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Adrien

     Estaba cabreado con todo lo que se movía y con el mundo en general. Rescatar a Claude el mismo día de la puta fiesta del rey era una grandísima cagada. Cuando decidí llevar a cabo aquel plan, sabia perfectamente cual era el riesgo que corría. Era consciente que encontrarme con Marinette sería más que obvio y por ello tenía planeado durante toda la noche comportarme con ella como si fuese una desconocida  cualquiera. 

 «Qué gilipollas era» 

 Ha sido encontrármela y a la primera de cambio salir detrás de ella para revivir todo lo ocurrido, todo lo que ambos habíamos vivido y todo lo que habíamos sentido. 

 El encuentro había sido incómodo, se palpaba la tensión en el ambiente y para colmo ella estaba cabreada conmigo. Al parecer después de un año entero seguía sin entender que todo lo hice por ella porque quería protegerla de la vida de mierda en la que estaba metido. 

 Yo estaba en lo cierto y ella era la equivocada. No podíamos estar juntos. Era una completa locura  pensarlo. ¿Qué clase de mujer de la nobleza querría estar con el delincuente más buscado de la ciudad? 

 Nadie. Ni siquiera ella. Ahora después de un año entero, habría olvidado todo y podía verlo en su forma de mirarme, en sus ojos llenos de rencor.

Lo que ocurrió en Miraculous fue un error mío que jamás debió haber pasado. Nunca debí haberla secuestrado y nunca tendría que haberla llevado conmigo. 

—PSSSS—escuché que alguien me hacía una señal detrás de mí. 

 Me giré con una mueca en la cara y vi como Nino miraba a nuestro alrededor para salir de entre los arbustos sin ningún riesgo. Se había quitado la chaqueta de gala y llevaba nuestra ropa hecha un puñado entre las manos. 

  —¡Tío!—espetó malhumorado.—¿Dónde estabas? Te he buscado por todas partes. 

  —He estado por los jardines—dije simplemente, mientras miraba en la dirección por la que se había ido Marinette. 

  —Los chicos ya están listos. Están por los alrededores del castillo esperando la señal—me tiró de mala gana mi camisa y mis pantalones negros con una expresión de desagrado en la cara—mientras que tú estabas de charla, he  tiempo suficiente  para  volver a por nuestra ropa y regresar. 

 Atrapé la ropa al vuelto y agarré mi máscara con una de mis manos. 

   —¿Por qué no me has esperado?—inquirí malhumorado mientras me quitaba la chaqueta y la camisa blanca. 

  —Ya te lo he dicho. No te encontraba, pero al parecer estabas muy bien acompañado—me lanzó una indirecta que podía captarse a kilómetros.—Además no aguantaba un minuto más con esta ropa ¡Me picaba todo el cuerpo, hasta zonas que pensaba que no podría llegar a picarme!

 Me puse mi camisa negra y lo fulminé con la mirada.

  —Ha sido una coincidencia—dije con la boca pequeña. 

  —Sí, claro y yo soy rubio. No te jode—espetó malhumorado. 

  —¡Joder!—exclamé comenzando a cabrearme.—¡Deja de una puta vez de meterte en mis asuntos! Nos hemos visto, sí. Pero será la última vez, además ella me odia y no creo que quiera volver a verme ¿estás satisfecho?

 Nino me miró con incredulidad, sin creer ni una palabra de lo que decía. 

 —Yo solo te estoy diciendo que no jodas el plan por ese caprichito tuyo—me advirtió.—No podemos volver a poner a Claude en peligro por ella. 

©La coleccionista de corazones perdidos |SCR2|Where stories live. Discover now