si sales con Harry es porque tú lo decides, y porque seguro que te aporta cosas que tú necesitas.

Realmente no era así. Realmente era que Harry era necesario para mí. Alguien le había cosido a mi piel de tal manera que fuese imposible despegarle.

—Está claro que no quiero que te pase nada malo. – Prosiguió. – Pero estoy segura de que ese chico te cuidará bien cuando yo me vaya...

—¿Irte? – Pregunté.

—Sí. Me voy. De eso quería hablarte. – Dijo, tajante.

Sus palabras salieron de lo más profundo del alma, y su tono era irreconocible.

—¿Qué? – Pregunté, extrañada.

—Encontré una universidad en Seattle que puede llegar a interesarme mucho más que esta.

—Pero, ¿Lo has decidido ya?

—Leo y yo llevamos planeándolo semanas.

—¿Y por qué no lo has dicho antes?

—Apenas te veo y no tenía tiempo de decirte nada... 

El café seguía encima de la mesa sin haber sido probado más que los dos sorbos que le ofrecí al principio. Estaba estupefacta con toda la información que Sharon de repente estaba dándome.

—Pero hemos contado contigo. – Añadió.

La chica me dio la carpeta con la que había entrado a la cocina. Tragué saliva bruscamente y la miré, extrañada.

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