○16: El corazón del ladrón○

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Adrien

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Adrien

       El sabor de nuestras lenguas entrelazadas dentro de nuestras bocas comenzaba a volverme loco. Mientras me besaba, sus manos se colaron por mi pelo y me despeinó de esa forma que solo ella sabía. Aproveché que estaba sentada en mi mesa para colarme entre sus piernas y acercarme aún más. 

      Mierda, aún no sabía cómo coño había logrado traerla hasta mi habitación. Hacía tan solo unos segundos, ella estaba intentando huir de Miraculous, de mí y todo lo relacionado conmigo. Estaba decidida a abandonarme y podía verlo en sus ojos, en su forma de mirarme. 

     Su encuentro con Kagami no había sido muy cautivador, que digamos y la conocía lo suficiente cómo para saber que no le había hecho ni puta gracia que Kagami estuviera viviendo conmigo. Pero tampoco podía juzgarla, a mí tampoco me hubiese gustado ni un pelo verla dormir con otro, y reconocía que...me gustaba verla celosa. 

     —No sé que has visto.—Dije entre beso y beso y sentí como si me costara decir cada palabra. Como si el aire no llegara a mis pulmones.—Ni lo que has escuchado.

    Ella me interrumpió, atacando mis labios con más insistencia y rudeza, como si no quisiera seguir escuchándome.  

     Tenía la costumbre de joderlo todo y Marinette de asomar las narices en los peores momentos. Aquella vez Kagami había terminado por jodernos a los dos. Su historia sobre las llaves y un rey sin heredero era muy bonita pero mi historia con Marinette le daba mil vueltas.

     ¿Distraerme? ¡Claro que estaba distraído!  Con Marinette delante de mí, todo lo demás, pasaba a formar un segundo plano y mientras ella formara parte de mí, lo demás estaría por detrás. Mi padre y su sueño eran importantes, pero él murió y no hay nada que pueda traerlo a la vida. Sin embargo, Marinette estaba ahí, conmigo, y ella sí era real.

     Podría estar comprometida con un cabrón, podría ser la hija del asesino de mi familia y podía pertenecer a la clase social a la que debería odiar a muerte, pero todo eso, me daba igual. Me la sudaba todos los obstáculos y me la sudaba todo. Yo la quería, joder. Y nadie iba a cambiar eso.

     —Pero quiero que sepas, que pase lo que pase—Me separé de ella, para poder mirarla. Apoyé mi frente contra la suya.—Vengamos de donde vengamos, y venga todo lo que nos venga, no pienso renunciar a ti.—Le aseguré y creo que nunca había dicho algo más en serio.—Nunca. Aunque el mundo entero esté en nuestra contra, yo seguiré luchando por ti. No voy a abandonarte. 

    La vi cerrar los ojos con fuerza y cuando frunció el ceño le acaricié la mejilla con mi mano. 

    —Joder, Marinette—maldije sin separarme de ella. Sabía que aún seguía dándole vueltas a lo que acaba de ver y no sabía que más hacer para hacerle entender que yo no formaba parte de eso.—Te quiero como nunca he querido a alguien. Te... Te quiero tanto que hasta me duele. 

©La coleccionista de corazones perdidos |SCR2|Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt