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Marinette

       —Ten. Seguro que un poco de agua te vendrá mejor—Chloe caminó hacia mí con un vaso de agua en la mano. Se sentó al borde de la cama y me ayudó a beber un trago. 

   Dejé que el agua recuperar mi garganta y luego me recosté sobre las almohadas. Después de tanto gritar y sollozar la tenía irritada y mi voz estaba ronca debido al esfuerzo. 

   —Yo sé que algo está pasando, Chloe—dije, suspirando profundo. —Algo no va bien y está intentando ocultarlo. 

   Chloe dejó con cuidado en vaso sobre la mesita y me observó con cautela. 

   —Sea lo que sea, es mejor que no pienses en ello—dijo y su falta de negación me hicieron suponer que estaba en lo cierto. —Cuanto menos problemas tengas en la cabeza, será mejor para ti y para el bebé. 

   —Pero yo quiero saber que está pasando con él—la interrumpí.—No entenderé mucho de partos ni embarazos, pero sé muy bien que una vez que inician las contracciones y se rompe aguas, hay que sacar al bebé cuanto antes. —Aguanté un quejido de dolor cuando vino otra contracción. —Puede quedarse sin oxígeno si sigue ahí metido más tiempo y no quiero perderlo, Chloe—un sollozo se escapó de mis labios y las lágrimas regresaron a mis ojos. —No puedo perder a otro bebé. 

   —Shh...—se acercó a mí y me acunó entre sus brazos. —No pienses eso, Mari, porque no va a pasar. Estoy segura de que Nathaniel tiene un plan. Él me salvó la vida cuando estuve en el umbral entre la vida y la muerte.  No te dejará morir, ni a ti, ni al bebé. 

   —Los héroes no siempre ganan—murmuré. —En los libros, siempre hay finales felices, pero en la vida real, hay veces en la que son necesarios sacrificios para poder llegar a ese final feliz. 

   Chloe frunció el ceño. 

   —Tienes razón—dijo, con el mismo tono de voz. —No todos ganan, pero si unos fracasas, otros pueden obtener la victoria en su lugar. Mientras haya héroes, ningún ser humano estará en peligro y en esta casa, tienes a tres héroes: tienes a Nath, tienes a Adrien y sobre todo me tienes a mí.—Me agarró de la mano y me sonrió. —Hemos compartido toda una vida juntas, Marinette. No voy a perderte sin luchar. 

    Mi labio inferior se curvó en un pequeño puchero. La conmoción, la sensibilidad y el dolor me habían vuelto más sensible, más vulnerable para venirme abajo. 

   —Yo... Yo tampoco quiero irme—musité.— Quiero coger a nuestro hijo en brazos... Quiero verlo crecer, quiero escucharlo llamarme mamá. Quiero que él tenga la familia que desgraciadamente no pude tener. 

   —Y claro que la tendrá...—me aseguró.   —Y estará orgulloso de ella. 

   Permanecimos abrazadas en la cama, en silencio. Su compañía me reconfortaba y junto a ella el dolor no parecía tan insoportable. Me hizo regresar a mi infancia, a aquella época en la que nuestra única preocupación era llamar la atención de los guardias más apuestos de palacio. Esos eran buenos tiempo, fuera de los problemas y fuera de la maldad en la que ahora vivíamos. 

   «Pero en aquella época, no estaba Adrien» 

   En aquella época no se sentía tan viva, no sentía ese madroño de sentimientos que había experimentado en Miraculous. 

©La coleccionista de corazones perdidos |SCR2|Where stories live. Discover now