Capítulo 47.

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47. "Mátala" 

—Abbie... – Susurró una voz ronca en el momento en el que abrí los ojos.

Miré a todos los lados, pensando que aún estaba en un sueño. Pero no. Era la vida real. Las paredes grises eran reales. El olor a coco seguía en mi olfato.

Estaba en la casa de Harry de nuevo, y parecía que todo esto empezaba de nuevo a construirse.

Miré a mi izquierda buscando el sitio de dónde provenía su voz.

—Buenos días, ricitos. – Dije, remolona.

El chico andaba de un lado para otro en la habitación, recogiendo las prendas que estaban por el suelo, desvanecidas.

—Vístete. – Me exigió, tirándome la ropa a mis piernas, aún tapadas con el edredón blanco.

Fruncí el ceño mientras pestañeé rápidamente. No entendía el corte tan brusco que me estaba ofreciendo.

—¿Estás bien? – Pregunté.

—He dicho que te vistas. Tienes diez minutos. Ya sabes dónde está el baño.

***

Mis manos seguían desenredando el pelo mojado con mis dedos. Harry me esperaba en la puerta de su piso, y yo, apresurada por su insistencia, simplemente le hacía caso.

Rápidamente abandonamos su piso. Bajamos las escaleras, sin dirigirnos ninguna palabra. Él miraba a todos lados, inquieto.

Yo fruncía el ceño, de cierta manera aliviada, pues sabía que nada malo me podía pasar ahora que estaba con él.

Llegamos al fin del rellano y Harry rápidamente agarró el pomo de la puerta del portal. Su mano me hizo un gesto para que apresuradamente pasase, y así lo hice.

Ambos salimos al exterior y andábamos casi corriendo.

Seguí a Harry, quien se puso al pie de su Audi, pulsando el botón del mando para abrir a éste.

Ambos entramos en el interior. Tomamos asiento y cerré la puerta, con la respiración completamente disparada.

—¿A qué se ha debido este numerito de huida a la nada? – Pregunté, sofocada.

El chico se quedó callado metiendo la llave del coche en la ranura y arrancándole.

—¿Dónde vamos? – Pregunté.

—Te llevaré a casa.

—Tengo que ir a trabajar.

—No. No irás.

—¡Harry, debo ir!

—Parece que sigues sin entenderlo, Abbie. Solamente quiero protegerte. No quiero que te vean. No quiero que sepan dónde estás. No quiero que ni siquiera tengan la menor pista de ti. Solo intento protegerte. Y si estás conmigo corres peligro.

—¿Y por eso anoche me llevaste de nuevo a tu casa a dormir? ¡Me estás volviendo loca, Harry! Dices que me quieres proteger, pero tú mismo me llevas a lo que se supone que es el peligro: Tú. Dime, ¿Qué diablos estamos haciendo? ¡¿Qué diablos estás haciendo conmigo?!

El chico paró bruscamente el coche. Levanté mi mirada y me di cuenta de que era la tienda de discos donde trabajaba.

—Tienes razón. No tuve que llamarte anoche, ni besarte. No debí hacerlo si lo que quería era protegerte. Quizás sea yo el indeciso y el que hace las cosas sin pensar antes. Así que, vamos. Ve. – Murmuró.

Fruncí el ceño y le miré extrañada.

—Ve y arriésgate a morir. Porque... ¡Oh, sí! Ayer llorabas como una niña pequeña cuando te dije que corrías demasiado peligro.

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