Capítulo 19.

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19. Palabras mayores.

Los tres caminábamos por el pasillo que yo ya había recorrido varias veces. Harry nos dirigió al salón.

La mesa estaba justo a la izquierda de la entrada de la sala, completamente decorada. Cuatro platos hondos encima de cuatro platos llanos. Una vajilla completamente elegante. Copas para todos, una botella de vino en el medio y dos cubiertos para cada.

Mi gesto fue completa sorpresa. Harry se había encargado hasta del último detalle.

—Disculpadme, no pretendía ser grosero. Soy Harry. Harry Stewart.

La boca se le enorgulleció cuando pronunció eso. Y mis ojos brillaron, esperanzadores

—Pueden tomar asiento. – Añadió, con su voz ronca y despiadada. – Enseguida traeré la cena.

Mis padres tomaron asiento uno al lado del otro en esa mesa. Yo les observé al lado de Harry, algo retirados.

—Abbie, ¿Puedes venir a ayudarme? – Me preguntó.

Le miré y le asentí, inevitablemente junto a una sonrisa.

Ambos emprendimos camino hacia la cocina. El chico se dirigió al horno y yo me quedé en la puerta de la cocina, descubriendo lo fascinante que era observar a Harry.

Se puso dos guantes de cocina y abrió el electrodoméstico.

Un delicioso olor a carne invadió toda la cocina, junto a un humo espeso.

—¿Puedes coger esa olla? Ahí está la sopa. – Me ordenó.

Abandoné un segundo mi mundo y miré hacia donde Harry me indicaba. Agarré dos trapos y cogí cada asa de la olla con cada uno.

Cerró de nuevo la puerta del horno.

—¿No la vas a llevar? -  Pregunté.

—Primero la sopa.

Esperé a que Harry se pusiese delante de mí, pero no lo hizo. Prefirió ponerse en mi espalda.

El chico pasó suavemente sus manos por mi cintura. El vestido era completamente ceñido, y gracias a eso, pude apreciar muchísimo más su tacto.

Su cabeza se metió en mi pelo, oliéndolo.

—Estás preciosa. – Me susurró al oído.

Cogí todo el aire que pude. Harry me estaba causando una sensación extraña, pero fascinante.

Sus manos aún seguían en mi cintura, cosa que hacía que me estremeciese cada vez más.

Sus labios aterrizaron en mi cuello, dejando un rastro de saliva por él mientras iba ofreciéndome dulces besos. Cerré los ojos e intenté disfrutar.

Quizás ya el miedo no era tan intenso como el día anterior, pero seguía estando presente.

—H-Harry. – Balbuceé, susurrando.

El chico no dejaba de besarme.

—Harry, están mis padres detrás de esta pared. – Musité.

Acto seguido, el chico se retiró completamente de mí. Su sonrisa le acompañó hasta ponerse a mi lado.

Sus labios chocaron fugazmente con los míos, ofreciéndome un beso casto y rápido.

—Lo llevaré yo. – Dijo, arrebatándome la olla.

Le miré. Un segundo después, se esfumó.

De la cocina, porque de mi vida, ya era imposible que lo hiciese.

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