Capítulo 23

5.3K 503 138
                                    

Dicen que el hombre no es hombre mientras no oye su nombre de labios de una mujer.

−Antonio Machado

✧↠ ☯ ↞✧

Caímos en la superficie suave del sofá, donde aun permanecían las cosas que había dejado antes de irme.
Ambos sabíamos que para subir la extensión de las escaleras debíamos separarnos y aun no estábamos listos para hacerlo, por ello la mejor opción fue guiarnos hasta la sala.

La música sonaba rompiendo el silencio de una manera demasiado tranquila para el desenfreno que ocurría entre nosotros dos. Los besos, las caricias y susurros suaves, cada uno de ellos acelerando mi corazón hasta el punto de sentirlo punzando en cada extremo de mi cuerpo, necesitaba cada uno de ellos casi como necesitaba el aire.

La dura mano de Adrien acariciando mis costillas y vientre con una tranquilidad que no comprendía, yo en cambio enredaba mis dedos en sus suaves cabellos y apretaba mis piernas a sus costados, indicando claramente que es lo que buscaba.

Los besos comenzaban a ser insuficientes para el ardor que sentía, demasiado simples para calmar mi necesidad, y él lo sabía pero no se aventuraba a ir mas allá de donde sus dedos permanecían.
Deslice mi mano dentro de su camisa, sintiendo la superficie rugosa debido a la cantidad de cicatrices de heridas que recibió en todos estos años. Pero no fueron ellas las que me dejaron sin aliento sino la dureza de su piel, los músculos duramente formados.
Casi quise apartarme por aquella estupidez, no por el hecho de que me intimidara su cuerpo, en lo absoluto, sino por la vergüenza que me invadió al darme cuenta que yo ya no era exactamente atlética, a su lado yo era como un bizcocho.
Pero el pensamiento se disolvió fugazmente cuando sus labios dibujaron un camino de besos hasta mi cuello, donde sus dientes comenzaron a causarme escalofríos con cada roce o mordida.

Su mano acariciaba la superficie de mi vientre y caderas en un vaivén cada vez más necesitado, apretando los dedos y arrastrando la tela del la ropa sobre la piel.

—Adrien... —Susurré jalando de su propia ropa suavemente.

Un gruñido ronco surgió de él, activando mas aún su toque, convenciéndolo al fin de quitar una nueva prenda y liberándome del calor agobiante de aquella ropa.
Mi camiseta voló a un sofá individual antes de que sus manos trazaran un recorrido desde ni cuello hasta el dobladillo del pantalón, sin pudor alguno al tocar toda la piel posible que se hallaba en medio de estos.
Sus dedos desabrocharon los botones con lentitud y se hundieron en el borde ahora suelto de la tela para empujarla hacia abajo.

Una parte de mi quería detenerlo, sentía la vergüenza devorándome por dentro, la idea de que me vea... Que se diera cuenta que mi figura no se compararía jamás a la de una modelo como con las que él solía enrollarse. Mis curvas delataban que aun era una niña comparada con las demás.

El pantalón cayó al suelo con un suave susurro de fricción.
Ya no podía hacer nada, él claramente notaría mis muslos grandes, los senos pequeños, el vientre imperfecto... Él me vería como la niña que aun era, y probablemente cambiaría de opinión.

Sus ojos me evaluaron con tanta lentitud que pensé que iba a empujarlo y huir de allí despavoridamente a esconderme debajo de mis mantas, pero cuando sus pupilas verdes encontraron mi mirada y notaron ese miedo que dejaba fluir con tanta facilidad, simplemente acarició mi mejilla con una dulzura tan ajena a su excitación anterior y acercó sus labios a mi oído.

—No podrías ser mas perfecta, Marinette —Su voz era tan suave, completamente cálida e inundada de amor que me recordó al viejo Adrien. Un nudo se me formó en la garganta cuando se separó y me sonrió con cariño antes de besar mi frente —Lo sabes, ¿Verdad?.

El Despertar - AdrinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora