Capítulo 42

12.4K 677 26
                                    

42. Amordazada. 

Mi cuerpo estaba en pleno movimiento. Abrí los ojos cuidadosamente y me di cuenta de que estaba tumbada. Me incorporé poco a poco y me levanté, mirando a mí alrededor.

Era de noche, y yo me encontraba en la parte trasera de una camioneta, que era conducida por un bosque.

Mi cabeza me dolía. Mis manos se posaron en mi frente, donde tenía un par de rasguños que sangraban.

¡Oh, Dios mío! ¿Dónde estaba?

Cada vez me incorporaba más, hasta que un pequeño bote me echó hacia atrás. El vehículo se había parado.

Mi ceño se frunció completamente. Mis manos temblaban y mi corazón iba a mil palpitaciones por segundo.

Escuché ajetreo detrás de mí. Parecía que alguien salía del coche, pues después de eso, escuché como cerraron dos puertas.

—¡Vamos, cógela! – Exigió una voz.

Miré todo lo que me rodeaba en aquella camioneta. No había absolutamente nada. Solo yo junto a una manta.

—¡Maldita seas, estás despierta! – Exclamó un hombre.

Miré rápidamente hacia donde venía la voz. Mis ojos se abrieron y mis pies me impulsaron hacia atrás, intentando buscar algún refugio, pero no pude.

 Subió a donde estaba y me miró desafiante.

—¡¿Qué hago aquí?! – Exclamé.

—Mejor que no hagas preguntas. Lo sabes perfectamente.

—¡¿Cómo voy a saberlo?! ¡¿Quién eres?!

—Como no cierres la estúpida boca te dejaré inconsciente de nuevo.

El hombre me agarró de la muñeca y tiró de mi cuerpo hacia arriba para obligarme a levantarme. Luché para que no fuese así pero me fue imposible. Consiguió ponerme de pie. Mis intentos de forcejeo eran fallidos.

Después, me cogió repentinamente de mi cadera y me cargó en su espalda, de manera que mi cabeza solo podía ver el suelo. El hombre empezó a andar.

Mis pies daban pequeños golpes en su estómago, pero parecía no afectarle.

Un bosque a oscuras, la luna lo único que lo alumbraba.

Estaba realmente nerviosa, asustada.

Necesitaba buscar alguna escapatoria aunque mi mente solo fuese un bloqueo.

—¡¿Puedes estarte quieta, por favor?! – Exclamó el hombre, enfurecido.

—¡Suélteme!

—¿Acaso está loca, señorita?

—Prometo no irme.

—No pienso soltarla.

Cogí aire y decidí pensar en frío. Es más, lo necesitaba.

Mis manos empezaron a mirar su espalda. Las posé cuidadosamente en ella y comencé a ofrecerle leves pellizcos.

—¡Estúpida! ¿Quieres dejar de hacer eso?

—¡Bájame!

El hombre me soltó de mala gana y caí en rotundo al suelo, lleno de hojas y ramas caídas de los árboles.

Mi cuerpo tendido en el suelo mientras el hombre me miraba furioso.

—Ponte de pie. – Exigió el hombre.

Se acercó poco a poco a mí mientras yo tenía mi cuerpo cargado en mis dos manos.

—¿Acaso no me has oído?

WHISPERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora