Capítulo 35.

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35. Una cena y la maldición Nick Hallman.

Colocaba los últimos tenedores que quedaban en la mesa. Seríamos nueve personas, con lo que posiblemente pudiese despistar a la perfección a Nick y evitar que tuviésemos un encuentro los tres, donde la información indebida pudiese ver la luz.

Sharon llegaba a la mesa con un par de velas metidas en vasos de cristal, posándola en el medio y observando que todo estuviese listo.

—¿Crees que así está bien? – Preguntó, nerviosa.

—Claro que lo está, Shar.

Cogió aire y se estiró su vestido de color rojo que tan bien le sentaba.

En ese justo momento el timbre sonó. Comencé a andar por el pasillo de la casa y me acerqué a la puerta para abrirla.

—Buenas noches. – Dijo la voz de Leo entusiasmada.

En sus manos traía una botella de vino.

—Buenas noches, Leo. – Contesté, cediéndole el paso.

—Lo traje para cenar. – Informó, alzando la botella.

—¡Genial!

Mi mano se apoyó en la puerta para cerrarla por completo, pero algo impidió que lo hiciese.

Miré al suelo y encontré unos zapatos perfectamente limpios y relucientes, negros.

La abrí de nuevo y subí la mirada con cuidado, retratando en mi mente ese traje tan ceñido que decoraban sus piernas de color negro.

Tragué saliva cuando llegué a su torso y vi que una americana negra lo decoraba. En el interior, una camisa de color verde, que resaltaba sus ojos, con los que me perdí cuando terminé de examinarle y darme cuenta de que era Harry.

—Buenas noches, Abbie. – Murmuró, con una sonrisa que me enloquecía y unos ojos que brillaban como nunca.

—B-buenas noches. – Titubeé.

Su sonrisa me hizo intimidarme; estremecerme.

Le invité a pasar y él, como siempre hacía, pasó elegantemente y dejó su olor pegado en mi sentido del olfato.

Cerré la puerta y me percaté de que el chico estaba esperándome un par de pasos más alejado de mí.

Arrugué la frente y él hizo una mueca de sonrisa.

—¿Qué pasa? – Repliqué.

El chico se acercó a mí y cogió mis manos. Mis acciones estaban totalmente dominadas por él. Me era imposible reaccionar.

—Estás preciosa. – Murmuró.

Mis ojos iban hacia arriba, mirando a los suyos. Se encontraban brillantes, esperanzados.

Sonreí tímidamente. Sonrojarme parecía que ya era costumbre en él.

Su cabeza se giró unos centímetros y se acercó a mi rostro, flexionando sus piernas un poco y quedando a la altura de mi boca.

Sus labios chocaron despacio con los míos, ofreciéndome un beso corto, pero abismal.

Cerré mis ojos intentando disfrutar de él. Segundos después, los abrí y encontré al chico de cabello rizado, frente a mí, sonriendo.

Una disimulada sonrisa salió disparada de mi boca.

—Echaba de menos besarte. – Murmuró. – Llevaba demasiados días sin hacerlo.

Dio un pequeño toquecito en mi nariz con su dedo índice y comenzó a andar hacia el salón.

Yo, mientras tanto, me quedé en el pasillo, sonriendo y embobada con ese beso que acababa de darme, sin entender nada, sin tener nada claro aún. Simplemente,  mientras escuchaba como se saludaba con Leo y Sharon, me perdía entre mis ideas.

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