Capítulo 20.

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20. Huida.

—Acompáñales a la puerta, Abbie. Yo recogeré todo esto. – Me exigió Harry.

Asentí mientras esperé que mis padres comenzasen a andar hacia la entrada.

La cena había transcurrido con bastante tensión. Aparte de presentar a mis padres  a un chico que ni siquiera tenía etiqueta en mi vida, Harry y yo habíamos estado en una situación demasiado tensa durante el resto de la cena por lo ocurrido en la cocina.

—Ha sido un placer, querido. – Musito mi madre.

La señora cogió del cuello a Harry acercándosele cariñosamente a los labios. Le dio un beso notablemente fuerte en la mejilla y le sonrió. Los rubores del chico parecían haberse marcado.

—Igualmente, señora. – Añadió Harry.

—Espero que cuides a Abbie, jovencito. – Advirtió mi padre. – Sino, sé donde vives.

Harry se quedó algo pálido con casi la amenaza de mi padre. El chico se llevó la mano al cuello de su camisa y metió sus dedos para dejar que pasase el aire.

—¡Es una broma! – Exclamó mi padre.

Harry rio, pero no muy convencido. Simplemente por el hecho de que él mismo me advertía que el estar con él, para mí ya era un riesgo. 

—Encantado, señor Evans. – Musitó Harry.

Ambos se estrecharon la mano firmemente. Harry me miró y yo bajé deprisa la mirada. No podía mandarle mirada de complicidad, pues esta situación estaba siendo bastante incómoda.

Segundos después, mis padres y yo emprendimos camino hacia la puerta de salida, no sin antes coger sus pertenencias y devolvérselas.

—¡Oh, Abbie! – Susurró mi madre. – Este chico es estupendo para ti. Educado, alto, atractivo. ¡Y encima con los ojos verdes!

De nuevo miré hacia otro lado. Sabía que era perfecto para mí, pero había un problema: No era mío.

—Aun que, si te soy sincera, Sharon me chivó algo.

Mi gesto fue completa sorpresa. ¡Sharon se lo había contado a mi madre!

-Pero tranquila, cielo. Creo que he sabido disimular, ¿no?

Fruncí el ceño. Ahora entendía por qué esas sonrisas pícaras y nada de sorpresa. Era algo que ella ya esperaba.

—¿Qué cuchicheáis? – Preguntó mi padre, colocándose la chaqueta.

—Nada, papá. Espero que os haya gustado la cena.

—Stewart es un buen chico, Abbie. No le dejes escapar.

El comentario de mi padre me hizo retorcerme el corazón. No quería dejarle escapar por la serie de cosas que siempre pronunciaba. Pero, ¿De verdad podría permitirme el lujo de elegir si dejarle escapar o no?

—¿Os llevo a algún lado? – Pregunté, intentando salir de mi teoría tan drástica.

—Tranquila, pedimos un taxi. – Dijo mi padre.

—Está bien. Tened cuidado.

—Te queremos, cielo. – Murmuró la mujer.

Un fuerte abrazo de mi madre y dos besos de mi padre fueron la despedida. Al fin me había quitado un peso de encima, sin embargo, me había puesto yo misma uno más grande a mis espaldas.

Harry salió de la cocina cuando yo me giré hacia el pasillo. Su mirada y sus ojos verdes se quedaron mirándome atrevidamente.

—¿Qué tal? – Me preguntó.

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