Capítulo 41.

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41. ¿Quién anda ahí?

Sacaba la ropa que aún estaba en la maleta. Dos días después de ese extraño y claramente inolvidable viaje, me encontraba asumiéndolo aún.

—¿Te vas a quedar sacando la ropa de la maleta o vienes a clase conmigo? – Preguntó Sharon, apareciendo en la habitación.

—Hola, Shar.

La chica me sonrió y se cruzó de brazos acercándose a mí.

—¿Qué tal estás? – Preguntó.

—Bien, gracias.

La sonreí y me fui a por el bolso donde estaban todos los libros de la universidad, cargándomelo en el hombro.

—¿Por qué no me quieres contar qué tal el viaje? – Preguntó.

Mi corazón se paró un momento y me di la vuelta para mirarla.

—Porque no quiero hablar de ello, Shar.

—Lo supuse.

—¿Por qué?

—Porque hace quince minutos que Harry te espera con su coche en la puerta. Nunca ha venido a buscarte a casa para llevarte a la universidad.

Cerré los ojos y apreté mis labios maldiciendo a Stewart. ¿Por qué diablos había venido? Creí dejarle todo claro en ese viaje.

—Y si tu cara reflejase la ilusión, lo interpretaría como algo positivo. Pero no es así.

—Bajaré a ver qué quiere.

Recargué el bolso sobre mis hombros y pasé al lado de Sharon, atravesando el pasillo y dirigiéndome a la puerta.

—Eh. – Exclamó mi amiga.

Me giré y miré como se acercaba a mí.

—No sé qué te está haciendo últimamente ese chico, Ab, pero creo que nada bueno. Aléjate de él si es lo mejor.

Arqueé mi ceja y le di la razón. Lo que Sharon no sabía es que ya había intentado multitud de veces alejarme de él. Pero no podía.

Abrí la puerta del piso y salí al rellano, atravesando el portal y optando por bajar por las escaleras.

Salí disparada del hall y encontré, como bien había dicho Sharon, el Audi de Harry justo enfrente de mí.

Cogí aire e intenté ser disimulada. Continué mi camino intentando pasar de largo, y no pararme para verle.

Sin embargo, él fue más rápido que yo.

—¡Abbie! – Exclamó. - ¡Abbie!

Le hice caso omiso y continué mis pasos. Escuché como bajó del coche, cerrando la puerta, y viniendo tras de mí.

Mi gesto era de inquietud. Quería que se fuese, no quería verle. Quería desaparecer de toda esta mierda.

—¡Abbie! – Exclamó de nuevo, mientras cogía mi hombro y giraba mi cuerpo.

—¿Qué quieres? – Pregunté, cortante.

—¿Por qué siempre me haces lo mismo?

—Porque siempre espero que entiendas que no quiero verte.

—Pues no lo consigues, ¿Sabes?

—¿Qué quieres? – Insistí.

—Sólo quería saber cómo estabas.

—Bien, gracias.

Mi cuerpo se dio la vuelta e intentó retomar de nuevo el camino hacia la universidad.

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