Capítulo 29

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 Confía mas en el hombre que se equivoca siempre que en el que nunca duda❞.

—Eric Sevareid .

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No se en que momento de todo el transcurso del viaje acabé por dormirme, pero cuando abrí mis párpados podía ver el cielo que ya había comenzado a aclararse.

—¿Dónde estamos? —Pregunté, tenía la voz ronca y aún me dolía mi cuerpo.

No hacía falta aclarar que mis brazos seguían enroscados alrededor de la caja.

—Vamos a una cabaña de mi abuelo —Respondió, dudaba que hubiera siquiera volteado en todo este viaje a ver si estaba muerta o qué —No falta demasiado..

Observando el paisaje, solo veía un mar de coníferas de todos los tamaños, entre ellas manchones teñidos de los colores otoñales como rojos, amarillos y anaranjados de los árboles caducos.
Por mucho que odiase alejarme aún más de la sociedad, considerando especialmente la noche anterior, algo que siempre me había relajado eran los bosques.

No volví a decir una sola palabra en aquel último tramo de viaje, simplemente me senté allí, ignorando la amargura que sentía en mi pecho y contemplé el bello paisaje mientras amanecía.

En cuanto doblo en una rotonda logré visualizar, a lo lejos, una diminuta cabaña de leños devorada por enredaderas, camuflada en el entorno.

—Se ve... Desgastada —Explicó mientras nos acercábamos —Pero es muy acogedora, te gustará.

—Adrien, lo único que deseo en este mismo momento es recostarme en una maldita cama y olvidar todo —Mi voz salió severa, agotada.

—Si, te entiendo —Dijo suavemente —Fue una noche complicada.

Puse los ojos en blanco, lo único que había recibido él había sido un golpe, en cambio yo casi había dado mi vida por un montón de papeles.

En cuanto el coche aparcó a un lado de la casa, me bajé sin considerar que aún permanecía descalza. De hecho siquiera traía pantalón... Había quedado destrozado.
En cuanto Adrien se bajó y me observó, deseé haber tomado el pantalón, aún así completamente rasgado.

Su rostro palideció y me miró de pies a cabeza, acercándose bruscamente a mi.

—¿Qué... Qué te sucedió? —Exclamó poniendo una mano en mi mejilla magullada.

—Nada —Murmuré apartando mi rostro con enfado —Solo protegí tu estúpida caja —Sin más se la arrojé a los pies, sin importarme que estos se desparramasen por el suelo.

Él instantáneamente se inclinó y comenzó a juntarlos con apuro, ello me rompió aún más el corazón. ¿Cómo es que esos papeles valían más que mi vida para él?

—Marinette... —Comenzó, pero lo interrumpí al instante.

—Cierra el pico y déjame entrar —Murmuré abrazándome a mí misma, evitando los temblores que me recorrían por la brisa helada.

Juntó todo y se enderezó, tomó su manojo de llaves y entre estas eligió una pequeña y gastada.
La puerta se abrió con un crujido aterrador, parecía realmente vieja y abandonada... Para mi sorpresa por dentro se hallaba impecable.
Era pequeña, la cocina conectaba con el comedor que consistía de una mesilla con dos sillas y un televisor viejo frente a estas.
Del otro lado de la habitación, dividida por una media pared, se hallaba una cama matrimonial desnuda.
Luego había una puerta que sospechaba que llevaba a lo que era el baño.

El Despertar - AdrinetteWhere stories live. Discover now