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Adrien

    Vale, no tenía ni puta idea de como consolarla y eso que ya había hecho cosas más difíciles.

   Podría decirle que su bebé iba a estar bien, que no le iba a pasar nada malo o ,simplemente, hacerla cerrar los ojos y decirle que todo era una pesadilla que cuando abriera los ojos, todo volvería a la normalidad, ella estaría en su cuarto, justo como aquella noche, jugando y riendo con la  mini Marinette o con un mini cabrón como Jouvet.  

   Pero claro, mentirle y hacer que las cosas van bien era una forma de hacerla débil y de alguna forma, aumentar esa pena que acabaría estallando en algún momento. 

   Mis dedos acariciaron distraídos su melena azabache mientras que con el otro brazo la rodeaba con fuerza. No sabía si para protegerla y consolarla o sólo para impedir que saliera corriendo detrás de esa carreta. 

   Tenía su rostro enterrado en mi pecho y sus manos agarrando con fuerza la tela de mi camisa por la espalda. 

   «Sí, muy juntos, quizás demasiado» 

   A éste paso el plan de alejarme de ella me lo iba a pasar por los cojones. 

  —Lo encontraremos—le aseguré por cuarta o quinta vez. —La maniobra que han hecho ha sido penosa, no deben ser nada más que cuatro paletos que buscan chantajear a la corona.—Y en parte era verdad. Esa gente había ido a lo bestia, sin ningún plan calculado y premeditado. —Apuesto lo que quieras a que les echo el guante antes de que caiga la noche. 

   —¿Y de qué sirve que los atrapes?—sollozó—Quizás eso sea el tiempo suficiente para hacerle algo terrible al bebé. 

   Se removió un poco entre mis brazos y se separó de mí, limpiándose las lágrimas con las mangas del vestido y reincorporándose con torpeza.  

   —No sé ni que demonios hago lamentándome como una idiota mientras que esa gente se aleja cada vez más de nosotros.—se giró sobre sí misma y reparó en las señales que el carro había dejado sobre la tierra.—Tengo que encontrarlos antes de que sea demasiado tarde. 

   —Eh—la agarré del brazo y la detuve antes de que saliera sin rumbo hacia ninguna parte.—No sé si sabrás pero por la dirección que han tomado, se han ido al bosque. Cuando hayan atravesado la frontera esas huellas que ves habrán desaparecido, ¿y adivina qué? Madre e hija desaparecidas, ¡pleno para el rey! 

   Sus ojos se entrecerraron y me fulminó con la mirada. 

   —A lo mejor el pleno sería para otro, estúpido—me dio un pequeño empujón en el pecho.

   Me hice a un lado y con agilidad me colé en su camino, poniéndome en frente de ella para impedirle el paso. 

   —Oye, era solo una broma—dije y levanté mis manos en son de paz.—Sólo quería alegrarte un poco, pero como veo que no estamos para chistes, iré al grano. 

   Enarcó una ceja inquisitiva y se cruzó de brazos, esperando a que dijera algo. 

   —Si vas hasta ellos, vas a caer derechita en su trampa—le aseguré.—Es lo que quieren, al fin y al cabo, llamar vuestra atención y que al final terminéis pagando un buen fajo de billetes. Sí vas, te atraparán y entonces tu querido esposo tendrá que pagar el doble. 

©La coleccionista de corazones perdidos |SCR2|Where stories live. Discover now